Una estampa al volante

Conseguí la estampita del beato Álvaro del Portillo y la coloqué al volante de mi carro para no olvidarme todas las mañanas de encomendarle mi intención...

Después de un año buscando empleo sin suerte, mi cuñada me sugirió que le pidiera a don Álvaro su intercesión. Decidí ponerlo sólo en sus manos, para estar segura de que no le debía el favor a nadie más. Además, me comprometí a que, a partir de ese instante, no volvería a criticar más al Opus Dei.

Transcurrió otro año más sin lograr una sola entrevista de trabajo, pero yo seguía insistiendo

Conseguí la estampita y la coloqué al volante de mi carro para no olvidarme todas las mañanas de encomendarle mi intención. Así transcurrió otro año más sin lograr una sola entrevista de trabajo, pero yo seguía insistiendo.

Un día se me ocurrió preguntarle a una amiga si conocía a alguien en una universidad, para que me ayudara. El resto fue muy sencillo: pocas semanas después comencé un ciclo de entrevistas y este mes se cumple mi primer aniversario trabajando en esa institución. Debo decir que ha sido un año feliz. He conocido a gente maravillosa. Siento que llegué adonde yo quería estar y que alcancé dos favores en uno.

Seguramente este favor es pequeño, comparado con otros, pero en mi vida ha sido una transformación personal y espiritual

Aquella estampa de don Álvaro sigue en el volante de mi carro, ya un poco desteñida por el sol. Cada mañana me recuerda que gracias a él voy con mucha alegría a trabajar.

Seguramente este favor es pequeño, comparado con otros, pero en mi vida ha sido una transformación personal y espiritual.

Dios permita que este testimonio sea útil para la causa de su canonización.

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