Preparativos del Encuentro Mundial de la Familia (2)

El pasado 5 de marzo se celebró en Murcia un acto preparatorio del Encuentro Mundial de la Familia 2006 en Valencia en el que se leyeron algunos testimonios. Recogemos en esta sección el de Blanca Ferro y Antonio José Crespo, matrimonio formado por una cooperadora y un supernumerario del Opus Dei.

Buenas tardes a todos, me llamo Antonio José y mi mujer Blanca. Llevamos casados diecisiete años, tenemos cinco hijos (Blanca, que tiene 16; Pablo, de 15; Javier, de 13; Beatriz, de 11 y Vega, que tiene 2) y como se ve, estamos esperando nuestro sexto hijo, para dentro de aproximadamente unos dos meses.

Teníamos claro desde el primer momento de nuestro matrimonio (y yo diría que incluso desde el noviazgo) qué tipo de educación queríamos para ellos. Ha estado siempre presente en nuestra vida el compromiso que adquirimos el día de la boda de recibir responsablemente de Dios los hijos y educarlos en la fe de la Iglesia.

Para ello hemos procurado transmitirles desde pequeños que Dios es un Ser cercano al que nos dirigimos habitualmente como uno más en la familia, tratándolo con confianza de hijos que se saben infinitamente queridos por su Padre del cielo y sin miedo a manifestarse, a contracorriente si es necesario, como cristianos allí donde se encuentren.

Por eso, entre otras cosas, les hemos enseñado al levantarse por las mañanas a ofrecer a Dios todas las obras del día y a despedirse de El por la noche al acostarse, con oraciones apropiadas a la edad de cada uno; a tratar a la Virgen como Madre, saludándola de manera especial a mediodía en el Ángelus; a bendecir la mesa con naturalidad, incluso cuando estamos fuera de casa o con otras personas que no son de la familia; a pedir confiadamente y saber ofrecer a Dios pequeños sacrificios por intenciones concretas que les afectan a ellos, a sus hermanos, familiares y amigos, o a otras personas incluso lejanas y desconocidas.

En esta tarea de educar en la fe a nuestros hijos han colaborado desde el principio, y lo siguen haciendo, los colegios que elegimos para ellos, donde la educación que reciben es continuación de la de casa; y también los clubes juveniles que frecuentan donde además del estudio y de las actividades de tiempo libre asisten a los medios de formación espiritual que facilita el Opus Dei. 

Aprovecho para dar gracias a Dios por haber suscitado en su Iglesia a San Josemaría, de cuyas enseñanzas llevamos Blanca, como cooperadora y yo como miembro supernumerario de la Obra más de veinte años recibiendo orientación y estímulo.

En esta tarea apasionante de educar a los hijos (habla ahora Blanca) nos ha sido también de gran ayuda la asistencia a cursos de orientación familiar en los que hemos intentando formarnos mejor como padres, pues ningún hijo viene al mundo con un manual para su educación. Hemos intentado educarlos en libertad, enseñándoles que su responsabilidad es en primer lugar y ante todo con Dios.

Quisiera ahora contaros la oportunidad que Dios nos ha dado en los últimos meses para mostrar a nuestros hijos el sentido cristiano del dolor. Carola, que es como se llama la hija que esperamos viene con una malformación muy grave que no tiene solución médica, de manera que si Dios no dispone otra cosa fallecerá a las pocas horas de nacer y ser bautizada.

Nuestros otros hijos lo saben desde el primer momento y desde entonces, al igual que nosotros y todos aquellos que nos quieren, rezan y hacen rezar a sus amigos y amigas por ella pidiendo un milagro por intercesión de D. Alvaro del Portillo. En esto dan un ejemplo de fe y coherencia de vida a muchos “sabios” de este mundo, que huyen del dolor propio y ajeno porque no le ven sentido y niegan el valor sagrado de toda vida humana aun enferma.

Mi hija ha salido de la mente de Dios. Para mí es perfecta, para El todavía más. Aunque tengo momentos de bajón, intento superarlos pronto, no dejando que el dolor me impida cumplir con mis deberes para el resto de mi familia, que tiene derecho a una mujer y una madre serena y alegre. Intento como San Pablo encontrar la alegría en la tribulación. Os aseguro que se puede. Cuento con la oración de mucha gente y sé que a partir de hoy también con la vuestra.