Historia de dos fotografías

Luis de Castro es uno de los sacerdotes numerarios del Opus Dei recientemente ordenados en Roma. A partir de dos fotografías un primo de Luis relata sus impresiones tras la ordenación.

He estado ordenando mis fotografías y al revolver entre las recientes y las antiguas, me he fijado especialmente en dos, en las que aparecemos juntos mi primo Luis y yo.

La primera fotografía nos la hicieron en Galicia, hace ya bastantes años. Luis debía tener unos 11 años y yo unos 10. Estamos jugando con un caballo que había alquilado aquel verano nuestra abuela a unos lugareños y que era nuestro compañero de aventuras. Debía ser julio o agosto, en uno de aquellos inolvidables veranos gallegos que pasábamos toda la familia en Villarrube, en la provincia de La Coruña. Un tiempo de travesuras, de ilusiones y de sueños de futuro.

Luis y yo hemos sido siempre, además de primos, muy buenos amigos desde nuestra más tierna infancia. Al principio, Luis quería ser marino. Luego siguió los pasos paternos y estudió Ingeniería de Caminos, eso sí, en la especialidad de hidráulica, para no perder contacto con el medio acuático. Hemos compartido amistades y pasiones deportivas como el tenis, la pesca submarina y el surf. Recuerdo que a mi las olas me producían siempre mucho respeto y él era el primero siempre en meterse en el mar.

La segunda fotografía nos la han hecho en Roma hace pocas semanas. El 27 de mayo Luis fue ordenado sacerdote y al día siguiente celebró su primera Misa en la iglesia de Santa María de la Paz. Allí estábamos todos: sus padres, sus hermanos, su familia, sus amigos, y naturalmente sus primos.

Durante la ceremonia, en esa iglesia donde san Josemaría recibe la veneración de los fieles, recordé las primeras charlas de formación cristiana del Opus Dei a la que asistimos juntos hace algunos años Luis y yo, con un grupo de amigos y de primos de nuestra misma edad, en torno a los veintidós años, durante nuestra etapa universitaria. Las daba Carlos, un amigo nuestro del Opus Dei, en un nuevo centro que había comenzado en Madrid: Ciudad Lineal. Entre bromas y veras, imperceptiblemente, la vocación de Luis fue creciendo poco a poco por dentro. Lo mismo que la mía.

Luis, como en el surf, fue el primero en decidirse y entregarse a Dios en el Opus Dei. Otros, como yo, nos lanzamos algo después.

Durante la ceremonia de la ordenación pensaba en unas palabras que he oído muchas veces en los medios de formación cristiana del Opus Dei: Dios se sirve de pobres instrumentos humanos para sus planes divinos. Como en el surf, lo único que nos pide es que tomemos nuestra tabla y nos lancemos al mar, confiando en que Él nos mantendrá sobre las olas.

Así le ha sucedido a Luis: se ha servido de sus padres y hermanos, y de aquel maravilloso ambiente familiar, lleno de tanto sentido cristiano, con aquellas personas tan especiales que tan buen ejemplo nos dieron. Se ha servido de aquellos veranos gallegos llenos de amistad, en plena naturaleza, de aquellos momentos de oración y de trato con Dios; y también, por qué no, de tantas tardes tocando la guitarra, emulando a los "Beach Boys”… Dios está en todo: en lo que comprendemos y en lo que no comprendemos; en lo que nos parece más divino y en lo que nos parece, a primera vista, sólo humano.

El conjunto de realidades de todos estos años, las horas felices y las horas duras, las alegrías y los dolores, las olas difíciles de la vida, nos han ido conduciendo, de la mano de Dios -ahora lo veo con especial claridad- hasta estos momentos.

Dios se sirvió de su decisión de entrega en el Opus Dei, de aquel lanzarse el primero al mar, para que los que le rodeáramos nos decidiéramos también a ser generosos por el camino que Dios le pide a cada uno, en el celibato o en el matrimonio, como es mi caso. Pienso que quizá en esta época más que nunca, es el testimonio personal coherente, ese lanzarse sin miedo a las olas, lo que acaba removiendo y animando al encuentro personal con Cristo.

Eso es lo que ha sucedido en nuestra familia, en mi grupo de amigos, en este fin de semana romano. Cada uno a su manera ha experimentado que algo le tocaba fuerte en lo más hondo al ver la paz, serenidad y alegría de Luis y del resto de los nuevos sacerdotes en la ceremonia, especialmente en ese momento emocionante de la postración. Luego vino el abrazo del Prelado a cada uno de ellos, la primera consagración del Cuerpo y la Sangre de Cristo, la primera Misa…

Han sido unos días de gracia especial de Dios para todos. “Soñad y os quedaréis cortos” decía San Josemaría. Estas dos fotografías son una prueba de las maravillas y de los sueños que Dios quiere hacer realidad en nuestras vidas, a pesar de nuestras equivocaciones, limitaciones y defectos.

De niños y no tan niños Luis y yo soñábamos con aventuras increíbles, con un futuro lleno de cosas buenas. Los planes de Dios han llamado a nuestra puerta y han dejado pequeños nuestros sueños.