Los hijos del Sinaí

El mismo día en que terminan la EvAU, sin demasiado tiempo para descansar de la recta final del Bachillerato, 35 jóvenes cierran las maletas para embarcar con destino a Nairobi (Kenia), para un voluntariado de quince días en escuelas de los barrios más pobres del país.

El Sinaí es uno de los slums donde han trabajado los alumnos de Viaró, La Farga y Santa Isabel.

Con el equipaje se llevan 60 bolsas de material para repartir entre los niños. Las han llenado hasta los topes: balones, camisetas y botas de fútbol, frisbees, material deportivo, libretas... Son alumnos de Bachillerato de los colegios Viaró, La Farga y Santa Isabel, alumnos que han querido dedicar parte de su verano a ayudar a mejorar las condiciones de los niños y de sus familias que viven en los slums de Nairobi (Kenia).

Una vez en Kenia comienza la aventura. Un acompañante nativo les facilitará su estancia, Moses Muthaka. Sólo habla inglés pero "siempre se dirige con una sonrisa a cada uno, y por nuestro nombre", dice Juan Miguel. Con un autobús, que han encontrado a través del amigo de un amigo de un amigo..., se trasladarán a Eastlands College of Technology la que será su casa en Nairobi durante las dos semanas. Junto con los estudiantes africanos de este centro educativo se dedicarán a fabricar pupitres para aulas. Será un trabajo en equipo.

Partió la galleta y le dio un pedazo a su hermano pequeño. Después comenzó a desmenuzarla en trocitos para los otros niños y niñas hasta que ella se quedó sin ningún trozo...

Sin perder tiempo este grupo de jóvenes mzunju (hombre blanco en suajili) se dividen en seis grupos de trabajo para "montar mesas para las escuelas de los slums, que son los barrios más pobres a las afueras de la capital, dar clases a las niñas y niños kenianos, repartir comida a familias para que al menos tengan una comida diaria... Están "dispuestos a hacer ¡lo que sea necesario!", dice José, que una vez aterrizado en Barcelona afirma convencido que "hasta que no vives un voluntariado con el que ves a tantas personas que viven con tan poco, no eres consciente de las necesidades que hay en el mundo". Por su parte, Robert dice que es "una experiencia brutal porque lo poco que das a aquellos niños, a aquellas familias, te lo agradecen infinitamente". Añade que "cualquier queja que tengas deviene absurda, y te das cuenta de la gran suerte que es nacer donde has nacido".

Un recuerdo que se lleva Robert es el de un niño acostado en el suelo y con mucho dolor de cabeza por no haber comido nada desde hacía tiempo. José añade que "algunos niños van al colegio porque es el único lugar donde comen algo". Le sorprendió la generosidad y alegría de los niños. Explica que "uno de los últimos días a uno de nosotros le quedaba una galleta, se la dio a una niña de unos 6 años, y lo primero que hizo es partirla y darle un pedazo a su hermano pequeño, y después comenzó a desmenuzarla en trocitos para los otros niños y niñas hasta que ella se quedó sin ningún trozo. Continuó caminando con una sonrisa".

Mostrar un camino a los hijos del Sinaí

Durante su estancia, Moses les ha acompañado a todas partes donde iban y les ha ayudado a entender la realidad del país. Él lleva mucho tiempo trabajando en la mejora de las condiciones de las familias pobres. De lo que han aprendido, Robert destaca que "conviene conocer muy bien a las familias y a los hijos del Sinaí, uno de los slums donde hemos estado, y dar becas aquellos jovenes que pueden aprovechar la ayuda para salir de la situación de pobreza y para que después ayuden realmente a sus familias". "Muchos niños crecen pensando que no hay nada mejor fuera de allí y desde Eastlands y Strathmore University intentan mostrarles que sí que existe algo mejor y que ellos pueden conseguirlo", matiza José. La educación es la gran herramienta y el reto.

"Muchos niños crecen pensando que no hay nada mejor fuera de allí y desde Eastlands y Strathmore University intentan mostrarles que sí que existe algo mejor y que ellos pueden conseguirlo".

Han traído libretas y lotes escolares. "No te puedes imaginar la alegría de los ninos; cuando hemos acabado de repartir todo el material se nos han acercado dos profesores y nos han pedido una libreta, pues ellos tampoco tienen", explica el profesor Juan Miguel. A José también le impresionó "ver en una clase de mates como los niños apuntaban en las manos las operaciones para resolver un problema y en la libreta sólo el resultado para aprovecharla al máximo y que les durara más".

La vida en los slums

La imagen del viaje con la que se queda Robert es la "de un padre en la entrada del slum, con rostro serio, seguramente consciente de su realidad y los niños a su lado sonrientes porque es la única realidad que conocen". Los niños kenianos "siempre salen a recibirnos, saben nuestros nombres, no están acostumbrados a que pasen blancos por allí, están maravillados y felices porque los saludamos con una sonrisa y nos hemos aprendido algunos nombres", comenta el profesor Borda.

Las casas "son habitáculos de 3 por 3 metros, donde viven cinco o seis personas, sin agua ni luz. Uno de los profesores de las escuelas nos ha dicho que pagan 10 euros mensuales por una casa al lado de cloacas abiertas, sin luz, y 20 euros si quieren luz. Moses por su parte me ha comentado que chicos del grupo le han dado, por su cuenta, dinero para que otras familias puedan abonar el alquiler o lo que fuera necesario".

La imagen del viaje con la que se queda Robert es la "de un padre en la entrada del slum, con rostro serio, seguramente consciente de su realidad y los niños a su lado sonrientes porque es la única realidad que conocen".

Parece que ha valido la pena pasar todo "un año preparando el viaje con conciertos, campeonatos deportivos, cenas para recaudar fondos; hemos hecho mucha piña", dice Roberto. "Al final hemos conseguido terminar las 100 mesas para las escuelas, pintar tres aulas de Eastlands, y preparar las instalaciones para colocar unos focos en el centro educativo de Eastlands: misión cumplida", dice el Juan Miguel. El año que viene más.

A la vuelta el grupo compartirá su experiencia con los compañeros de 1º de bachillerato de su colegio. A ver si continúan con la iniciativa que comenzo hace tres años y les da una visión mucho más amplia del mundo. Han ido a ayudar y el que se da también recibe. Asante sana (muchas gracias).