Salir de una lógica de confrontación y trabajar juntos para dar respuesta a los desafíos

Entrevista a Isabel Sánchez, autora de «Mujeres brújula», publicada en L'Osservatore Romano.

Isabel Sánchez. Foto: Paola Gutiérrez

L'Osservatore Romano Salir de una lógica de confrontación y trabajar juntos para dar respuesta a los desafíos (Edición en PDF)

Isabel Sánchez, secretaria central de la Asesoría del Opus Dei, acaba de publicar con la editorial Espasa el libro «Mujeres brújula en un bosque de retos. Ideas para superar la adversidad». Un libro que presenta historias de mujeres que responden a algunos de los grandes retos, globales y transversales, que afectan al mundo de hoy, como la educación, la paz, el trabajo, la sostenibilidad o el cuidado.

Parte de la recaudación obtenida por las ventas del libro se destinará al fondo de «Becas Guadalupe», por el cual, en un total de 10 años, 100 mujeres africanas podrán cumplir estancias de investigación en algún centro universitario europeo. Luego regresarán a su propio país y revertirán en el desarrollo de su pueblo el saber adquirido.

Sánchez, nacida en Murcia y licenciada en Derecho, se trasladó a Roma para estudiar Filosofía y Teología. En 1995, comenzó a trabajar en las oficinas centrales del gobierno del Opus Dei. Desde 2010, dirige el consejo de mujeres que asesora al Prelado.

La idea de este libro surgió a raíz de la beatificación de Guadalupe Ortiz de Landázuri ¿Por qué cree que es tan importante, en la Iglesia y en la sociedad actual, hablar del liderazgo de las mujeres, de mujeres «brújula»?

Guadalupe Ortiz de Landázuri fue una mujer pionera y en muchos aspectos vivió adelantada a su época. Se trata de una de las primeras mujeres de España licenciada en Ciencias Químicas. Todo ese potencial que tenía, sus cualidades humanas, sus virtudes, supo ponerlas al servicio de las personas que la rodeaban, especialmente desde que conoció el Opus Dei y descubrió su vocación a la Obra como numeraria. De hecho, fue una de las tres mujeres que comenzó el trabajo apostólico de esta institución en América, trasladándose en 1950 a México, donde vivió seis años. Tras dedicar varios años a tareas de gobierno y formación tanto en México como en la sede central del Opus Dei, en Roma, regresó a España. Ahí compatibilizó esos encargos de formación con su dedicación a la docencia de la Química, su gran pasión.

Buscó con pasión amar a Dios en el ejercicio de su labor profesional, ya fuera el del gobierno de la Obra como su tarea docente: la que en cada momento la ocupara. Además, llevó con gran sentido cristiano una afección cardíaca, que fue la causa de su fallecimiento con apenas 59 años, en 1975.

En Guadalupe y en muchas otras mujeres a las que he conocido gracias a mi trabajo, descubro un liderazgo que presenta algunos rasgos muy positivos como la orientación a la persona, la inclusión, el cuidado, el hacer colaborativo…, rasgos que, según me parece entender, son apremiantes en el momento presente, tanto para la Iglesia como para la sociedad, laceradas de heridas como el individualismo, el descarte o la exclusión.

¿Qué criterio siguió para elegir las historias que narra en su libro?

Me gustaría aclarar primero que en ningún momento se me pasó por la cabeza escribir este libro. La propuesta, como resalta usted en la primera pregunta, surgió de la Editorial Planeta tras leer una entrevista que me hizo el periódico español El Mundo con motivo de la beatificación de Guadalupe Ortiz de Landázuri, el 18 de mayo de 2019.

Mi primera reacción fue de sorpresa, pues dudaba de que pudiera tener algo que compartir en las páginas de un libro. Pero luego, reflexionando, me di cuenta de que durante los más de 25 años que llevo en Roma trabajando en una institución de la Iglesia, he conocido de primera mano a muchas personas valientes y comprometidas en los cinco continentes, cuyas historias sí valía la pena compartir.

