«El hombre contemporáneo se deja interpelar por la belleza»

Andrej Matis fue ordenado recientemente sacerdote por el secretario de Estado vaticano, cardenal Parolin. Este joven eslovaco se dedicaba a la música de forma profesional como violinista del cuarteto de cuerdas “Mucha Quartet”. Con 21 años se incorporó al Opus Dei y más tarde decidió poner su vida al servicio de Dios y de la Iglesia como presbítero.

COPE La historia de Andrej Matis: de joven violinista a formar parte del Opus Dei


(Transcripción)

—Con uno de esos 29 nuevos sacerdotes vamos a hablar en este programa, nos lo presenta ya Sandra Madrid.

—¿Qué tal Mario? Pues sí, en concreto se trata del eslovaco de 32 años, Andrej Matis. Nos ha llamado particularmente su historia porque él se dedicaba a la música de forma profesional. Otra vocación, sin lugar a dudas. Desde los 11 años se dedicó a la práctica del violín y a estudiar a grandes autores de la música clásica. Con 15 años decidió dedicarse a ello profesionalmente y por eso se fue a vivir a la capital de su país, a Bratislava. Allí, además de asistir a clases, conoció el Opus Dei, donde aprendió que la música, además de ser su vocación profesional, se convertía también en un camino para acercarse a Dios. Y vaya si lo hizo, porque después de trabajar varios años como violinista del cuarteto de cuerdas “Mucha Quartet”, con 21 años se incorpora al Opus Dei y decide poner su vida al servicio de Dios y de la Iglesia.

—¡Qué bonito! Vamos a saludar ya en este Artesanos de la fe. Andrej, ¿cómo estás? Gracias por atendernos.

—Hola que tal Mario, encantado de saludarte.

—Está claro en tu caso que Dios tenía clara la partitura para tu vida. El cardenal Parolin leyó esas palabras del Papa. Se refería a esa necesidad de tener presentes la misión de llevar a todos la voz del Buen Pastor. Y creo que además concluía pidiendo. Es algo muy importante para un sacerdote de la Prelatura como tú, que por la unión con el Papa hiciera realidad siempre aquella aspiración de san Josemaría: Todos con Pedro a Jesús. Por María. cuéntanos, Andrej, ¿cómo fue? ¿cómo lo viviste? ¿con qué te quedas de esa preciosa ordenación que viviste con los hoy ya 29 presbíteros?

—Pues como has dicho, la partitura de mi vida, no sé cómo Dios la tiene preparada o cómo la tiene clara. Yo a veces quizás no la tenía tan clara o no sabía qué iba a pasar. Quizás hace diez o quince años nunca hubiera dicho que me ordenara sacerdote, pero aquí estoy y estoy muy contento.

Y esa ordenación a la que te refieres fue un día muy bonito, esperado bastante, porque debido a la Covid-19 nuestra ordenación se retrasó un poco y también por la Covid-19 había gente que no pudo venir, pero pudo ver la ordenación por la transmisión por internet. Fue un día un poco especial, también cierto sentido marcado un poquito por estas dificultades que hoy vivimos en el mundo. Pero más allá de estas cosas, esas dificultades, era un día muy bonito, muy especial, un día de alegría no sólo para nosotros que nos hemos ordenado, sino para la Iglesia, porque nuestro sacerdocio es para eso, para servir a la gente. Y yo lo sentí mucho estos días durante la ordenación, y también esos días después que la gente se mostró muy contenta porque hubiera nuevos sacerdotes. Y se lo agradezco mucho porque eso es una cosa muy fuerte.

—Gracias al Opus Dei comenzaste, has contado, que empezaste a tomarte en serio tu vida cristiana. Dios te sugería algo que antes no veías y todo cambió cuando te incorporas a la Prelatura. ¿Cómo era ese Andrej anterior y qué es lo que hace que un día decidas poner al Señor por encima de la música que tanto te apasionaba?

—Yo como músico convivía mucho con mi trabajo profesional, que era el arte de la música, la música clásica era mi mundo. Muchas veces cuando íbamos a tomarnos una cerveza con mis amigos, en lugar de hablar del fútbol, de lo que hablábamos era de música clásica, a pesar de que no estábamos trabajando.

Yo vivía en este mundo artístico y gracias al Opus Dei descubrí que este trabajo, el arte, no es solo un camino con que yo me puedo ganar la vida, sostenerme económicamente o tener éxito en el mundo, sino que es algo más, que es algo que yo puedo ofrecer a Dios. Así como Jesús, durante su vida escondida, trabajó como artesano y su trabajo lo ofrecía a Dios como toda su vida, y en ese sentido también formaba parte de esa obra redentora que culminó en la Cruz. Pues así yo también, en cierto sentido, me puedo identificar con Jesucristo y puedo ofrecer mi trabajo, en este caso de violinista, y mi trabajo puede llegar a ser un diálogo con Dios y en ese sentido también puede contribuir a que mis amigos se acerquen a Dios. Puedo ayudar en esta hora la obra redentora de Jesucristo, como dice San Pablo, porque yo con mi cuerpo cumplo lo que falta. No es que a la obra redentora de Cristo le falte algo, pero yo puedo ayudar, puedo hacer apostolado con mis amigos también a través de este trabajo ordinario, como me imagino que hizo Cristo durante su vida escondida. Esto era una idea que me llamó mucho la atención y gracias a esto yo me decidí a pedir la admisión al Opus Dei.

