Luka Brajnovic: periodismo y épica, juntos en una vida memorable

Marc Marginedas, periodista secuestrado por el ISIS en 2013, ha recibido hoy el Premio Luka Brajnovic de la Comunicación de la Universidad de Navarra. Con este motivo publicamos un reportaje que la revista Nuestro Tiempo ha editado sobre la apasionante vida del profesor croata, cuya docencia influyó en generaciones de alumnos.

Marc Marginedas, periodista y corresponsal de guerra secuestrado en 2013 por el ISIS, se refirió a la situación de desinformación que, en su opinión, vivimos actualmente. “Hoy, cuando la libertad de expresión atraviesa probablemente su momento más crítico, cuando los totalitarismos emergen de nuevo y amenazan las libertades, recurrir a los principios que don Luka nos enseñó en esta universidad se convierte casi en un ejercicio de supervivencia”.

(...) Al acto, que tuvo lugar en el Aula Magna del edificio Central, acudió la familia, amigos y colegas del periodista, así como la embajadora de Croacia en España, Nives Malenica. Tras la entrega, la decana de la Facultad de Comunicación, Charo Sádaba, señaló que es la primera vez que el premio se otorga a un antiguo alumno de don Luka, lo que le confiere, en el año en el que conmemoramos el 60 aniversario de la Facultad de Comunicación y el centenario del nacimiento de don Luka, “un significado especial”.

De izquierda a derecha, Javier Marrodán, Nives Malenica (embajadora de Croacia en España), Olga Brajnovic, Marc Marginedas, Charo Sádaba y Elica Brajnovic. FOTO: Manuel Castells

“D. Luka -dijo- supo transmitir la necesidad de dejar brillar a la verdad por encima de la propia comodidad. Marc Marginedas ha respondido a la altura de sus maestros, con compromiso y amor a la verdad". [Más información]


Periodismo y épica, juntos en una vida memorable

Con un acto organizado por la Facultad de Comunicación, el 16 de enero comenzó la celebración del centenario de Luka Brajnovic (1919-2001). Varios eventos más recordarán a lo largo del año la figura de este periodista, escritor y profesor croata. En la primera parte de su vida sufrió la guerra y sus consecuencias: separación familiar, internamiento en campos de concentración por los fascistas italianos y los filocomunistas de Tito, exilio e incluso una condena a muerte de la que logró salvarse. Tras su llegada a Pamplona en 1960, fue maestro de más de treinta promociones de estudiantes de Periodismo en la Universidad de Navarra.

La biografía de Luka Brajnovic encajaría en el esquema narrativo clásico según el cual las obras se estructuran en arranque, núcleo y desenlace. Así, puede decirse que su vida se desarrolló en tres etapas, todas muy ricas, cada una a su manera: los años en su Croacia natal (1919-1945), marcados por el ejercicio del periodismo y las guerras; un periodo de exilio en varias ciudades de Italia y España, distanciado de su mujer y su única hija entonces (1945-1956); y su época más estable, en Pamplona (1960-2001), ejerciendo como profesor universitario y —sin buscarlo— dando ejemplo de persona que supo perdonar y huir del resentimiento.

Sufrió la guerra y sus consecuencias: separación familiar, internamiento en campos de concentración...

En 2001, tras el fallecimiento de don Luka, Antonio Fontán, fundador del Instituto de Periodismo de la Universidad de Navarra, escribió sobre él: «Es una de las personas más atrayentes que he conocido. Un hombre sencillo, de una notable fuerza moral y con una historia heroica». El mismo Fontán, en el prólogo a las memorias de Brajnovic (Despedidas y encuentros), escritas en el año 2000, señaló: «Luka nos enriqueció con sus muchos saberes, con su sensibilidad de poeta, con su lealtad de amigo, con su grandeza de ánimo, con su simpatía irónica y amable, con el ejemplo de su fidelidad a unas convicciones espirituales, humanas y políticas en cuyos altares ha sacrificado muchas cosas sin perder la sonrisa».

