La madre y la hija que superaron el contagio y que luchan contra el coronavirus

Belén y Eulalia -madre e hija- han estado presentes en muchas despedidas precipitadas por el estallido de la Covid-19. Reproducimos una entrevista en COPE y un reportaje en el que el periodista se ha acercado al Hospital Centro de Cuidados Laguna (Madrid).

Belén y Eulalia coincidieron juntas en el Hospital de Laguna. Foto: La Razón

La Razón La madre y la hija que superaron el contagio y que luchan contra la Covid


Entrevista en Tiempo de Juego (COPE)


Este pasado fin de semana Belén Sanz, de 24 años, retomó su trabajo como enfermera en la Clínica Universidad de Navarra tras superar su baja. «¿Ganas de empezar? Muchísimas, me siento fatal estando aquí», afirma. Su familia ha convivido meses con el coronavirus. Primero, porque tanto ella como su madre, Eulalia López-Tello, también enfermera, contrajeron la enfermedad. Y segundo, porque el trabajo de ambas durante los últimos dos meses ha consistido en estar al lado de los pacientes del Hospital de Cuidados Paliativos de la Fundación Vianorte-Laguna. Belén y Eulalia han estado presentes en muchas despedidas precipitadas por el estallido del Covid-19.

Eulalia, de 57 años y coordinadora de planta en Laguna, empezó a notar los primeros síntomas a principios de marzo. El estado de alerta no había sido declarado y lo peor estaba por venir. «Entonces ya sospechábamos. Mucha gente se estaba poniendo mala. Mi madre lo llevó bastante mal al principio, tosía muchísimo y presentaba una fiebre muy alta. La llevamos a Urgencias», relata la joven.

Belén «cayó» el 1 de abril. Era su primer día en la Clínica Universidad de Navarra, hospital en el que empezaba después de su estancia en el Hospital de Laguna. «Tenía dudas. Lo achaqué al estrés: acababa de cambiar de hospital, había trabajado mucho el día anterior... Estaba sobrepasada. Tenía malestar y fatiga, y una falta de energía tremenda. No podía moverme. La sensación que tuve durante semanas era la de que me había pasado un camión por encima», afirma Belén.

Era lógico que lo achacara al estrés por trabajo. Aquel día no se le olvidará. Belén fue enviada a una planta dedicada a enfermos del Covid. Acababa de estar junto a una mujer durante sus últimas horas de vida. Tenía 53 años, padecía cáncer de ovario y el coronavirus estaba haciendo estragos en su organismo. «Estaba muy malita. Tenía disnea y no respiraba bien. La contábamos cosas para distraerla. Ella nos pedía continuamente que estuviéramos ahí, que no la abandonáramos. Se nos fue, pero se sintió muy acompañada por todas nosotras. Fue muy impactante, pero también bonito acompañarla. Lo que más sentíamos era que su familia no pudiera estar allí en esos momentos. Es importante que la gente se dé cuenta de lo importantes que son los cuidados paliativos y el estar con estas personas en esas últimas horas».

Prácticamente cuando su madre se recuperaba, Belén cayó enferma. Se pudieron organizar bien, algo difícil en una casa con cinco personas. «Activamos nuestro propio protocolo. Tenemos un cuarto bastante aislado. Allí estaba en mi “burbuja”, con mascarilla, limpiando todo con Sanytol, desinfectando el móvil... El cuarto estaba comunicado directamente con la cocina, por lo que podía coger lo que necesitara. Todo lo que tocaba, lo limpiaba», recuerda. Con todo, no pudieron evitar que su padre y otras dos hermanas también resultaran contagiados por el Covid. «A partir del pasado día 15 empecé a estar bien, aunque me costó recuperar el gusto y el olfato. Al final lo hemos pasado todos, pero nos hemos ido recuperando», apunta.

Las últimas pruebas a las que se han sometido Eulalia y Belén muestran que, efectivamente, han pasado la enfermedad y que poseen anticuerpos. Ahora bien, a día de hoy «no sabemos si el virus muta o no muta. Si muta como la gripe, es posible que esos anticuerpos no sirvan. De momento no ha habido casos, al menos certificados». Así, tras ese chequeo, Belén cree que es «buena candidata para volver a la guerra».

La joven afirma que muchos compañeros, tanto suyos como de su madre, se han visto afectados física y psicológicamente. Y es que «no es lo mismo estar con una persona que no es dependiente, que estar en paliativos con alguien que es dependiente máximo y que sufre el coronavirus. Te encargas de todos los cuidados, debes preocuparte de los EPIs y es duro ver que fallecen sin sus familias».

«Nadie ha muerto solo en Laguna»

«Laguna es el centro del huracán de los más vulnerables», afirma el doctor David R. Rabadán, director general del Hospital. «El estado de los pacientes de paliativos es de mucha fragilidad. Y nuestros profesionales son especialistas en que mueran sin dolor. En ese contexto aparece el Covid. Y hemos sido capaces de hacer algo a lo que no estábamos acostumbrados en Laguna: curar. Porque nuestra misión siempre ha sido paliar», añade. De hecho, pese a contar con un 20% de bajas entre su personal sanitario, han sido capaces de que varios pacientes hayan podido sobreponerse al coronavirus. Y en los casos en que la muerte era inevitable, no han estado solos. «Somos los únicos que permitidos un acompañante en la planta de paliativos. Nadie ha muerto solo en Laguna», subraya Rabadán.

Belén desea volver a su trabajo, que es posiblemente donde mejor puede desarrollar su gran baza: la empatía. La suya y la de todas todos los enfermeros y auxiliares («aprendemos mucho de ellos», dice Belén), los cuales, al menos hasta esta crisis, «no tenían el reconocimiento que se merecen». «Los aplausos nos motivaron mucho y nos dan energía, pero en realidad hacemos nuestra labor, y eso es todos los días. Y no salía en los informativos. Nuestro trabajo es crucial y no se tenía como tal. Pero los aplausos deben ser para todos, también para los que se están quedando en casa y se están esforzando», concluye.

Jaime V. Echagüe

La Razón