«El mundo está mal, pero no peor»

Eduardo Souto de Moura y Rafael Moneo debaten sobre arquitectura, con motivo de los 50 años de la Universidad de Navarra

Los arquitectos Rafael Moneo (izquierda) y Eduardo Souto de Moura, en Pamplona EFE

El Mundo (PDF): «El mundo está mal, pero no peor»

Crisis del periodismo, crisis de la novela, crisis de la política, crisis de las Humanidades... Todos los que entonan penas por sus oficios tendrían que ir a una escuela de Arquitectura y preguntar por su crisis, por la desaparición de una forma de trabajar que había ido bien desde los tiempos de Palladio o algo así y que se ha derrumbado en unos pocos años. Tendrían que haber ido a Pamplona, a la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Navarra, que este año cumple 50 años y que, para celebrarlo, programó ayer un acto con Álvaro Siza, Rafel Moneo y Eduardo Souto de Moura, los tres premios Pritzker de la Península Ibérica. A última hora, Siza se cayó del cartel y se quedó en Oporto, pero envió un vídeo, una entrevista con su colega Patxi Mangado, profesor en Pamplona.

La charla puso la tesis de la mañana:a los arquitectos les han quitado la arquitectura, ya no son los responsables de darle un sentido más o menos intelectual a los proyectos, sino que son, sólo, los encargados de "crear una imagen, si es posible, excitante"en la fachada. Eso, a los que les vaya bien; los demás, tendrán que conformarse "con ser delineantes en una oficina de ingeniería", según Siza.

La explicación es complicada. Mangado insistió en que es el mundo el que se ha hecho burocrático, se ha aficionado a definir procesos, procesos y más procesos orientados a incrementar la eficacia, aunque eso no se lo crea nadie, en realidad. Y que el valor añadido del arquitecto no se mide y, por tanto, queda fuera. Siza le contestó con la lista de malentendidos que afectan a su oficio. "Existe la idea de que los arquitectos somos lentos y queremos vivir fuera de la realidad. No es verdad. Nunca he tenido la sensación de ser lento al proyectar. Tendrían que pensar en los problemas que somos capaces de resolver en poco tiempo. También se dice que somos caros. ¿Caros? Piensen en la posguerra en Europa, en un momento de mucha carencia; los arquitectos dieron una respuesta de urgencia y calidad que permitió reconstruir su mundo".

Y entonces, se acabó el vídeo, aparecieron Souto y Moneo, hablaron de sus proyectos y, después, se unieron a Mangado para discutir sobre las palabras de Siza. En resumen, Mangado, el anfitrión, recordó los viejos y nobles valores: conocimiento del oficio, inconformismo intelectual, reivindicación de la artesanía... Souto y Moneo, uno risueño y el otro casi imperturbable, le contestaron que sí, pero no, que a lo mejor es cuestión de pensar cuál es la esencia del oficio de arquitecto y llevarla a un mundo que cambia a toda velocidad.

"Crisis, crisis, crisis, estoy cansado de oír hablar de la crisis. Piensen en la angustia de los arquitectos portugueses que se encontraron un día con que llegaba el fascismo... Seguro que en España fue lo mismo. El mundo está mal, pero no está peor. No me preocupan nada los jóvenes que estudian Arquitectura, sabrán cómo salir adelante. Tengo dos hijas arquitectas, están en Mozambique y su mundo ya no tiene nada que ver con el mío, que aprendí dibujando con Siza... La crisis es una plataforma para tomar impulso y ser diferentes, ser mejores", dijo Souto.

"Sé que es incómoda esta sociedad. El tardocapitalismo no nos da un marco ideológico claro que podamos convertir en un estilo. Pero eso no significa que la profesión haya desaparecido", dijo después Moneo. ¿Y cuál es la esencia de la profesión, esa idea que no va a desaparecer? "El mundo no puede prescindir de alguien que entiende las cosas en su conjunto como el arquitecto. Lo que hay que conseguir es que ese conocimiento que nosotros dirigimos a la construcción sea útil a la sociedad".

Y Rafael Moneo fue al meollo: que los arquitectos sigan siendo relevantes o que revienten para siempre dependerá de cómo trabajen, el entusiasmo que le pongan a su trabajo: "Esto tiene que ver con la manera en la que a cada uno le guste ser arquitecto. Habrá a quien le guste ser arquitecto como el que es oficinista, tener un horario. A mí no, no me gustaría trabajar en un estudio así. Quizá sea por la educación que recibí, teníamos otra relación con lo construido. Pero, la verdad, veo difícil que esos arquitectos oficinistas se vean realizados".

Lluis Alemany

El Mundo