Fidelidad intangible

Artículo con motivo de la exposición "Un santo en datos" en Vigo.

He podido visitar en el Hotel Ciudad de Vigo (hasta el 9 de julio de 10.30 a 21.00) una exposición sobre una buena persona; algo que escasea.

Un pequeño homenaje a un buen sacerdote que fue sucesor de San Josemaría –el santo de lo ordinario– en el Opus Dei (la Obra de Dios). Se llamaba Álvaro del Portillo y la exposición se titula: "Un santo en datos".

De la exposición sales con ganas de ser mejor. Ves la vida de un buen hombre que se hizo santo porque sólo pensaba en los demás: tan sencillo y tan difícil a un tiempo.

Promovió labores sociales por todo el mundo que benefician a varios millones de personas cada año sin distinción de raza ni religión, y te produce hilaridad el tópico español de que "el Opus Dei es para los ricos".

Ves infografías formidables y bellos paneles retroiluminados con datos gráficos (estilo web 2.0) de la vida de este hombre fiel a sus principios sin miedo a la muerte.

Ves datos y más datos abrumadores, por ejemplo: los cerca de 500.000 kilómetros recorridos en 198 viajes desde sus 61 años hasta que cumplió 80 visitando y alentando a miles de personas por todo el mundo para que fueran mejores cristianos.

Ves a un hombre que te ve con una mirada serena y te preguntas si no será mejor pedir perdón, luchar por los demás y rectificar el rumbo las veces que haga falta para ser algo tan sencillo y tan difícil a un tiempo: una buena persona, un buen cristiano.

Ves en tu interior que en la empresa, en la amistad, en la familia todos anhelamos una fidelidad 100%.

Dicen que este santo puede ser llamado el santo de la fidelidad: falta nos hace. Una de las fotografías de la exposición (de Guadalupe de la Vallina: revista Jotdown) presenta la fresca imagen de un niño con sonrisa pletórica y confiada: la felicidad que –según este santo– nos dará la fidelidad.

Pablo Varela

Faro de Vigo