«Si el feminismo es igualdad de derechos, soy súper feminista»

Irene Hdez. Velasco entrevista a Isabel Sánchez, secretaria de la Asesoría Central del Opus Dei, con motivo de la beatificación de Guadalupe Ortiz de Landázuri.

Isabel Sánchez.(1969, Murcia). Foto: Sergio González Valero (El Mundo)

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Isabel Sánchez.(1969, Murcia) Abogada, es la mujer que ocupa el puesto más importante en la jerarquía del Opus Dei. Es la secretaria de la Asesoría Central, el organismo compuesto por mujeres que asesora al prelado de esa organización.

Vive en Roma desde 1992 y se encuentra estos días en Madrid para asistir a la beatificación de Guadalupe Ortiz de Landázuri, la primera mujer laica del Opus en subir a los altares. ¿Quién era?

Guadalupe es una mujer de los años 40, fuerte, apasionada, audaz y magnánima, que vivió adelantada a su tiempo, gracias sobre todo a la apertura de su padre y su madre.

¿A qué se refiere con que vivió adelantada a su tiempo?

Era la única chica de su familia y su padre, militar, fue trasladado a Tetuán, donde entonces sólo había un colegio, un colegio masculino. Guadalupe estudió allí y tuvo que hacerse valer. Para ganarse el respeto de sus compañeros apostó con ellos a ver quién era capaz de beberse de golpe un tintero lleno de tinta. Ganó ella. Luego fue a la universidad y estudió Química, en una época en la que eran pocas las mujeres que cursaban estudios superiores. Vivió un episodio muy duro: la ejecución de su padre al comenzar la guerra civil. Después conoció a san Josemaría y enseguida pidió la admisión en el Opus Dei. Es la primera mujer que lleva la Obra a México, donde por cierto iba con pistola.

¿Y qué milagro ha hecho para ser elevada hoy a los altares?

La curación de un carcinoma basilar en el ojo de un señor que vive en Barcelona. De la noche a la mañana se curó de esa enfermedad, que era bastante visible y que le había sido diagnosticada de modo muy rotundo por varios oftalmólogos. Le tenían que operar, tenía miedo y fue a rezar a una capilla en la que encontró una estampa de Guadalupe, a la que le pidió con mucha fuerza que no le tuvieran que operar. Durmió tranquilo y a al día siguiente se levantó y el carcinoma había desaparecido. El médico que le revisó no se lo podía creer y certificó que era incomprensible. Los médicos y teólogos de la comisión teológica que revisa los milagros también estuvieron de acuerdo en que esa curación no tenía explicación.

Usted que cree en los milagros, ¿qué milagro le gustaría que se hiciera realidad?

Me gustaría que todo hombre descubriera que es hijo de Dios, que es eterno, que es amado.

¿Y usted cuando experimentó eso en su vida?

Desde pequeña he tenido conciencia de que había alguien que me estaba cuidando y velaba por mí. Lo he sentido muy claramente en varias etapas de mi vida, muy claramente cuando murió mi madre cuando yo tenía 9 años. Jamás me he sentido huérfana. Siempre he sentido la presencia de Dios que vela por el mundo.

Usted ocupa el puesto más importante que pueda ocupar una mujer en el Opus Dei, es la secretaria de la Asesoría Central, un organismo compuesto por unas 40 mujeres de distintas nacionalidades. ¿Qué hacen?

La Asesoría Central es el consejo que ayuda al prelado en todos los asuntos relacionados con las mujeres: su formación, su impulso... Aportamos motor y fantasía, porque la mujer está tan pegada a la vida, a la vida concreta, que eso siempre le lleva a buscar soluciones nuevas. Pero no estoy segura de que sea el puesto más importante, el más importante es aquella persona capaz de hacer mayor bien a su alrededor, y ese alguien no sé quién es. Puede ser una anciana que ya casi no puede hablar o una señora africana que saca adelante a su familia. Pero es verdad que yo tengo más capacidad de decisión en el Opus Dei que ellas.

¿Ustedes aconsejan al prelado del Opus Dei sólo en temas de mujeres o de cualquier otro tipo?

En temas de cualquier tipo. Pero para que lo entienda: yo no puedo decidir que un hombre se vaya a la luna, puedo sugerirlo pero no me toca a mí decidir. Pero si se trata de una mujer, sí puedo decidir.

Entiendo entonces que el organismo que usted preside es una especie de C-9 (el consejo de 9 cardenales que asesora al Papa Francisco) pero de mujeres y para ayudar al prelado del Opus Dei...

Vale la comparación, para entendernos, pero no sé cuáles son exactamente sus atribuciones.

¿Y cuál es la decisión que más le ha costado tomar en el desempeño de su cargo?

Durante los últimos conflictos armados en Líbano hubo una decisión difícil de tomar. Debíamos decidir qué hacer con la gente de la Obra allí. "¿Qué hacemos, les decimos que desalojen, que se vayan de allí, o que permanezcan y aguanten todo lo que sea posible?", nos preguntábamos. Al final, optamos por dejar la decisión en manos de cada persona. Algunos nos dijeron que tenían miedo y que querían salir, pero muchos, la mayoría, quisieron quedarse.

También la Asesoría Central, cuando hay que elegir a nuevo prelado del Opus Dei, propone los nombres de los que deben optar a ese cargo. Las mujeres no participan en la votación final, pero si apuntan quiénes deben ser los candidatos, digamos que hacen una primera criba. ¿Es así?

