¿Cómo podemos resolver los grandes problemas que afectan a la humanidad?

San Josemaría, en una homilía llamada “Cristo presente en los cristianos”, nos animaba —de una manera exigente, pero a su vez atractiva y sugerente— a involucrarnos en la resolución de los grandes problemas que afectan a la humanidad...

Diario Jaén Involucrarse con San Josemaría (PDF)

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San Josemaría en una homilía pronunciada el Domingo de Resurrección de 1967, llamada: “Cristo presente en los cristianos”, nos animaba -de una manera exigente, pero a su vez atractiva y sugerente- a involucrarnos en la resolución de los grandes problemas que afectan a la humanidad; nos animaba a vivir de cerca y de forma activa y participativa en el entramado de todas las actividades sociales.
Por lo tanto, tras el eco de sus palabras. Palabras vibrantes llenas de amor a todos, yo os digo: No podemos vivir de espalda a la multitud, de espaldas: a sus dificultades, a sus terribles e indignantes lacras y necesidades, ocasionadas, ellas, en muchas ocasiones por los pervertidos afanes de poder, notoriedad y de riqueza del, en tantas ocasiones, malvado e innoble ser humano.
Y ahora es San Josemaría el que nos dice, que Dios nos llama:
• A través de las incidencias de cada día.
• En el sufrimiento y en la alegría de las personas con las que convivimos.
• En los afanes humanos de nuestros compañeros.
• En las menudencias de la vida de familia.
Dios nos llama también a través de los grandes problemas, conflictos y tareas que suceden en cada época histórica, atrayendo los esfuerzos y las ilusiones de gran parte de la humanidad.
Se comprende muy bien la impaciencia, la angustia, los deseos inquietos de quienes, como cristianos, no se resignan ante la tremenda e indigna injusticia personal y social que puede crear la maldad del ser humano.
Tantos siglos de convivencia entre los hombres y, todavía lamentablemente, tristemente y desgarradoramente:
• Tanto odio: Que aumenta cada día en proporciones desmesuradas y peligrosas.
• Tanta destrucción: Que produce caos, horror y dolor
• Tanto fanatismo acumulado en ojos que no quieren ver y en corazones que no quieren amar.
Los bienes de la tierra, repartidos entre unos pocos.
Los bienes de la cultura, encerrados en cenáculos.
Y, fuera:
• Hambre de pan y de sabiduría. ¡Hambre de verdad y de bien!
• Vidas humanas que son santas, porque vienen de Dios, tratadas como simples cosas, como números de una estadística.
Con San Josemaría comprendo y comparto esa impaciencia, que le impulsa a mirar a Cristo:
• A ese Cristo lleno de ternura y de misericordia.
• A ese Cristo delicadamente amable y delicadamente amoroso que continúa invitándonos a que pongamos en práctica ese mandamiento nuevo del amor.
Por lo tanto involucrémonos con San Josemaría, con la Iglesia, con todos los santos y con todas las personas de buena voluntad en la noble tarea de transformar el mundo. En la noble tarea de transformar la iniquidad en: justicia, libertad y paz

Rafael Gutiérrez Amaro

Diario Jaén