Sobresaliente humanidad

Obituario de Fernando Pereira Soler (1930-2018) Doctor ingeniero de caminos, ex director general del IESE.

La Vanguardia (Carlos Cavallé) Sobresaliente humanidad (PDF)

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Miles de empresarios de todo el mundo que fueron alumnos suyos, además de sus familiares y amigos, sentirán con dolor su pérdida, así como decenas de profesores que le tienen y estiman como maestro. Pero todos ellos le recordarán también con agradecimiento por todo lo que de él aprendieron, tanto de su competencia profesional como de su sobresaliente humanidad. Fernando fue no sólo un gran profesor de Contabilidad, sino también un maestro y un amigo que nos ayudó, con la inspiración de su vida buena y lograda, a vivir la nuestra, la de cada uno de los que tuvimos el privilegio de convivir y colaborar con él.

Fernando Pereira es reconocido en muchas escuelas de dirección de empresas del mundo como pionero en el difícil arte de la buena contabilidad: arte, porque supo combinar como pocos el rigor profesional con la facilidad para ayudar a entender los conceptos que hasta entonces eran privilegio de unos pocos. Tenía el arte de hacer fácil lo que hasta entonces parecía difícil. Su primer libro, editado en 1970, titulado Contabilidad para la dirección, y subtitulado Para los que no tienen más remedio que convivir con ella, avala esa afirmación con sus 25 ediciones, la última del año 2012, y más de 100.000 ejemplares. Dicho libro se ha revisado y reeditado nuevamente en el 2015 con el título Dirección y contabilidad financiera.

Como director general del Iese, escuela de negocios de la Universidad de Navarra, puso de manifiesto que dirigir es un arte y un proceso que comienza por saber escuchar. Fernando raramente interrumpía a su interlocutor, y por ello podía entender mejor los problemas de los demás, lo que facilitaba su resolución en la medida de lo posible. Las soluciones que proponía se basaban en su convencimiento de que dirigir es servir: servir a los intereses institucionales, pero sobre toingeniero do ponerse enteramente al servicio de todas las personas de la organización. Estaba convencido de que las empresas y las organizaciones son lo que son sus personas, y por tanto sus mejores esfuerzos iban encaminados a servir las necesidades de sus colegas y asociados, que en su caso incluían todo el personal del Iese y todos los alumnos y exalumnos. No es exagerado decir que todos guardamos de él un gran recuerdo por su humanización de la dirección.

Alumno de El Pilar, conocido colegio de Madrid, y doctor de caminos por la escuela superior de la misma ciudad, Fernando era sin duda un hombre abierto al mundo. Sus amigos le decían medio en broma y medio en serio: “Eres un ingeniero nacido en Madrid, que vives y trabajas en Catalunya, que te gustaría ser vasco y que ejerces de gallego”.

Había aprendido de Escrivá de Balaguer a tener alma universal y visión magnánima para comprender y ayudar a todos en lo posible, y apoyar a cualquier otra escuela de dirección del mundo dentro de sus competencias y posibilidades. Puso gran empeño en la creación de una escuela de negocios en Argentina e impulsó otra recién creada en México. Pero sobre todo, consolidó las relaciones excepcionales, que aún perduran hoy, entre el Iese y la Harvard Business School, que se habían iniciado a finales de 1963.

Fernando Pereira era un convencido del valor y la importancia de la amistad, basado en su conocimiento de los clásicos y en sus experiencias personales. Sabía que la verdadera amistad garantizaba virtudes cristianas como la sinceridad, la lealtad, la solidaridad y la libertad. Por ello hay tantas personas que le tienen como uno de sus mejores amigos, y que lo expresan estos días en sus mensajes de condolencia.

Todo ello lo hacía Fernando compatible con dedicar muchas horas a la lectura. Era su gran afición, que le convirtió en un ferviente lector, con preferencia de los autores ingleses de principios del siglo pasado. Conocía bien autores como Chesterton, C.S. Lewis, Knox, Newman, entre otros.

En ellos encontró lo que ya había aprendido de su padre, D. Camilo Pereira, y que constituía una singular característica de Fernando: el buen humor, muy inglés, de sorprender sin molestar y de saber reírse de uno mismo. Este arte lo dominaba como pocos y alegraba la vida de todos. Nunca ha habido en el Iese discursos tan esperados como los suyos, por su clarividencia y por su humor.

Su extraordinaria aportación al Iese en particular y a la sociedad en general se puede resumir en su empeño por perfeccionarse en su competencia profesional, para mejor poder así ayudar a profesores y alumnos, con una sincera actitud humana de servir a sus colaboradores y asociados. Le ayudaban sus profundas convicciones cristianas que sabía transmitir más y mejor con su ejemplo, que incluso con su facilidad de palabra y su natural buen humor. Que Dios le tenga en su gloria.

Carlos Cavallé

La Vanguardia