Cuando la guerra lo condiciona todo

Luka Brajnovic nació el 13 de enero de 1919 en Kotor. Tras la Primera Guerra Mundial se había creado el Reino de los Serbios, Croatas y Eslovenos (más tarde Yugoslavia), y a él pertenecía esta localidad del Adriático. Tuvo seis hermanos. Estudió Derecho en la Universidad de Zagreb y allí comenzó a interesarse por el periodismo; dirigía la revista literaria Luch (Antorcha) y trabajaba para el periódico Hrvatska Straža (Vanguardia Croata). En esa ciudad conoció a la que luego fue su esposa, Ana Tijan, natural de Senj, una alumna de Eslavística (lengua y cultura de los pueblos eslavos) con la que coincidió en la Liga de Estudiantes Católicos.

El propio Luka, en sus memorias, recuerda ese encuentro y su importancia posterior: «Estaba (estoy) enamorado de ella. Tenía una encantadora mirada sonriente, en la que siempre había algo provocativo, algo parecido a la curiosidad. Me atraía entera. Agitaba mi imaginación, pero su comportamiento reducía mi fantasía a la suerte de su propia existencia y de nuestro común respeto. Su optimismo, su carácter abierto y alegre y su juvenil atractivo fueron para mí el bálsamo que me estimulaba en el trabajo y que me ayudaba a orientarme en medio de las contradicciones con las que me topaba a cada paso en mi vida profesional y en la vida pública».

La Segunda Guerra Mundial supuso una prueba extrema para la resistencia de Luka. En 1941, hizo un viaje breve a Kotor para visitar a su familia. Allí, las tropas italianas, todavía aliadas de las nazis, que trataban de avanzar posiciones en los Balcanes, le apresaron y lo introdujeron en un barco rumbo a Italia. Durante el trayecto, Brajnovic consiguió saltar al mar, nadar y caminar hasta Zagreb. «Llegué a la conclusión —recuerda en sus memorias— de que me habían encarcelado o por un soplo gratuito de algún preso o algún agente, o por haber publicado —poco antes de llegar a Kotor— un artículo sobre la figura de Benito Mussolini en el que me refería, más que nada, a la “megalomanía y ceguedad propias de este dictador soberbio y mediocre que sueña con una nueva civilización occidental”». Dos años después, en 1943, lo detuvieron los partisanos comunistas de Tito, mientras viajaba en tren de Zagreb a Ogulin (al sur). Estuvo arrestado unos cinco meses, al final de los cuales pesaba 41 kilos.

En aquel campo de concentración hubo un momento en que su muerte pareció inminente: tras un juicio sumario, otros presos y él fueron condenados y obligados a cavar sus propias tumbas antes de su fusilamiento. En ese momento, alguien dijo: «¡Desatad al camarada periodista!». Continúa Luka en sus memorias: «Fui tambaleándome hacia el lugar donde había dejado mi ropa. Uno de los condenados gritó algo. Luego se oyó la orden de disparar y el pelotón obedeció. Volví la cabeza y vi cómo dieciséis hombres caían en la fosa. Con ellos caía también mi paz y mi esperanza. Prorrumpí en sollozos».

«Mi padre había rezado por él desde entonces y siguió haciéndolo hasta el final de su vida»

Le propusieron escribir para una publicación partisana pero él no aceptó. Huyó andando unos cien kilómetros. Sobre esta situación límite, impresiona un recuerdo de su hija Elica. En 1997 acompañó a Croacia a su padre, ya muy enfermo, para recibir un homenaje de la Universidad de Zagreb. Al hotel en el que se alojaban acudió un anciano empeñado en saludar a Luka. «Dijo que él era aquel partisano que le sacó de la fila de fusilamiento. Los dos se abrazaron. Mi padre había rezado por él desde entonces y siguió haciéndolo hasta el final de su vida». Ese soldado era también periodista.

