«Dar gracias es poner al servicio de los demás todo lo recibido»

Por tercer año consecutivo, una treintena de jóvenes de 2º de Bachillerato de Viaró Global School han viajado a Nairobi (Kenia) con la ONG Harambee para realizar un voluntariado de 15 días en los slums, los barrios más pobres.

Acabada la EvAU y, con ella, una etapa importante de sus vidas, 31 jóvenes preparan sus equipajes: 45 mochilas con ropa, lápices, libretas, bolígrafos, balones... y se disponen a viajar a Nairobi (Kenia) para realizar un campo de trabajo junto con el Eastlands College of Technology.

Durante el curso, los chicos han llevado a cabo diferentes actividades para recaudar fondos, como torneos de fútbol, conciertos, e incluso un desfile de moda. “Es muy gratificante hacer este trabajo sabiendo que todo el material empleado ha sido obtenido con el dinero recaudado en los eventos que hemos organizado este curso”, expresan con satisfacción.

“Aunque es cierto que en 15 días no te puedes hacer una idea de lo que es vivir así, nos ha ayudado a aprender y ser más sensibles a otras realidades que ignorábamos” comentan

Llegan a Nairobi y les recibe la bien conocida hospitalidad del continente. Acompañados de Moses Muthaka, nativo y ya habitual compañero de este proyecto, se instalan en Eastlands y se preparan para comenzar la aventura. Las tareas principales serán dar clase en los colegios del slum, fabricar pupitres para las aulas y construir una pista de baloncesto. Y, todo ello, en 15 días: sin duda no va a faltar trabajo. Divididos en cinco grupos, se organizan por turnos de mañana y tarde para que todos realicen las diferentes tareas.

Una tarde deciden ir a llevar lotes de comida a varias familias del slum. Cada paquete cuesta aproximadamente 20 euros e incluye la comida necesaria para una familia de cinco personas durante dos semanas. En una de las familias les saluda Peter, el mayor de cinco hijos, que estudia en Eastlands con una beca del dinero recaudado el año anterior. En otra familia, una madre enferma de sida y con un tumor detectado por un médico que acompañaba al grupo hace dos años; con ella, sus cuatro hijos, uno de ellos con autismo. Comparten conversaciones, historias e incluso cantos, que agradecen enormemente. Una alegría que, aunque sea por un momento, ayuda a olvidar el hambre, la pobreza, la miseria.

Las tareas principales serán dar clase en los colegios del slum, fabricar pupitres para las aulas y construir una pista de baloncesto

Otro día visitan el Luminary School que, a pesar de su nombre, tiene un problema importante de luz en sus aulas: la luz eléctrica se avería con frecuencia y apenas entra luz natural, lo que hace prácticamente imposible que los alumnos vean la pizarra o su libreta. Manos a la obra, sustituyen las planchas metálicas opacas que hacen de techo por planchas transparentes. Tanto los alumnos como los profesores y el director celebran con alegría el cambio; lo poco que les das, te lo agradecen infinitamente.

En la mañana del sexto día, una noticia les deja desolados: el fallecimiento de Teresa Cardona en Costa de Marfil en un accidente de autobús. Allí van muchas amigas de los alumnos, alguna hermana y, sobre todo, un grupo de chicas que están dedicando los primeros días de sus vacaciones a darse a los demás. “Sin duda fue un golpe duro, porque éramos conscientes de que nos podría haber tocado a cualquiera de nosotros”, dicen conmocionados.

Los chicos visitan a las familias que recibirán las 12 becas conseguidas con todo el dinero recaudado

También quedan impactados por una nueva experiencia: visitan la escuela Corpus Christi, un colegio con alumnos con necesidades especiales. Como tener un hijo con discapacidad es un mal augurio en Kenia, muchas familias abandonan a sus hijos si tienen alguna deficiencia. Allí les espera Consolata, una de las profesoras, que irradia una energía y una dedicación excepcionales. También aquí algunos alumnos kenianos se acuerdan del grupo del año pasado, y les reciben con una sonrisa de oreja a oreja, diciendo “our teachers are coming back!” (nuestros profesores han vuelto).

Pasan los días y se acerca el final. Los chicos visitan a las familias que recibirán las 12 becas conseguidas con todo el dinero recaudado para el proyecto de Harambee. Uno de ellos es Sam, el mayor de cinco hermanos, que va a estudiar el módulo de mecánica. Está muy agradecido: “espero que en unos años pueda tener un trabajo gracias a vosotros en el que pueda llevar a mi familia a un lugar mejor y devolver a la sociedad todo lo que me ha dado”. Te deja sin palabras.

Otro día visitan el Luminary School que, a pesar de su nombre, tiene un problema importante de luz en sus aulas

“Aunque es cierto que en 15 días no te puedes hacer una idea de lo que es vivir así, nos ha ayudado a aprender y ser más sensibles a otras realidades que ignorábamos”, comentan. Y es que más allá de los 100 lotes escolares, las 800 horas de clase en los colegios del slum o los 55 paquetes de comida repartidos, el balance real del voluntariado no se puede calcular con números. Una idea ronda sus cabezas en el aeropuerto, a punto de volver a casa: “realmente somos nosotros los que más hemos recibido… ¿cómo agradecerlo?”. Al final, la mejor manera de dar gracias es poner al servicio de los demás todo lo recibido.