Josemaría Escrivá y el Patronato de Santa Isabel

En este nuevo episodio de 'Fragmentos de historia', la historiadora Beatriz Comella nos sumerge en los pasos de san Josemaría Escrivá a través del Patronato de Enfermos y el Patronato de Santa Isabel.

La narrativa de este podcast se enfoca en aspectos claves de esos años, que permiten comprender la relevancia del Patronato de Santa Isabel en la vida del fundador y en la historia del Opus Dei. Entre ellos destaca a las primeras mujeres que se vincularon a la institución a través de la dirección espiritual con Josemaría Escrivá en la iglesia de Santa Isabel. 

También señala algunas manifestaciones de crecimiento espiritual del Fundador, vinculadas al Monasterio de Agustina Recoletas, en los difíciles años de la II República. A través de este relato, Comella nos ofrece una visión profunda y contextualizada, permitiéndonos comprender la importancia histórica y espiritual de estos episodios.

Beatriz Comella es doctora en Historia (2003) y máster en Educación (2013). Actualmente trabaja en el Departamento de Historia de la Educación y Educación Comparada de la Universidad Nacional de Educación a Distancia en Madrid. Entre sus estudios se destacan «Josemaría Escrivá de Balaguer en el Real Patronato de Santa Isabel de Madrid (1931-1945)» y «Ernestina de Champourcin, del exilio a Dios».


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Me he animado a grabar un podcast para 'Fragmentos de historia' por mi colaboración con el Instituto Histórico San Josemaría Escrivá desde su inicio. Defendí mi tesis doctoral en la Universidad de Alcalá de Henares en 2003 sobre el Patronato real y, en 2011 publiqué un estudio monográfico titulado «Josemaría Escrivá de Balaguer en el Real Patronato de Santa Isabel de Madrid (1931-1945)» sobre el mismo argumento. Mi nombre es Beatriz Comella, soy historiadora y trabajo en el Departamento de Historia de la Educación y Educación Comparada de la Universidad Nacional de Educación a Distancia en Madrid.

Pero empecemos por lo básico y por el principio formulando algunas preguntas: ¿qué es un patronato? ¿Qué patronatos aparecen en la biografía de san Josemaría? Respecto a la primera cuestión, según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española el término patronato tiene dos significados. El primero se refiere a la junta de personas que dirigen una organización social o cultural con el fin de que cumpla sus fines. El segundo alude a la propia organización dedicada a fines sociales o culturales y a las personas que se benefician de ellos.

Una vez aclarado, la siguiente pregunta sería: ¿qué patronatos aparecen en la biografía de san Josemaría?

Durante sus primeros años en Madrid, San Josemaría entra en relación con dos patronatos distintos con fines también diversos. A todos los que han leído alguna biografía del fundador de la Obra les suena el Patronato de Enfermos y el Patronato de Santa Isabel, pero es fácil confundirlos, especialmente si no se vive o conoce la ciudad de Madrid y también, porque el fundador de la Obra dejó de colaborar en el primero para pasar a ejercer tareas pastorales en el segundo en 1931.

El Patronato de Enfermos estaba regentado por las Damas Apostólicas del Sagrado Corazón y dirigido por Luz Casanova desde 1910. Estas religiosas realizaban una intensa labor social y cristiana en los suburbios de Madrid, mediante una red de unas 50 escuelas, en las que recibieron una educación básica unos 7.000 niños; además daban de comer a diario a unas 400 personas necesitadas y atendían a enfermos con visitas domiciliarias desde la sede del Patronato en la Calle de Santa Engracia número 13, no lejos de la Basílica de la Milagrosa.

San Josemaría fue capellán de esta entidad benéfica entre 1927 y 1931. En aquellos años, solía celebrar misa en el oratorio de la casa familiar de Luz Casanova, donde vivía su madre, la marquesa de Onteiro, que estaba ciega y enferma. En dicho oratorio, el 14 de febrero de 1930, el fundador de la Obra comprendió que habría mujeres en el Opus Dei.

Además del Patronato de Enfermos, el fundador tuvo relación con el Real Patronato de Santa Isabel, situado muy cerca de la Estación de tren de Atocha. El Patronato fue fundado por el rey Felipe en 1592, y estaba integrado por un Monasterio de Agustinas Recoletas, que son monjas de clausura, con una iglesia abierta al culto público, y un Colegio regentado por religiosas de La Asunción. San Josemaría estuvo vinculado a este Patronato desde 1931 hasta 1946, primero como capellán y después como rector-administrador. Un capellán debía celebrar misas y otros actos de culto, concretamente, él fue capellán de la monjas Agustinas Recoletas, y como rector-administrador debía supervisar el trabajo de los capellanes, había uno para las Recoletas y otro para el Colegio de La Asunción, y llevar la contabilidad del Patronato.