A su vuelta a la capital, Zagreb continuaba siendo un polvorín. La censura del Gobierno profascista de Ante Pavelic cerró el periódico donde trabajaba Luka: «La verdadera e inmediata causa de ello fue la publicación en nuestras páginas de una homilía-discurso de Pío XII en la que condenaba una vez más el racismo, la ideología hitleriana y los crímenes cometidos en el nombre de aquella absurda “doctrina Rosenberg”». Además, sufrió por la muerte de su padre y de dos de sus hermanos en 1944 (uno, soldado; el otro, sacerdote). La mejor noticia de ese tiempo fue, sin duda, su boda con Ana en Zagreb en 1943. El día quedó deslucido por los bombardeos aliados, detalle que recordaron sus amigos cinco décadas después para celebrar en Pamplona con particular alegría sus bodas de oro matrimoniales. En 1944 nació su primera hija, Elica.

Tras numerosas gestiones para lograr el reencuentro familiar, este se produjo en Múnich en 1956

La llegada de los comunistas a Zagreb en 1945 llevó a Luka a una decisión tan dura como necesaria: el exilio. Ejercer el periodismo, pertenecer a ámbitos católicos y haber escapado de un campo de concentración comunista constituían elementos de riesgo que, pensando en su familia, aconsejaban la salida. Dejó Croacia en mayo y no regresó en cuarenta años. Partió para Italia, donde tenía algunos conocidos y confiaba encontrar un clima político abierto tras el final de la guerra. Recorrió diversas ciudades como refugiado, condición que quedaba expresada en su carné de la Cruz Roja Internacional, el único documento de que disponía. Estuvo algunos días en campos organizados en Bolonia y Módena y unos meses en Fermo.

Entre Roma y Madrid

Arrancaba así un periodo de destierro y desarraigo hasta que pudo reunirse con su esposa y su hija en 1956. Luka lo recordará como un tiempo particularmente difícil: con su familia lejos y en situación delicada, sin un panorama profesional claro, con dudas sobre las decisiones tomadas y por tomar... Fueron los años en que se desarrolló de modo particular su vena poética.

De Fermo salió gracias a unas gestiones realizadas por un amigo croata, Vlado Vince, que vivía en Roma y le ofreció un trabajo en la Asistencia Pontificia, una institución creada por Pío XII en 1944 para ayudar a los refugiados. Vince, con quien coincidió en Zagreb, fue una persona particularmente querida por Brajnovic, entre otros motivos porque gracias a él conoció al fundador del Opus Dei, Josemaría Escrivá. Ese encuentro tuvo lugar en la plaza de San Pedro en 1946. Estaban presentes, además, Álvaro del Portillo y Anton Wurster, otro croata amigo de Luka que años más tarde trabajó en la Universidad de Navarra y a quien Brajnovic sustituyó como profesor.

«Pocas veces he experimentado tanta paz y alegría como durante y después de mis encuentros posteriores con Josemaría Escrivá»

Esa conversación con Josemaría Escrivá le transmitió la paz que necesitaba, como recuerda en sus memorias: «En aquel entonces, me encontraba en una encrucijada sobre la que había bajado una espesa niebla de desaliento, dudas, tristezas y rebeldías. Sin embargo, aquel hombre me atrajo inmediatamente con su amabilidad, optimismo y elegancia. No era un extraño que se limitara a cumplir con lo que pide la simple cortesía, sino un sacerdote santo al que parecía haber conocido desde siempre. […] En sus ojos lucía una visible —palpable— madurez, al mismo tiempo amable y sonriente, profunda y rebosante de simpatía, sabia y venerable. […] Pocas veces he experimentado tanta paz y alegría como durante y después de mis encuentros posteriores con él». Ya en Madrid, en 1953, Luka Brajnovic pidió la admisión en el Opus Dei.

En 1947, decidió trasladarse a España. Wurster y Vince se habían marchado allí y dos hermanos de su mujer, Pablo y Tomislav Tijan, vivían en Madrid. Llegó a la capital española en diciembre y se alojó en el Colegio Mayor Santiago Apóstol. Consiguió una beca de colaboración y comenzó Filosofía y Letras, carrera que luego terminó en Pamplona.

