«El hospital de Ifema impresiona mucho, es brutal. Enseguida pensé 'este es mi sitio'»

El Norte de Castilla entrevista al vallisoletano Juan Jolín, que ha sido uno de los siete capellanes del hospital de campaña madrileño. Ayer se despidió de una experiencia que le «llevó hasta las lágrimas».

Juan Jolín en la capilla de Ifema.

El Norte de Castilla «El hospital de Ifema impresiona mucho, es brutal. Enseguida pensé 'este es mi sitio'»

Los siete capellanes de la catedral del dolor que ha sido el hospital de campaña de Ifema (Madrid) desmontaron y recogieron en la tarde de este jueves su oratorio. Una sencilla mesa y una cruz en un aséptico pabellón. Mañana, un acto oficial con autoridades les despide también a ellos, que llegaron allí el 25 de marzo. En este caso ese adiós suena a esperanza. A una crisis médica que va remitiendo. Entre esos 'siete magníficos' de la casulla, sustituida esta vez por un pijama blanco, protector facial, mascarilla y guantes, ha permanecido a pie de drama (también de optimismo) el vallisoletano Juan Jolín Garijo.

Pero si alguien le ha llegado aún más hondo han sido los sintecho que también acabaron entre las 1.300 camas de Ifema

Un religioso que une a su fe su condición de médico. Una doble profesión para curar cuerpos y consolar almas. Pero no una doble coraza. Juan Jolín se lleva grabada la mirada de esos 130 a 150 pacientes de covid-19 que ha tratado. «Eso te pasa factura», admite. Entre ellos, muchos mayores que «soportaron su dolor, miedo y drama en soledad». Para ellos fue su familia, muchos en su tránsito final. Pero también «tipos jóvenes de casi dos metros derribados por esta enfermedad».

Pero si alguien le ha llegado aún más hondo han sido los sintecho que también acabaron entre las 1.300 camas de Ifema. Tanto que, este verano, su habitual ruta misionera con jóvenes en algún país de África, la desarrollará entre los más vulnerables de Madrid. Los suburbios de Kinshasa, Lagos o Abidyan empiezan en la Puerta de Alcalá.

¿Ser también médico ha hecho más fácil su labor pastoral en este macrohospital?

Siempre te ayuda a ser más consciente de lo que te vas a encontrar. Si eres parte de un hospital lo vives como un miembro más de la plantilla. Pero lo de Ifema impresiona mucho, es mucho más brutal. Gente que caía cada dos o tres días. Y entonces dices 'este es mi sitio'.

Consolar a esos que se han ido, además en completa soledad, tiene que dejar huella por mucho que se sea médico-sacerdote. Veinticinco personas al día... Muchas historias, mucha vida, mucho miedo.

Muy duro, sí. He atendido a entre 120 y 150 personas en este mes y algunos días. Había que acercarse con mucho respeto. Te encontrabas con muchas carencias afectivas, gente muy desorientada... A la vez había que escuchar, comunicar. A veces con la mirada, sin palabras. Ellos y yo con mascarillas, entubados, cubiertos.

Los ojos concentraban todos los sentidos juntos...

Si, intentaba pensar qué haría si fuera de su familia. Cogía manos, las acariciaba. Ellos hacían igual, sobre todo los ancianos, siempre los más vulnerables.

Ante una crisis como esta, sale lo verdadero de cada persona

En estas circunstancias colectivas ¿la sociedad relativista y materialista está buscando más la religión?

Sí, es aquello de acordarse de Santa Bárbara cuando truena ¿no? He percibido que muchas personas querían volver a sus orígenes en recuerdo de una formación cristiana. Ese sentimiento familiar revive en situaciones así. Porque, ante una crisis como esta, sale lo verdadero de cada persona. Su familia, sus hijos, sus equivocaciones en la vida... lo material pasa a un segundo plano. Gente que pide y quiere perdón.

¿Y hay tiempo y lugar para el proselitismo religioso?

Nosotros éramos siete y hacíamos turnos de 12 horas pero íbamos a ver solo a las personas que nos avisaban que pedían nuestro servicio. Personas con ganas de consuelo y nostalgia revivida de esa educación.

¿Y han notado algún rechazo?

Al principio algún miembro de los servicios sanitarios se preguntaría '¿qué hace aquí un cura?'. Pero luego, ha habido comprensión, complicidad y contacto. Y mucho agradecimiento después. Incluso alguno de los pacientes o miembros de esos servicios ponía la oreja al vernos cerca y se interesaba por nuestra labor.

Por muy preparado que fuera, ¿se ha sentido en algún momento al límite de sus sentimientos?

La medicina y la Iglesia son sendos máster en humanidad. Y siendo sacerdote puedo poner las manos en Dios. Y las misas eran un descargo de angustias dolores y alegrías. Creo que sé controlar mis sentimientos (de hecho, alguna vez ha admitido que solo recuerda haber llorado en la muerte de sus padres y cuando se ordenó sacerdote)... Pero reconozco que una noche llegué a casa y me entró una llorera que no pude evitar.

Significado del dolor

¿Se lleva muchas historias personales en el regreso a su vida anterior?

Hay personas a las que, en el consuelo, les prometes que casarás a su hija o bautizarás a su nieto.. Pero solo lo haré si, cuando llegue el momento, me llaman. Quizá lo más bonito fue ver a las 150 personas sin hogar que trajo el SAMUR Social. Estos sí que sufren porque, cuando acabe esto, volverán sus problemas. He conocido gente con un futuro muy incierto, con historias terribles que me han llegado mucho.

Al dolor solo puedes acercarte con respeto. No puedes dar soluciones edulcoradas

¿El dolor tiene algún sentido nuevo para usted?

Al dolor solo puedes acercarte con respeto. No puedes dar soluciones edulcoradas. A veces basta escuchar, el silencio... Yo mismo a veces tampoco lo entiendo. Pero con la fe ves que detrás hay un Padre amoroso. No te sientes la víctima y percibes que el dolor es la otra cara del amor.

Juan Jolín volverá ahora a su labor en el colegio madrileño Retamar, «aunque el curso ya se da por terminado». Tendrá así más tiempo para procesar lo vivido y preparar su habitual campo de trabajo veraniego con jóvenes, a los que llevará este año a los extrarradios de la sociedad madrileña para trabajar con su 'cara b', la de la comunidad más rica de España.

Antonio Corbillón

El Norte de Castilla