—En otro momento de su homilía, el cardenal Parolin se refirió a la necesidad de tener presentes la misión de llevar a todos la voz del Buen Pastor, para que se sientan amados por Cristo y claro, esto requiere conjugar la caridad pastoral, la sana creatividad decía él en la forma de dar a conocer precisamente lo que hablabas. ¿Cómo has acogido tú esa llamada y cómo está previsto que continúes tú este ministerio? Porque creo que ahora estás en Roma, nos contabas, haciendo tu doctorado, pero la idea es que vuelvas a Eslovaquia, a ser el Buen Pastor también, o ser esa continuidad del Buen Pastor en medio de tu pueblo.

—Me gustaría ser lógicamente buen pastor, pero no es no es nada fácil. Significa al final identificarse con el Señor, con Jesucristo, porque Él es el único sacerdote, él es el buen Pastor. Y creo que todos los que nos hemos ordenado tenemos esa experiencia desde nuestra lucha: intentamos hacer lo mejor, intentamos vivir nuestra vocación lo mejor posible y al mismo tiempo tenemos nuestros errores. Pero yo creo que quizás el camino se abre precisamente por ahí, que nos damos cuenta de que el que lo hace todo es el Señor, el que nos llamó es el Señor y que Él siempre también aparece en tu trabajo pastoral, en el apostolado a través de nosotros. Entonces creo que así como nosotros queremos guiar las almas, pues también queremos todavía antes dejarnos guiar por el Señor, para que nuestro trabajo pastoral tenga sentido, porque al final lo único que queremos hacer es acercar a las almas al Señor y no a nosotros mismos. Creo que esa podría ser la clave de nuestro trabajo pastoral.

—El Papa emérito Benedicto XVI, gran enamorado confeso de la música de Mozart, decía que cada cosa está en perfecta armonía. Cada nota, cada frase musical es así un don de la gracia de Dios que logra transmitir la luminosa respuesta del amor divino. Me imagino que de alguna forma has tenido una sensación en la percepción parecida de cómo la belleza de la música es un medio perfecto para comunicar a Dios.

—Yo creo que cada época tiene sus elementos fuertes, tiene sus ventajas. Y me parece que en nuestra época, el hombre contemporáneo se deja interpelar por la belleza, por algo que es intuitivo, por algo que te golpea, que te habla. Y así me parece que los jóvenes vibran mucho con el cine, con la música, con la literatura y me parece que podemos aprovechar para hablar con el hombre contemporáneo y al mismo tiempo es algo que te abre el camino, pero yo no me quedaría allí. No, la belleza es algo intuitivo, enseña la verdad, pero al mismo tiempo, después podemos estudiar esta verdad, acercarse a la Verdad y tener relación con Él.

Y así me parece que la belleza te puede decir "Mira, Dios existe, mira a Jesucristo, te habla de Dios. Jesucristo es Dios, es tu Redentor". Tenemos que ir más allá también estudiar, hablar con Jesús, estudiar la doctrina. Entonces la belleza es una puerta, pero además hay un recorrido que hay que recorrer después, está claro.

—Pues yo creo que era Inma Shara la que decía que la música revela la belleza interior del hombre mediante ese lenguaje no racional que puede rozar el misterio con más profundidad que cualquier filosofía, tú lo decías, es una puerta que puede conducirnos también al Señor.

Hoy hemos conocido dos vocaciones, dos llamadas del Señor, una importante entregarle la vida como sacerdote. Otra, a emplear ese instrumento, esa herramienta que es la música, esa puerta que decía Andrej para acercar también las almas a Dios. Todo ello se hace realidad en la vida de Andrej Matis, a quien hemos conocido en este Artesanos de la fe. Te deseo que ese nuevo ministerio sacerdotal sea muy fructífero y que sea donde lo lleves a cabo, donde el Señor te mande, que te sirva de verdad para acercar a muchas personas a Dios. Andrej, muchísimas gracias. Un abrazo muy fuerte.

—Muchísimas gracias a vosotros. Un abrazo.

—Sandra, ¡qué bonito! Como decía San Juan Pablo II en el Jubileo de los artistas, decía que la belleza es la llave que nos abre al misterio de la llamada de la trascendencia. Hoy hemos conocido precisamente un precioso testimonio en torno a todo ello.

Mario Alcudia

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