Sus historias responden a algunos de los grandes retos, globales y transversales, que afectan al mundo de hoy, y cada uno de los cuales da forma a los capítulos del libro: educación, paz, trabajo, sostenibilidad o cuidado son algunos de ellos. La toma de postura de estas mujeres concretas frente a cada uno de esos retos fue para mí el criterio que guió el proceso de escritura.

En muchas de estas mujeres —en el caso de Guadalupe es evidente— se descubre que hay como un manantial del que surgen estas actitudes positivas: el amor a Jesucristo, el trato personal con Él mediante una vida espiritual plenamente insertada en las circunstancias ordinarias.

Usted habla de mujeres, muchas de las cuales ha conocido en sus viajes por todo el mundo. ¿En qué países de los que ha visitado cree que se han dado grandes pasos hacia la igualdad? ¿Y en cuáles queda mucho por hacer?

Diría que la igualdad es un reto global, pues la incorporación de la mujer al mundo laboral y a la esfera pública, por así decir, es un fenómeno todavía reciente. Aplaudo las numerosas medidas sociales, empresariales y políticas que se están favoreciendo para lograr que la integración entre el trabajo y la vida personal sea una realidad cada vez más extendida.

Se han dado muchos pasos para hacer consciente al hombre de que este reto lo incluye también a él al cien por cien, pues tanto el trabajo como el proyecto familiar son responsabilidad de todos.

Ahora debemos salir de una lógica de confrontación, de enfrentamiento, de rivalidad y trabajar juntos para dar respuesta a los desafíos que la sociedad de hoy demanda. Poner el cuidado de la persona al centro del sistema laboral y social es toda una revolución y nos corresponde a todos.

¿Es un libro pensado sólo para que lo lean las mujeres?

En absoluto. Me ha dado una gran alegría recibir mensajes de hombres que me escriben diciendo que han leído «Mujeres brújula» y que comparten plenamente la visión de la relación entre el hombre y la mujer que se presenta en el libro. Como decía antes, el libro, en definitiva, pretende animarnos a tomar posición ante los desafíos del mundo en que nos ha tocado vivir y ese llamamiento incumbe a hombres y mujeres, pues los retos que se presentan son responsabilidad de todos.

Por otra parte, aunque el libro se titula «Mujeres brújula» y narro sobre todo historias de mujeres —pues son las que he conocido de primera mano por mi trabajo—, también aparecen en sus páginas varios «hombres brújula» a los que admiro profundamente.

En el libro se reflexiona sobre una «nueva visión del feminismo en la que mujeres y hombres trabajan codo con codo para construir un nuevo modelo de sociedad que dé respuesta a las inquietudes que el futuro nos plantea». ¿Cuáles serían las claves para conseguirlo?

Diría que este nuevo modelo de sociedad que queremos construir, basando en el respeto a la dignidad de cada persona, es responsabilidad de todos, y que cada uno puede contribuir aportando su granito de arena, por pequeño que parezca.

Lo primero que propongo, y así aparece en el primer capítulo, es conocernos. Saber quién soy, cómo soy y cómo estoy, y a partir de esa reflexión, «calibrar» mi brújula, apuntar hacia el norte: saber a dónde voy. Si cada uno piensa en cómo contribuir al bien común de la Iglesia o de la sociedad desde «su pequeña parcela», el cambio puede ser enorme.

En cierto sentido, es lo que nos propone el Papa Francisco en su nueva encíclica Fratelli tutti al hablar sobre la amistad social. Pongo un ejemplo. En el libro se aborda el reto de la paz, que es inmenso, prácticamente inabarcable. Uno podría pensar que es un desafío imposible de resolver. Pero a la vez se narran historias de perdón, entre otras, la de una mujer argentina que es capaz de perdonar al marido que la abandonó y la dejó sola con varios niños pequeños. Y se cuenta la batalla que tuvo que librar dentro de ella entre el rencor y la reconciliación, entre la amargura y la esperanza. Con estos actos personales heroicos podemos hacer mucho. Al menos ella fue capaz de transmitir a sus hijos el valor de la familia y del perdón, y reconocía que ahí encontró la fuerza para enfrentar con paz una enfermedad mortal.

