Una nueva beata muy ligada a Navarra

Mercedes Montero describe la relación de Guadalupe Ortiz de Landázuri con Navarra.

Diario de Navarra Una nueva beata muy ligada a Navarra (PDF)

Hoy, 18 de mayo en Madrid, la Iglesia Católica beatificará a Guadalupe Ortiz de Landázuri (1916-1975), doctora en Ciencias Químicas, catedrática de Escuela Industrial y una de las primeras mujeres que pidió la admisión en el Opus Dei (19 de marzo de 1944).

Aunque empezó el apostolado de la Obra en México, vivió una breve temporada en Roma y se asentó después en Madrid (donde había nacido), las relaciones de Guadalupe con Navarra no fueron pocas a lo largo de su vida.

En su infancia, cuando apenas contaba siete años de edad (1923), se produjo quizá la que resultó más dramática. Su padre, Manuel Ortiz de Landázuri, teniente coronel de Artillería, se rebeló –con toda la Escuela de Artillería de Segovia- ante las leyes del General Primo de Rivera sobre la manera de ascender en el escalafón, donde incluyó los méritos de guerra. Los artilleros –lo que podríamos llamar hoy un cuerpo de élite del ejército- estaban convencidos de que ese tipo de ascensos eran únicamente un ‘coladero’ para premiar en realidad méritos más bien políticos que militares. La Academia de Artillería de Segovia pagó cara su rebelión. El director fue condenado a muerte (luego conmutada por cadena perpetua) y el resto de los oficiales, incluido Ortiz de Landázuri, condenados a diversas penas que oscilaban entre la cadena perpetua y un buen número de años de prisión. Fueron encarcelados en el fuerte de San Cristóbal, cerca de Pamplona.

La madre de Guadalupe tuvo que dejar a su pequeña hija y otros dos más mayores en Segovia e instalarse durante largos periodos en el Hotel La Perla de la capital navarra, para poder estar cerca de su marido y visitarlo lo más a menudo posible. Es indudable que este hecho pudo marcar el carácter de Guadalupe en esos momentos de la infancia en que resulta más moldeable: debió aprender que defender las propias convicciones puede conllevar responsabilidades graves, a las que se debe hacer siempre frente, sin aspavientos, con naturalidad.

Pasaron muchos años. Guadalupe vivió en Melilla desde los nueve hasta las dieciséis, estudió el bachillerato en un centro masculino, se matriculó en Ciencias Químicas en la Universidad Central de Madrid, pasó la guerra y el fusilamiento de su padre, terminó la carrera, trabajó en dos colegios y conoció el Opus Dei, al que se incorporó con 27 años. Poco después estaba viajando a México para comenzar allí la labor apostólica de la Obra y, después de más de cinco años, se incorporó al gobierno central de las mujeres del Opus Dei en Roma, padeció una grave enfermedad de corazón y debió regresar a Madrid.

De nuevo en los años 60 la vida de Guadalupe se cruza con Navarra. En aquellos tiempos la Universidad de Navarra estrenaba campus y en él se construyó el Colegio Mayor Goimendi. Durante dos veranos enteros Guadalupe vivió en este lugar un hito importante de la historia de la Obra: las primeras mujeres de la institución que lograron terminar los estudios teológicos se reunieron durante esos dos veranos en Goimendi hasta que completaron todas las asignaturas. La ‘batalla de la formación’, como decía san Josemaría, daba un paso importante.

No era habitual, por no decir que resultaba una rareza, que en la Iglesia Católica las mujeres tuvieran estudios teológicos. Navarra fue el lugar donde este hecho pionero tuvo lugar. Guadalupe Ortiz de Landázuri era la hermana de D. Eduardo Ortiz de Landázuri, el hombre que en gran medida puso en marcha tanto la Facultad de Medicina como la Clínica Universidad de Navarra.

Aquí fue tratada Guadalupe en dos ocasiones: la primera en 1970 y la segunda en 1975, cuando falleció. Durante el mes de junio de este último año, el día 26, pudo darse cuenta de la muerte de san Josemaría por las banderas a media asta que se veían en el edificio de Ciencias, desde su habitación de la Clínica. Aquí fue intervenida por segunda vez del corazón (la primera había sido en Madrid a finales de los 50, en la clínica del Dr. Jiménez Díaz).

Aunque la operación resultó un éxito, sin embargo la enferma empeoró repentinamente y falleció al amanecer del 16 de julio de 1975. Sus restos han descansado durante 43 años en el cementerio de Pamplona. Numerosas personas pasaron desde entonces por su tumba para encomendarse a ella, muchas venidas de la otra parte del Atlántico, de México, la tierra que Guadalupe tanto amó. Ahora se encuentran en el Real Oratorio del Caballero de Gracia, en Madrid, donde cada vez más personas de todas las condiciones sociales veneran su memoria.

Guadalupe será el primer fiel laico del Opus Dei en llegar a los altares. Es sin duda un modelo inspirador de cómo vivir las circunstancias ordinarias de la vida con alegría, valentía y mucho amor de Dios. Guadalupe contribuyó con su vida a hacer grandes cambios en la sociedad. Abrió un espacio público desde el punto de vista profesional y social. Fue una mujer que jamás puso ningún pero a nadie; a cada persona la trataba como si fuera única. De Guadalupe podemos aprender a no ponernos nosotros mismos los techos y límites en la vida. A no conformarnos. A volar alto. Lo único que le importaba era amar a Dios y por Dios a los demás. Por eso la Iglesia la propone como ejemplo a seguir. El mundo de hoy está necesitado de hombres y mujeres que como ella, se atrevan a vivir la vida así, amando el mundo apasionadamente como aprendió de san Josemaría.