«El mundo actual tiene necesidad de perdón, de vivir que Dios es misericordia»

María José Aguilar, del Secretariado de Medios de Comunicación Social del Arzobispado de Granada, entrevista a Mariano Fazio, vicario general del Opus Dei, con motivo del Simposio sobre el pensamiento y la figura de San Josemaría celebrado en Jaén.

Mons. Mariano Fazio, vicario general del Opus Dei.

Archidiócesis de Granada «El mundo actual tiene necesidad de perdón, de vivir que Dios es misericordia»

D. Mariano Fazio (Buenos Aires, 1960) es vicario general del Opus Dei desde 2014 y ha participado recientemente en el Sínodo de los Obispos sobre los jóvenes y el discernimiento vocacional celebrado en Roma. Amigo personal del Papa Francisco, ha visitado nuestra diócesis de Granada este pasado fin de semana antes de participar en un Simposio sobre el pensamiento y la figura de San Josemaría celebrado en Jaén.

Su ponencia en el Simposio sobre el pensamiento y la figura de San Josemaría se ha titulado: “Transformar el mundo desde dentro”. ¿Cómo se produce esta transformación en el mundo secularizado actual?

Todo cristiano tiene que tener una visión positiva del mundo, de la realidad, de la sociedad, porque detrás de todas las circunstancias está Dios. Para transformar algo es necesario amarlo, por eso primero hay que tener una mirada llena de amor, de comprensión, y de misericordia. Transformamos el mundo con las cosas de cada día, primero transformándonos a nosotros mismos, dándonos cuenta que tenemos que pedir perdón por nuestras miserias, limitaciones y pecados. Mejoramos el mundo sonriendo cuando uno no tiene ganas en el ámbito familiar o en el trabajo, cuando uno pone espíritu de servicio en las actividades que tiene que realizar, cuando vive la amistad con todas sus consecuencias, cuando tiene un corazón grande y se preocupa de los pobres, de los más necesitados, como nos recuerda continuamente el Papa Francisco, subrayando que a veces los más necesitados están a nuestro lado, en nuestra misma casa.

¿Qué valoración hace del Sínodo y de lo que se ha vivido en Roma entorno a los jóvenes y el discernimiento vocacional?

Doy gracias a Dios por haber participado en el Sínodo, ha sido una experiencia muy enriquecedora porque uno tiende normalmente a ver el mundo desde la propia perspectiva. Haber convivido un mes con obispos y jóvenes de los cinco continentes uno se da cuenta de las realidades tan distintas que hay y en particular lugares donde hay persecución contra la Iglesia, donde hay mártires, o donde hay situaciones materiales tremendas por guerras civiles, y me dio la impresión de que los que vivimos en el mundo occidental no solo nos removimos sino que hicimos examen de conciencia de nuestras preocupaciones.

Fue un Sínodo universal, una gran oportunidad de manifestar la unidad en torno al Papa. Los elementos principales fueron, por una parte, la afirmación de que todo el mundo tiene vocación. Dios llama a todos, no se olvida de nadie, y llama a una vida de santidad. Cada uno tiene que descubrir que es lo que Dios le pide y para eso es necesario el acompañamiento, este sería un segundo elemento, el acompañamiento espiritual. Se subrayó que todos podemos acompañar no solo los sacerdotes sino también los laicos en la medida en que la gente esté bien formada para ser instrumentos del Espíritu Santo y ayudar a la gente a que descubra su vocación. El tercer elemento fue la misión, la misión apostólica de los jóvenes, los primeros evangelizadores de la gente joven tienen que ser los propios jóvenes.
¿Cómo afronta el Opus Dei los nuevos retos con los jóvenes?

Todo lo tratado en el Sínodo encaja perfectamente con el Espíritu del Opus Dei cuyo mensaje principal es difundir la llamada universal a la santidad en medio del mundo. Tenemos en la Obra una tradición de acompañamiento personal muy fuerte. San Josemaría hablaba del “apostolado de la amistad y confidencia”. En esa amistad ambas partes abren el corazón para ayudarse en el camino del Señor. A mí me confirmó muchos elementos del espíritu del Opus Dei.

También el tema de la misión apostólica de los jóvenes, si nos tomamos en serio el compromiso bautismal de donde surge la llamada a la santidad, eso lleva necesariamente al apostolado al tratar de comunicar el don de la fe y el amor del Señor a los demás. Para nosotros es un desafío saber poner todavía más ímpetu y esfuerzo en este empeño misionero.

En el Sínodo habrá podido compartir más tiempo con el Papa, su amigo desde hace años, ¿cómo describiría al Santo Padre como pontífice y como amigo?

Un elemento central del pontificado actual es la cultura del descarte, aquellos que están descartados en la sociedad. Yo diría que Francisco es la versión pastoral de la dictadura del relativismo con respecto a los dos pontificados anteriores. Como pontífice utiliza un lenguaje muy accesible a todos, tenemos un gran pastor, una persona muy culta que sabe usar un lenguaje cercano y eso es un don para la Iglesia.

En cuanto al Santo Padre como amigo, la gran palabra que lo describe es cercanía. A mi siempre me ha conmovido que desde que fue nombrado Papa, éramos amigos de antes, yo pensaba que no pondría dedicarme el mismo tiempo y sin embargo siempre me felicita por mi cumpleaños, veo que me trata como una persona única. El Papa está preocupado por la humanidad entera pero esa humanidad son personas concretas y siempre que puede tiene detalles con esas personas concretas.

¿Qué valoración realiza de este tiempo como vicario general del Opus Dei a nivel pastoral y personal?

Doy gracias a Dios porque pude trabajar con Mons. Echevarría, un hombre de Dios del cual aprendí mucho, sobre todo su cercanía con todas las almas, tenía una gran empatía y generosidad. Esto me ha servido en mi labor pastoral. También con el actual Prelado, Mons. Ocáriz, me ayuda su humildad, su inteligencia y su sencillez. Me ha ayudado mucho el ejemplo de ambos que considero complementarios.

El ser vicario implica viajar mucho, me sorprende cómo el mismo mensaje está encarnado en personas totalmente distintas, culturas diferentes, hombres y mujeres, ricos y pobres, agradezco al Señor por ver cómo un carisma ha podido florecer en circunstancias muy distintas. Tengo, y lo digo de todo corazón, una predilección por África, donde hay una gran fe, una apertura a la trascendencia, a la gente se la ve sonriente y confiada en la providencia y eso me ha ayudado en mi labor sacerdotal y puedo dar testimonio de cómo hay personas que lo pasan mal pero en la práctica son felices porque confían en Dios.

¿Qué mensaje daría al mundo actual San Josemaría?

En el mundo de hoy hay necesidad de perdón, que nos perdonemos, que vivamos lo que el Papa dice tantas veces que Dios es misericordia. Hay una frase de San Josemaría que compartí con el Papa y le gustó: “Yo no he tenido que aprender a perdonar porque el Señor me ha enseñado a querer”. Creo que San Josemaría hoy diría también al mundo que sepamos perdonar y pedir perdón.