«La educación lo cambia todo»

Esta farmacéutica nigeriana, que desde hace 10 años lucha a favor de la promoción e igualdad de la mujer africana y que habla un casi perfecto español, acaba de ser galardonada con el premio Harambee.

Ebele Okoye lucha desde hace diez años por la promoción e igualdad de la mujer africana.

El Mundo «La educación lo cambia todo» (PDF)

Otras entrevistas a Ebele Okoye y noticias del premio Herambee España a la Promoción e Igualdad de la Mujer Africana.

*****

Pregunta.– Nigeria es la primera economía de África. ¿Cómo sería si las mujeres contribuyeran a ella con todo su potencial?

Respuesta.– Sería un país muchísimo más rico, un país mejor. Las mujeres representan el 50% de la población, podrían aportar muchísima riqueza. Sin embargo, la situación de muchas mujeres en Nigeria sigue siendo terrible: violaciones, violencia por parte de sus parejas, niñas obligadas a casarse ya que la legislación no establece una edad mínima para contraer matrimonio, marginación escolar… Sobre todo en el norte del país, muchas mujeres no pueden siquiera salir a la calle si no van con un hombre. Por no hablar de que Nigeria encabeza el ránking mundial de ablación de clítoris.

La situación de muchas mujeres en Nigeria sigue siendo terrible

P.– ¿Qué pequeño cambio marcaría una gran diferencia?

R.– Sin ninguna duda, la educación. Si las mujeres recibieran educación, eso repercutiría prácticamente en todas las facetas.

P.– Y para lograrlo, ¿sería necesario también educar a los hombres nigerianos?

R.– Sí, es algo fundamental, no dejo de repetirlo todo el tiempo. Si queremos cambiar las cosas, si queremos que Nigeria sea un país mejor, necesitamos trabajar juntos hombres y mujeres. Si no, no lo conseguiremos.

P.– ¿Cómo sería Nigeria si las mujeres tuvieran acceso a la educación?

R.– Todo cambiaría, y los primeros beneficiados serían los niños. Si las nigerianas tuvieran acceso a la educación, sus hijos recibirían también mejor educación y mejores cuidados médicos. Dejarían de morir tantos niños como mueren al año por enfermedades como la malaria, que si se conocen sus síntomas y cómo se debe actuar ante ella se puede evitar que sea mortal.

Si las nigerianas tuvieran acceso a la educación, sus hijos recibirían también mejor educación y mejores cuidados médicos

P.– ¿Y cómo es, sin embargo, la realidad?

R.– Nigeria es un país con una tradición patriarcal donde el hombre ocupa un puesto privilegiado. Los informes internacionales indican que las mujeres y las niñas de mi país sufren una desventaja y una discriminación sistemáticas que se magnifican para quienes viven en los estados y sectores más pobres de la sociedad.

Y todo eso se traslada a los hijos, porque los hijos dependen de las mujeres. Y si la mujer es analfabeta, sus hijos también son analfabetos. Si la mujer es pobre, sus hijos también son pobres. Pero insisto: todo eso cambiaría si las mujeres recibieran educación. La educación lo cambia todo.

P.– En España hay muchas mujeres nigerianas obligadas a prostituirse por las redes de trata de personas...

R.– Sí, lo sé. Son mujeres que, como en Nigeria no tienen oportunidades, buscan un futuro mejor y acaban en las garras de los traficantes de seres humanos. Es terrible.

Una de las cosas más importantes que también hemos logrado ha sido implicar a estudiantes universitarias en el futuro del país

P.– Su ONG, Women’s Board, ha ayudado en los últimos 10 años a 4.000 mujeres y niños a salir de la marginalidad social y educativa en Nigeria. ¿De qué logro está más orgullosa?

R.– Conseguir ayudar a todos esos miles de personas es una enorme satisfacción. Pero creo que una de las cosas más importantes que también hemos logrado ha sido implicar a estudiantes universitarias en el futuro del país. Uno de los problemas más graves de Nigeria es que no hay mujeres líderes, y nosotros tratamos de formarlas.

P.– ¿Llegará algún día la igualdad a Nigeria?

R.– Eso espero. Creo que es un proceso imparable, pero también soy consciente de que será difícil. Tanto que no sé decirle cuándo llegará esa igualdad. Sólo sé que llegará.

Irene Hernández Velasco

El Mundo