"Llenarás el mundo de caridad"

No puedes destrozar, con tu desidia o con tu mal ejemplo, las almas de tus hermanos los hombres. –Tienes –¡a pesar de tus pasiones!– la responsabilidad de la vida cristiana de tus prójimos, de la eficacia espiritual de todos, ¡de su santidad! (Forja, 955)

Lejos físicamente y, sin embargo, muy cerca de todos: ¡muy cerca de todos!..., repetías feliz.

Estabas contento, gracias a esa comunión de caridad, de que te hablé, que has de avivar sin cansancio. (Forja, 956)

Me preguntas qué podrías hacer por ese amigo tuyo, para que no se encuentre solo.

–Te diré lo de siempre, porque tenemos a nuestra disposición un arma maravillosa, que lo resuelve todo: rezar. Primero, rezar. Y, luego, hacer por él lo que querrías que hicieran por ti, en circunstancias semejantes.

Sin humillarle, hay que ayudarle de tal manera que le sea fácil lo que le resulta dificultoso. (Forja, 957)

Ponte siempre en las circunstancias del prójimo: así verás los problemas o las cuestiones serenamente, no te disgustarás, comprenderás, disculparás, corregirás cuando y como sea necesario, y llenarás el mundo de caridad. (Forja, 958)

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