Así es. Sugieren y, en principio, entre esos nombres tiene que ser elegido el nuevo prelado. Así que no sólo sugieren, sino que de algún modo acotan la elección.

En el C-9, el consejo que asesora al Papa, todos son hombres, nueve cardenales...Y en el colegio cardenalicio que elige a los pontífices tampoco hay mujeres. ¿Le gustaría que hubiera?

En el colegio cardenalicio no sé si me gustaría ver a una mujer. Lo que sí me gustaría es ver a muchas mujeres en muchos lugares de la Iglesia. El Papa Francisco pone mucho énfasis en ello, tiene un gran reconocimiento a lo que las mujeres pueden aportar y una gran apertura en ese sentido.

¿Dónde debe estar la mujer en Iglesia?

No en el colegio cardenalicio, pero hay otros muchos puestos donde tiene que brillar la mujer. El primero que tiene que brillar es el cristiano de a pie, hombres y mujeres. Hay muchos temas y asuntos en los que la perspectiva de la mujer puede aportar. Las mujeres tienen un gran patrimonio espiritual adquirido, y sería penoso que ni la Iglesia ni la sociedad supiéramos aprovecharlo.

Históricamente, ha habido cardenales que no eran sacerdotes, que eran laicos. ¿Eso no podría abrir las puertas a la entrada de las mujeres en el colegio cardenalicio?

Lo que yo creo que habría que hacer poco a poco, y mejor si se hace rápido, es una criba de las funciones que realmente le corresponden a un sacerdote y cuáles son los encargos que se han adherido a su función como si le fueran propios, y no lo son. Hay que incluir a los laicos, hombres y mujeres. No se puede mantener el cliché de que todo aquello de lo que se han encargado sacerdotes -sin que correspondiera estrictamente a su ministerio- va a seguir siendo de hombres. No. Además, la Iglesia es más femenina que masculina.

El Papa Francisco mandaba un mensaje recientemente a las religiosas de todo el mundo en el que les decía "servicio sí, servidumbre no" y las recordaba que no se habían hecho religiosas "para dedicarse al servicio doméstico del clero" ¿En el Opus Dei hay también este problema?

Un cristiano no es esclavo de nadie, ni si quiera de Dios, que es su Padre. El servicio es una marca a fuego del bautizado cristiano, que busca ser muy dueño de sí mismo y, al mismo tiempo, servidor de los demás hombres, a toda hora. La llamada al Opus Dei concreta ese servicio en el esfuerzo diario por sembrar el bien en y a través de la profesión que cada uno escoge. Entre las mujeres de la Obra hay catedráticas, abogadas, médicos, ingenieras, empresarias, peluqueras, actrices, cocineras... ¡de todo! Algunas eligen libremente desarrollar sus talentos en el cuidado de su hogar y su familia, como opción personal de cuidar el mundo. No hay clases y mucho menos servidumbres. Sí hay gran respeto de unos a otros y felicidad y orgullo en ese servicio.

La tarea de servir a los demás deberían empezar a asumirla también los hombres, ¿no cree?

Sin duda. Eso es algo que desde mi punto de vista se debe impulsar. La mujer ha llegado al espacio público, pero sólo llegar no basta. Tenemos que conseguir llegar y transformar, entrar nosotras en los espacios públicos y conseguir que el hombre entre en los espacios privados o familiares, y empoderarlo en ese ámbito. La sociedad debe entender también que ese ámbito privado tiene una dimensión pública fundamental, y el hombre ahí tiene mucho que aprender y seguramente mucho que aportar.

Necesitamos una sociedad más justa, más equilibrada, más igualitaria. Más atenta a lo vulnerable, porque nos vamos a encontrar a muy corto plazo con una sociedad llena de gente envejecida, enferma, desarraigada, herida por muchas guerras y conflictos...

Y ante los vulnerables hay dos opciones: o los descartamos o los integramos, los incluimos y los cuidamos. Esa segunda parte creo que es algo que hace mejor la mujer. Pero tiene que tener la fuerza de querer hacerlo y no quedarse con la lógica de dominio y de poder, una lógica que hoy es la predominante y que no han puesto las mujeres.

El Papa ha reconocido recientemente abusos sexuales a monjas por parte de obispos y de sacerdotes. ¿Por qué han tardado tanto en salir a la luz los abusos contra las mujeres dentro de la Iglesia, por qué han estado tanto tiempo silenciados?

Es un problema complejo. No sólo los abusos a mujeres han quedado silenciados, también los abusos a hombres adultos. Pero ha cambiado la sensibilidad, antes las víctimas de esos abusos no eran tan conscientes del camino que tenían que tomar para denunciar, además de que muchas de ellas sentían un gran respeto a la autoridad. Con frecuencia el mal silencia, encadena. No es fácil descubrir el mal que uno sufre, y en este campo menos. Y me parece que eso le ha pasado a hombres y a mujeres. Pero hoy, gracias a Dios, hay mucha más conciencia social y el Papa Francisco está determinado a combatir este problema con todas sus fuerzas, a que haya tolerancia cero. Se han liberado las autopistas para denunciar y todo el mundo ha tomado conciencia del problema.

¿Se considera feminista?

Si por feminismo entendemos el principio de igualdad de derechos entre el hombre y la mujer, igual dignidad y búsqueda de igualdad de oportunidades, sí lo soy, soy súper feminista. Las cosas tienen que cambiar, es evidente, pero con la colaboración del hombre.

¿Existe otro feminismo?

Existen muchos tipos de feminismo; el que yo defiendo aspira a romper techos, llegar alto, y transformar las cosas, escuchando una lógica diferente.