​La huella de Francisco en Rumanía

Algunas jóvenes del Opus Dei que viven en Bucarest recuerdan la visita que hace un mes hizo el Papa Francisco al país. Una visita que ha dejado una huella imborrable.

Un mes después de la visita del Papa a nuestro país, los recuerdos se amontonan. Por ejemplo, el otro día comentábamos que todas hemos recibido mensajes o llamadas de amigas ortodoxas que estaban emocionadas por el recuerdo de la visita del Papa.

Una de ellas es Alecsandra, una joven ortodoxa que asiste a un curso básico de formación cristiana cada semana en el centro del Opus Dei, quien dijo que le había impresionado ver a Papa Francisco por las calles de su ciudad. Otra de las jóvenes ortodoxas que conocemos salió antes de su trabajo para poder asistir a la Santa Misa en Bucarest. Finalizada la ceremonia, escribió a Rebekah –la amiga que le había propuesto participar en la Eucaristía– para agradecerle que la hubiera invitado.

Nos apuntamos como voluntarias con algunas amigas y nos impresionó cómo se implicaron en lo que hiciera falta: preparar las bolsas con rosarios para los peregrinos, en la distribuir las sillas, etc. Una de ellas comentaba que estaba muy contenta de haber podido ayudar.

Cuando fuimos a encargar las flores para la nunciatura, pedimos que nos diesen aquellas que pudieran durar de jueves a domingo, y que serían para una persona importante, pero necesitábamos algo sobrio. La florista entendió en seguida: ‘¿Son para el Papa, verdad?’, preguntó. No lo habíamos especificado por discreción. ‘Pues claro’, se dijo ella misma. Y nos hizo un buen descuento, que nos vino muy bien, porque esas flores las pagamos con donativos que recolectamos entre las chicas que frecuentan el centro.

Los eventos con el Santo Padre permitieron conocer a muchos católicos del país. Quedamos removidas con algunas historias, por ejemplo la de una católica de 26 años con cáncer de estómago que había retrasado sus sesiones de quimioterapia para participar como voluntaria. Entre otras, conocimos también a Brigitta, greco-católica, que había oído hablar del Opus Dei y, al saber que tenemos una residencia de estudiantes, comentó que era de Dios habernos conocido, porque estaba buscando alojamiento.

De todas nosotras, la que tuvo más suerte fue Benedicta, que vive en la residencia del Opus Dei y tiene un problema de vista. Pudo saludar y tocar al Papa durante su paso por la catedral de Iași, al norte del país. El Papa ha sido recibido con mucho cariño tanto por los católicos como los ortodoxos, y las autoridades religiosas y civiles.