Sin embargo, su vinculación con Santa Isabel no estuvo exenta de dificultades. Para empezar, el 14 de abril de 1931 fue proclamada la II República en España, tras la salida de España del rey Alfonso XIII. Los patronatos reales pasaron legalmente a ser patrimonio de la República y vinculados por entonces al Ministerio de Gobernación. Al incorporarse Josemaría Escrivá como capellán interino en otoño de 1931, había un poco de vacío legal y no tuvo nombramiento oficial ni sueldo.

Efectivamente, el nombramiento oficial de Josemaría Escrivá no se produjo hasta su designación como rector-administrador del Patronato en diciembre de 1934. Este nombramiento fue otorgado por Niceto Alcalá-Zamora, Presidente de la República, así como también la cesión de la vivienda fue otorgada por Clara de Campoamor, Directora General de Beneficencia en la primavera de ese mismo año.

El nuevo rector no consiguió el permiso escrito, sí el oral, de la autoridad eclesiástica competente, el obispo de Madrid, Mons. Eijo y Garay, que no deseaba alinearse en nada referido al gobierno republicano, por su tinte anticlerical. Además, el nuevo nombramiento de san Josemaría Escrivá como rector tampoco fue bien visto por algunos parientes suyos y clérigos de Zaragoza, que juzgaron poco acertado aceptar un cargo vinculado al gobierno republicano.

El Patronato de Santa Isabel

Una vez aclarado qué es un patronato, los dos patronatos en los que trabajó pastoralmente san Josemaría durante los años que vivió en Madrid y las dificultades que tuvo para su nombramiento, voy a tratar de explicar la relevancia del Patronato de Santa Isabel en su biografía y en la historia del Opus Dei.

Me voy a referir a los siguientes aspectos. En primer lugar, a la relación de este Patronato con la solución jurídica de la Obra. Después daré cuenta sobre las primeras mujeres que se vincularon a la institución a través de la dirección espiritual con Josemaría Escrivá en la iglesia de Santa Isabel. En tercer lugar, sobre algunas manifestaciones de crecimiento espiritual del fundador, vinculadas al Monasterio de Agustina Recoletas, en los difíciles años de la II República. Por último, su relación con el Colegio de Santa Isabel, dirigido por las Religiosas de la Asunción, un tema menos conocido, incluso por quienes han leído biografías de san Josemaría. Para terminar daré una breve explicación sobre el estatuto jurídico civil y eclesiástico de este Patronato al pasar de depender de la Corona al gobierno de la República.

Sobre las primeras mujeres del Opus Dei, cuyo camino en la Obra se inició por voluntad de Dios el 14 de febrero de 1930, sabemos que conocieron al fundador en el confesionario en la Iglesia de Santa Isabel, que estaba abierta al culto público. El capellán Escrivá inició una labor apostólica con mujeres jóvenes que pudieran formar parte de la institución. Lo ayudaron en esta tarea algunos sacerdotes conocidos suyos.

A través de la dirección espiritual, clases, catequesis en barrios obreros como La Ventilla, Los Pinos y Tetuán al noroeste de la ciudad, visitas a enfermos y necesitados, consiguió desde 1932 formar un grupo heterogéneo de chicas, al que se añadieron algunas mujeres ingresadas en hospitales, como María Ignacia García Escobar y Antonia Sierra. 

En este grupo inicial se encontraban Carmen Cuervo, maestra y licenciada en Filosofía y Letras, profesora del Colegio de Santa Isabel-La Asunción; Hermógenes García, maestra y mecanógrafa en una empresa comercial alemana; Modesta Cabeza, que había terminado la carrera de piano; Natividad González Fortún que hizo cursos de Corte y Confección y Ramona Sánchez-Elvira, que estudió enfermería. Las demás se dedicaban a las labores domésticas o a ayudar en algún pequeño negocio familiar. Casi todas vivían o trabajaban cerca del Patronato de Santa Isabel, por eso solían ir allí a confesarse con el fundador.

