«Empezamos a añorar como tesoros las cosas más sencillas»

«Dios existe y nos ayuda», afirma Isabel Sánchez, autora de ‘Mujeres brújula. En un bosque de retos’, editado por Espasa.

Isabel Sánchez. Foto: Paola Gutiérrez

La Verdad de Murcia «Empezamos a añorar como tesoros las cosas más sencillas»

Una tarde, ya lejana, mientras Isabel Sánchez (Murcia, 1969) se encontraba estudiando con una amiga, esta insistía con gran entusiasmo en invitarla a una fiesta de la clase, mientras ella le iba dando largas; su amiga esgrimía muy variados argumentos hasta que, finalmente, le espetó: «Pero, ¿es que tú no quieres ligar?». A lo que Isabel Sánchez le respondió, con sencillez: «Pues la verdad es que no». Su compañera de estudios se quedó paralizada y, como la miraba boquiabierta, tuvo que explicarle que ya tenía su ‘partidazo’, «que era ni más ni menos que Dios». «Entonces», insistía la amiga, angustiada: «¿No te vas a casar? ». Y, sin darle tiempo a responder, empezó a llorar.

Isabel Sánchez, hoy abogada y relevante asesora del Opus Dei, hizo «lo que pude» para dejarle claro que era muy feliz, «que tenía el corazón lleno de amor» y que no «echaba en falta nada». Su amiga necesitó tiempo para comprender su forma de vida, mientras ella, «hasta el día de hoy», no deja de «asombrarse» por el hecho de que pueda «darse esta maravilla». Este episodio de su vida es uno de los que cuenta en ‘Mujeres brújula. En un bosque de retos. Ideas para superar la adversidad’, que ha editado Espasa publicitando que se trata de «una guía de crecimiento escrita por una de las mujeres más influyentes de España».

‘Mujeres brújula’ aparece en un momento, cuenta la autora, en que el coronavirus, que está cambiando el mundo, «ha sacudido como un fuerte viento las ramas de nuestro existir y, de repente, hemos visto caer, por superfluas, un sinfín de cosas que parecían indispensables y no eran más que hojarasca».

Isabel Sánchez lo tiene claro: «En nuestra cultura de la muerte ha brillado el valor del aliento vital. En la frenética cultura del consumo, hemos vuelto un poco más la mirada hacia las personas; por fin hemos conocido a nuestros vecinos». Y, de este modo, «el ruido habitual ha dejado paso al silencio, y el tiempo ha retomado dimensiones humanas. Se han transformado nuestros sofisticados deseos y empezamos a añorar como tesoros las cosas más sencillas». No todo es oscuridad. «Poco a poco», sostiene, «aprendemos a gustar placeres olvidados: conversaciones profundas, la compañía de buenas lecturas, la alegría de aprender a hacer algo nuevo, el arte de rezar...».

Es cierto: «El coronavirus nos ha puesto ante la vida y la muerte, cambiando nuestros parámetros de interpretación. No somos los dueños del mundo y se nos ha dado la oportunidad de cambiar nuestra arrogancia por confianza».

Humildad

Isabel Sánchez, que desde 2010 dirige el consejo de mujeres que asesora al prelado en el gobierno de la institución católica a la que pertenece, recuerda esas tardes en las que, «como otros tantos», se arrodillaba «interiormente» cuando sonaban «las campanas de la ciudad para recordarnos que Dios existe y nos ayuda». Y es que, indica, «también hemos aprendido a afrontar la vida desde la humildad». «Solo desde esa nueva posición», añade, «lograremos hacernos personas nuevas para una nueva era y modelar así el futuro».

En su opinión, «nuestra condición común de reclusos urbanos, sin control alguno sobre nuestros destinos, ha evidenciado lo que realmente somos: humanos vulnerables e interdependientes, capaces de vivir y de gozar con lo esencial».

La autora está convencida de que «lo queramos o no, nuestra vida deja huella. Y vivir pensando en ese legado puede ser un motor que extraiga lo mejor de nosotros y nos lleve a desarrollar potencialidades que desconocíamos e, incluso, nos ayude a morir en paz».

En ‘Mujeres brújula’ cuenta el caso de una enferma de leucemia que «escogió dejar a sus hijos y nietos un legado de amor y no de odio. Tragándose su propia pena, abrió su corazón al marido que la había abandonado años atrás y, así, recuperó para sus hijos un padre y para sus nietos un abuelo. Ella se conquistó un premio adicional: afrontar la muerte con una gran paz».

Desafíos

El siglo XXI, precisa, «presenta muchos desafíos a la mujer y al hombre de nuestro tiempo», pero ella prefiere «enfocar el asunto desde otra perspectiva: la mujer del siglo XXI, desde su nueva posición en el mundo –al menos en los países más desarrollados–, está llamada a presentar numerosos desafíos a la historia y a resolverlos de modo genuinamente originales». Y tal vez, propone, «un camino necesario será el que anuncia Rilke en sus ‘Cartas a un joven poeta’: «La gran renovación del mundo consistirá, quizá, en que el hombre y la mujer, liberados de todos los sentimientos erróneos y de todas las desganas, no se buscarán como opuestos, sino como hermanos y vecinos. Y se realizarán juntos como personas». Y qué mejor momento que el actual para «elegir qué puente tender, qué muro derribar, qué talento hacer crecer, qué proceso iniciar, qué dirección marcar».

A la hora de escribir este libro, reconoce, para ella ha sido crucial el hecho de «haber tenido el privilegio, a lo largo de estos años, de conocer a hombres y mujeres comprometidos con la búsqueda de un trabajo digno para todos, con la promoción de la educación a todos los niveles, entusiasmados con construir oasis de paz a su alrededor». «Mirándolos a ellos», prosigue, «escuchándolos, cambió mi mirada sobre el mundo y, como consecuencia, se ampliaron mis horizontes vitales». Y tiene un deseo: «Me gustaría que eso también le sucediera a otros». A Isabel Sánchez le fascina esta reflexión de Alejandro Magno: «De la conducta de cada uno depende el destino de todos». Es algo que tiene muy presente cada día, acaricie el sol o sean las tormentas las que arrecien.

Antonio Arco

La Verdad