¿Cree que la crisis laboral y económica provocada por el Covid-19 afectará más a las mujeres?

En los últimos meses se han elaborado varios estudios en universidades y escuelas de negocios que así lo demuestran. Aunque en algunos países se da una creciente intervención del varón en el hogar, a día de hoy se puede afirmar que recae sobre la mujer la mayor parte del cuidado de la casa o de familiares en situación de dependencia.

Esta crisis sanitaria, que ha sido como un golpe inesperado —a mí me sorprendió a punto de enviar el libro a la imprenta—, nos tiene que llevar a cuestionarnos los modelos sociales y el estilo de vida que estábamos llevando. Como he afirmado en otras ocasiones, me parece que estamos en una encrucijada clave, debatiéndonos entre una sociedad del cuidado o una sociedad del descarte, entre la productividad como divinidad o el cuidado de la persona como centro. Y no es sostenible que una sola parte (hombre o mujer) asuma la mayoría de este peso. No sería justo ni responsable. El Papa Francisco ha afirmado recientemente que, de esta crisis, o salimos juntos o no saldremos.

Feminismo, sororidad, conciliación, brecha salarial, igualdad, empoderamiento… Son términos que hoy en día inundan el debate social y político. ¿Cree que existe el riesgo de banalizar estos asuntos si no se realiza previamente una reflexión profunda?

Estoy totalmente de acuerdo. Nos estamos jugando mucho como para limitarnos a repetir eslóganes o frases manidas. Es cierto que los cambios sociales se producen a una velocidad de vértigo, pero precisamente por eso exigen de nosotros un proceso de reflexión profunda.

Hemos de cuestionarnos: quién soy, qué valoro, qué clase de sociedad quiero construir, hacia dónde me encamino y no dejarnos arrastrar por las circunstancias. Sobre todo en temas tan esenciales como el trabajo, la familia o las relaciones de amistad y convivencia, la libertad religiosa, que dan sentido y forma a nuestro proyecto vital, y puede acercarnos o alejarnos de esa felicidad a la que todos aspiramos.

Considero que en la fe cristiana encontramos toda la belleza, toda la verdad, todo el bien. Y como todo corazón humano vibra con estos valores, es muy fácil entablar un diálogo abierto con todos nuestros contemporáneos.

Es fundamental fomentar el diálogo y la escucha, ser creativos, sentirnos protagonistas y estar abiertos a las propuestas de los demás desde nuestra propia identidad. En el libro, por ejemplo, cito autores o intelectuales con los que no coincido en muchas de sus propuestas, pero he encontrado en ellos ideas que han enriquecido mi visión sobre varios temas.

En la intención de oración del Papa del mes de octubre, pidió rezar para que las mujeres participen más en instancias de responsabilidad en la Iglesia. Desde su experiencia, ¿qué supone la visión de una mujer en las instancias de responsabilidad de la Iglesia?

A lo largo de su pontificado, Francisco ha demostrado con hechos concretos su deseo de reconocer la contribución de la mujer a la Iglesia, nombrando a varias mujeres para puestos de responsabilidad en el Vaticano.

Personalmente pienso en la necesidad de revalorizar no sólo el papel de la mujer, sino de los laicos en general, en el seno de la Iglesia universal.

Por su parte la mujer, como he afirmado en otras ocasiones, tiene a mi modo de ver un valiosísimo potencial, pues es poseedora de una escala de valores basada en la primacía de la persona, de un patrimonio de siglos en el cuidado que desean compartir, y de una capacidad notable de hacerse cargo de forma integral de las situaciones. Esta visión es no sólo complementaria a la del hombre, sino que necesariamente se ha de fundir con ella para ofrecer un punto de mira de la realidad mejor ajustado, más acertado e innovador.