Con este primer grupo de mujeres, el fundador inició unas clases periódicas de formación a partir del 28 de abril de 1934. Una de ellas se encargaba de tomar notas, pasarlas a máquina, para distribuirlas entre las ausentes. A veces se reunían en la Academia Hogar del Estudiante, local de las Teresianas que les prestaba su amigo el Padre Poveda, en la cercana Calle de la Alameda y otras veces se reunían en el Patronato de Santa Isabel.

Lo cierto es que casi todas estas mujeres perdieron el contacto con el fundador del Opus Dei durante la Guerra Civil o incluso antes porque varias de ellas no llegaron a comprender el espíritu laical de la Obra.

San Josemaría Escrivá, capellán en Santa Isabel

La primera etapa del capellán Escrivá en Santa Isabel coincidió con una especial eclosión espiritual, de enriquecimiento interior. Fue una etapa de contraste porque las circunstancias exteriores eran claramente adversas: finaliza el año 1931 y en el Parlamento se discutían los artículos 3 y, sobre todo, el 26 de la Constitución republicana, de marcado carácter anticlerical, que fue aprobada el 9 de diciembre de ese año. Además, la familia del joven capellán atravesaba una etapa de penuria económica.

Sin embargo, durante esos años, Josemaría Escrivá vivió una etapa de intenso crecimiento interior manifestado en una honda percepción de la filiación divina, recordemos su oración de Abba, Pater en un tranvía; en la devoción a la Eucaristía, al Amor Misericordioso, a la Humanidad de Cristo hecho Niño, a la Virgen María y a los ángeles custodios. Estas ricas experiencias quedaron plasmadas en escritos suyos como: Apuntes íntimos, Consideraciones espirituales, precedente de Camino, y en Santo Rosario. Algunos puntos de Camino, por ejemplo, los números 98, 425, 892 y 933 fueron escritos o se refieren a sus vivencias del fundador en el Patronato de Santa Isabel.

Voy a referirme a algunos ejemplos de esos años: su devoción al Niño Jesús se materializó concretamente en una figura venerada en el Monasterio de Agustinas Recoletas de Santa Isabel. Según la catalogación de Patrimonio Nacional realizada en 1994, se describe como una talla en madera policromada en bulto redondo de un Niño Jesús yacente, de 27,5 x 10,5 x 9,5 cm, de autor anónimo español del último tercio del siglo XVII.

Se conservan varios testimonios aportados por las Agustinas Recoletas sobre el origen de esta particular devoción del fundador de la Obra a este Niño Jesús. Sor Eulalia de la Visitación, novicia de Santa Isabel en 1935, afirma: «Teníamos en el Convento una imagen del Niño Jesús a quien Mons. Escrivá tenía mucha devoción y recuerdo que en distintas ocasiones nos lo pedía cuando iba a hacer su oración. Era de todas conocido que Mons. Escrivá había recibido del Señor por medio de ese Niño Jesús, gracias especiales».

Su devoción perduró en el tiempo y, en 1959, encargó hacer una copia de este Niño Jesús, que se conserva en Cavabianca, sede del Colegio Romano de la Santa Cruz en Roma. En la Iglesia de Santa Isabel perdura el recuerdo de su devoción a través de un cuadro, colocado en 2014 que le representa como joven sacerdote, con la figura del Niño Jesús en brazos. Todos los años, durante la Octava de Navidad, al final de la misa de 8 de la mañana, los fieles presentes pueden venerar dicha imagen, cuya efigie se ha reproducido en centenares de estampas.

La iglesia Santa Isabel también está vinculada a otra concreción del amor filial de Josemaría Escrivá, en este caso, a la Virgen María. Presidía el retablo por entonces un óleo de la Inmaculada Concepción del pintor barroco José Ribera, lamentablemente el cuadro se perdió durante la Guerra Civil. Durante la novena a la Inmaculada de 1931, escribió de corrido en la sacristía de Santa Isabel el libro Santo Rosario, con la finalidad de ayudar a otras personas a rezarlo.

El 16 de febrero de 1932 Josemaría Escrivá experimentó otra intensa percepción encaminada a señalar que sus vivencias interiores debían influir en su vida diaria, sin quedarse en los buenos deseos. De esa experiencia quedó huellas en sus apuntes íntimos:

«Después de dar la sagrada Comunión a las monjas, antes de la santa Misa, le dije a Jesús lo que tantas y tantas veces le digo de día y de noche (...) «te quiero más que éstas». Inmediatamente, entendí sin palabras: «obras son amores y no buenas razones». Al momento vi con claridad lo poco generoso que soy, viniendo a mi memoria muchos detalles, insospechados, a los que no daba importancia, que me hicieron comprender con mucho relieve esa falta de generosidad mía»[1].