Con otros compatriotas suyos, sacó adelante la revista Osoba i duh (Persona y Espíritu). Tras numerosas gestiones para lograr el reencuentro familiar, este se produjo en Múnich en 1956. En el andén del Orient Express Luka entregó a su esposa un ramo de doce rosas rojas, una por cada año de separación. Con humor, comentó varias veces que ese día celebró su «segundo matrimonio con la misma mujer». Elica, a los 12 años, conoció a su padre: «Mi madre —recordó en el acto del pasado mes de enero— dijo: “Es papá”. Y yo le di la mano y le saludé con toda formalidad: “Mucho gusto, señor”. Mi padre me abrazó y a partir de ese abrazo él se hizo real».

La deseada estabilidad

La familia se estableció en Madrid, donde nacieron Olga y Antonio. Pero en 1960 hubo un nuevo traslado, en este caso a Pamplona. Luka primero trabajó en el sector de las artes gráficas, poniendo en marcha una imprenta. Después, a sugerencia de Antonio Fontán, se incorporó como profesor al entonces Instituto de Periodismo, para sustituir a su amigo Anton Wurster, fallecido en octubre de 1961. Comenzó la etapa más estable para la familia Brajnovic. En Pamplona nacieron sus hijas Lijerka y Ana María y varios de sus nietos.

En pocos años, Luka Brajnovic se convirtió en don Luka. Su historia, llena de sufrimiento y heroísmo, su carácter extremadamente amable, forjado por historia del siglo XX europeo, y su sabiduría en las materias que impartía (Sociología de la Información y Relaciones Públicas, Tecnología de la Información, Literatura Universal y Ética) le hicieron inolvidable para muchos de sus alumnos.

Decenas de estudiantes recuerdan sus clases y conversaciones con él dentro y fuera del aula

La elegancia de su modo de vestir (los abrigos largos, los trajes cruzados, las gafas amplias de moldura metálica, la corbata, la bufanda o el sombrero) destacaba los dos rasgos que probablemente mejor identificaban a don Luka: su sonrisa permanente y su mirada bondadosa y atenta, en actitud de aprender de su interlocutor. Decenas de estudiantes recuerdan sus clases y conversaciones con él dentro y fuera del aula, en la cafetería o en su casa de la calle Sangüesa, durante prolongadas tertulias literarias.

«Tuve suerte de contar con unos magníficos alumnos que —por lo menos en gran parte— fueron más que alumnos: unos buenos amigos»

El propio don Luka explicó la clave para entender su relación con los estudiantes en el homenaje que recibió al jubilarse en 1992: «Tuve suerte de contar con unos magníficos alumnos que —por lo menos en gran parte— fueron más que alumnos: unos buenos amigos. Me acuerdo de casi todos. No podría citar nombres ni de todos ni de la mitad de ellos, pero recuerdo perfectamente sus fisonomías y sus personas como tales. He procurado siempre comportarme como amigo y no como un simple árbitro en el maratón hacia la licenciatura y el título».

De hecho, el profesor Brajnovic tenía por costumbre no suspender, pues entendía que la vida acabaría haciendo justicia, también en esto. Su visión despegada de la excesiva evaluación de resultados se muestra en la siguiente anécdota narrada por Pedro de Miguel, antiguo director de Nuestro Tiempo,en 2001: «Era el examen final de Literatura Universal. Los futuros licenciados en Historia llevábamos, como siempre, algunas ayudas escondidas en la ropa. Pero diez minutos después de dictar las preguntas, don Luka se quitó las gafas y dijo muy serio: “Pueden ustedes copiar lo que quieran: sin gafas no veo nada”. Quedamos paralizados. A la salida del examen, el comentario fue unánime: “¿Cómo podía uno ser tan canalla de copiar en aquellas condiciones?”».


