La santidad, un sueño posible

El 26 de junio se celebran numerosas misas con motivo de la festividad de san Josemaría. Un día señalado para recordar el mensaje del “santo de lo ordinario”, como lo definió san Juan Pablo II. El vicario regional, Ignacio Barrera, recién nombrado, ha presidido la Eucaristía en la Catedral de la Almudena.

El vicario regional, Ignacio Barrera, en la misa de la fiesta de san Josemaría, celebrada esta tarde en la Catedral de la Almudena. Fotos: Álvaro García Fuentes.

Una misa vespertina a finales de junio suele llevar premio: la ola de calor fue citada al comienzo de la homilía y, entre abanicos, los asistentes que llenaron la catedral se ganaron un poco de cielo y, posiblemente, un necesario refresco posterior.

Guadalupe y Teresa

Ignacio Barrera, en su primera Misa de la fiesta de san Josemaría como vicario regional del Opus Dei en España, enmarcó la homilía entre dos mujeres, Guadalupe y Teresa, además de la Virgen María, como es lógico.

Primero recordó el ejemplo de la beata Guadalupe Ortiz de Landázuri, recientemente beatificada, y por tanto “confirmación de que nosotros podemos llegar a la santidad”. Al final, unas palabras dedicadas a Teresa Cardona, numeraria fallecida en accidente durante un proyecto de voluntariado en Costa de Marfil: “Su alegría, vocación de servicio y trabajo” –señaló Ignacio Barrera- nos dejan “un recuerdo imborrable”.

La búsqueda de la santidad, pese a todo

“La santidad llama a la santidad”, remarcó el vicario, como hilo central de toda la homilía. Aunque cada uno tiene su itinerario, sus luchas, y una diversidad enriquecedora, que hace precisamente amable y atractiva cada santidad personal. “Al mismo tiempo”, resumió, “los santos en el cielo son parecidos, porque todos han sido moldeados por el Espíritu Santo y tienen a Cristo como modelo”.

“Nuestras ilusiones se verán colmadas por las maravillas de Dios nos recordaba san Josemaría en una de sus homilías”, continuó el vicario regional, que finalizó citando al Papa Francisco: “el amor de Dios y nuestra relación con Cristo vivo no nos privan de soñar, no nos exigen que achiquemos nuestros horizontes. Al contrario, ese amor nos mueve, nos estimula, nos lanza hacia una vida mejor y más bella” (Exh. ap. Christus vivit, n. 138).