Un aspecto menos conocido de Josemaría Escrivá en este Patronato es su relación con el Colegio de Santa Isabel, dirigido por las Religiosas de la Asunción desde 1876 hasta la actualidad, congregación dedicada a la enseñanza de origen francés, fundada por santa María Eugenia Milleret en 1839.

Aunque teóricamente el capellán de las Agustinas Recoletas no se relacionaba con el vecino Colegio, cuya atención pastoral competía a otro capellán, Josemaría Escrivá, según los Anales del Colegio de Santa Isabel-La Asunción, ejerció cierta actividad pastoral con las alumnas, especialmente a través de clases de catecismo, pláticas y retiros, junto a otros sacerdotes. Entre ellos, estaba el jesuita Padre Valentín Sánchez, al que conocía desde antes, por ser el director espiritual de las Damas Apostólicas. Desde 1930 a 1944 este Padre jesuita fue confesor de Josemaría Escrivá.

A principios de mayo de 1932, el capellán Escrivá predicó un retiro a las alumnas del Colegio que iban a recibir la primera comunión pocos días después. A Mercedes Alesanco, una de las asistentes, según su propio testimonio, le llamó la atención el ruego que les había hecho don Josemaría: que rezaran por él siquiera un “Avemaría” para que Dios le hiciera santo, aunque fuera a palos, es decir, a golpes. A otra alumna del Colegio, Manolita Villaba, le sorprendió que aquel sacerdote les hablara de vida contemplativa en medio del mundo y les sugiriera, por ejemplo, que al subirse a un tranvía no vieran sólo pasajeros, sino almas que eran hijos de Dios.

El Patronato de Santa Isabel sufrió, como otros edificios religiosos, durante la Guerra civil española. Meses antes de su inicio en julio de 1936, tuvo que ser desalojado dos veces por intentos de asalto. Finalmente, el 20 de julio fue incendiada la iglesia y parte del monasterio. Durante la contienda los edificios fueron utilizados como cuartel y almacén. Desde abril de 1939, el fundador de la Obra, su familia y algunos jóvenes de la institución vivieron en la casa destinada al rector hasta la apertura de la Residencia Universitaria de la Calle Jenner en 1940.

En 1945, ante la perspectiva de la expansión del trabajo apostólico del Opus Dei por diversos países y su futura aprobación como institución de derecho pontificio, Josemaría Escrivá decidió trasladarse a Roma. En diciembre de ese año solicitó la dimisión como rector-administrador del Patronato de Santa Isabel, que volvió a visitar durante un viaje de catequesis por España y Portugal en 1972. En esta visita el antiguo rector recordó con emoción los años transcurridos en Santa Isabel.

Horizonte jurídico del Opus Dei

Para terminar, voy a hacer referencia a una breve explicación sobre el estatuto jurídico tanto civil como eclesiástico de este patronato real.

Santa Isabel perteneció, desde su fundación en el siglo XVI hasta 1931 con la implantación de la II República española bajo la jurisdicción del capellán del Rey. El capellán del Rey se ocupaba también con el cargo de vicario castrense. De él dependían tanto la familia real y los servidores de los palacios reales con sus respectivas familias y también los soldados, los miembros del ejército y sus familias.

En la primavera de 1936, según relata Pedro Casciaro, que por entonces era un estudiante de arquitectura y uno de los primeros miembros de la Obra, fue a recoger al fundador del Opus Dei, al patronato de Santa Isabel y mientras le esperaba se puso a observar algunos detalles artísticos de la Iglesia. Al encontrarse, san Josemaría le señaló dos lápidas funerarias de mármol situadas en el suelo del templo, ante el presbiterio y le dijo: «Ahí está la solución jurídica de la Obra». Esas dos lápidas corresponden a dos enterramientos de capellanes reales y vicarios castrenses, uno del siglo XVIII y otro de inicios del siglo XX. Este hecho revela que el fundador de la Obra, de acuerdo con su formación teológica y jurídica, fue pensando también en los aspectos canónicos e institucionales de la misión que Dios le había encomendado. La Obra es una institución secular, con laicos y sacerdotes.

[1] Apuntes íntimos, 606. Citado en Vázquez de Prada I, p.417