Vídeo de la Facultad de Comunicación (2010)


Elica aludió a esos rasgos del carácter de su padre y a otros en su ya citada intervención: «Y ¿qué me enseñó? Su respeto por la libertad, vivida con responsabilidad, ya que nunca me dijo lo que debía hacer, o qué carrera escoger; la necesidad de ser siempre agradecido (de hecho la primera frase que aprendí de él en castellano fue “Gracias por su regalo”); su rectitud: decía que el éxito es pasajero, que lo importante es dejar huella en los que nos rodean, con nuestra vida diaria, intentado siempre hacer el bien; su amor a la Verdad, una verdad que nunca puede ser relativa y que hay que defender con pasión; y su otra pasión, la justicia, quizás el campo donde más sufrió».

A principios de los ochenta la salud de don Luka comenzó a empeorar, especialmente tras una operación de corazón en 1983. Después tuvo varios infartos cerebrales y, poco a poco, se fueron limitando sus movimientos y sus capacidades intelectuales, aunque pudo volver a su Kotor natal en 1986 y viajar a Roma en 1992 para asistir con emoción a la beatificación de Josemaría Escrivá en el mismo lugar donde le había conocido en 1946. También voló a Zagreb en 1997 tras la concesión por parte del Gobierno de Croacia de la estrella Marulic por su esfuerzo por conservar y desarrollar la cultura croata.

«La enfermedad no ha hecho sino resaltar más sus grandes pasiones en esta vida: el amor a Dios y el amor a mi madre»

Unas líneas escritas por su hija Olga en el epílogo de Despedidas y encuentros reflejan el temple interior de don Luka en el tramo final de su vida: «La enfermedad no ha hecho sino resaltar más sus grandes pasiones en esta vida: el amor a Dios y el amor a mi madre, que ha sido siempre como el de un recién enamorado. Uno de los peores infartos cerebrales le sobrevino en casa cuando mi madre estaba preparando la comida y él había ido a cambiarse de zapatos a su habitación. Tuvimos que llamar a una ambulancia, que le trasladó a la Clínica. Cuando llegó allí, no podía reconocerme y se encontraba totalmente desorientado. Le dolía tanto la cabeza que no podía parar de moverse de un lado a otro. Llamamos al sacerdote para que le impartiera la absolución porque la situación era crítica. No pudo confesarse, aunque quería hacerlo, porque no comprendía las preguntas del sacerdote, pero en cuanto este empezó a recitar las oraciones de la absolución, dejó de moverse, sonrió y contestó a cada una de ellas con devoción. Cuando el sacerdote terminó, los médicos intentaban averiguar hasta qué punto estaba dañado el cerebro de mi padre y le hacían preguntas. No conocía a nadie ni sabía dónde estaba. En un momento un médico señaló a mi madre y le preguntó: “¿Conoce a esa señora?”. De nuevo se calmó, sonrió y asintió. “¿Quién es?”, insistió el médico. “La mejor mujer del mundo”, fue su respuesta. Aunque no podía recordar su nombre, sabía quién era ella: el amor de su vida. A los demás no pudo reconocernos hasta varios días después, cuando comenzó a recuperarse».

“¿Conoce a esa señora?”. De nuevo se calmó, sonrió y asintió. “¿Quién es?”, insistió el médico. “La mejor mujer del mundo”

Don Luka falleció en Pamplona el 8 de febrero de 2001. Durante el velatorio, su féretro estuvo cubierto por la bandera de Croacia. Ana murió el 13 de agosto de 2017.

No sabemos cómo hubiese reaccionado otra persona en su situación, en un contexto de guerra, muerte, separación de las personas queridas y dificultades materiales y morales de tal envergadura que llevaron a don Luka a hacer un resumen escalofriante de su existencia: «He pasado todos los días de mi vida luchando positivamente contra el odio». Él, sin duda, venció la batalla contra el rencor.

Miguel Ángel Iriarte

Nuestro Tiempo