Una pintora costarricense: buscar la santidad entre obras de arte

Ana Laura Vargas, es casada y supo desde muy joven que su vocación profesional era la pintura.

Ana Laura Vargas, es casada y supo desde muy joven que su vocación profesional era la pintura. Cuando conoció el Opus Dei comenzó a poner más atención en los detalles y a ver los cambios grandes y pequeños que el ejercicio de las virtudes y cercanía con Dios le permitían desarrollar.

Descubrir que se puede plantear la santidad en medio de la vida cotidiana le permitió darse cuenta que pintar es su materia prima para la alcanzarla, permitiéndole tener una relación más cercana con Dios: “Converso con Él, preguntándole cuando trabajo, al preparar las pinturas le digo: Señor, ¿qué me dices?, ¿por dónde nos vamos?, ¿cómo hacemos?, ¿por dónde terminamos esta obra? y así logro unir el ejercicio de la profesión con una profunda amistad con Dios”.

La profesión de Ana Laura requiere gran imaginación y creatividad, y ella se inspira muchas veces en la Creación.Al ver pequeñas formas y figuras de la naturaleza, siente la necesidad de compartirlo en un cuadro, dando gracias a Dios por cada detalle: “cada cuadro lo voy ofreciendo por una persona, por una intención, entonces todo adquiere un mayor sentido, con nombre y apellido, que nadie sabe y que sólo Dios ve”.

Cuanto más profunda es esa relación con Dios, más valor tiene la eternidad. Muchas veces Ana Laura pinta cinco cuadros y solo le salen dos. Pasado el tiempo regresa a los otros tres para trabajarlos más, aprender y romper esa barrera que le impide explorar aún más su creatividad.

Compaginar la vida familiar y laboral

Para un artista con el estudio en su casa, se le pueden facilitar muchas cosas y de repente puede costar detener el trabajo, si todo va caminando bien, como dice Ana Laura: “en acuarela no se puede estar deteniendo mucho porque se mancha y hay que volver a empezar”. Ha sido la organización, el esfuerzo por ser ordenada lo que le ha permitido compaginar su trabajo con los momentos en que se ha propuesto hacer un rato de lectura espiritual, rezar el rosario, hacer oración y, buscar la Misa a la hora que más conviene.

Compaginar el trabajo profesional con la vida ordinaria de un artista, no siempre resulta fácil.En muchas ocasiones Ana Laura debe detenerse porque llegó un familiar o para hacer algún quehacer en la casa. Dejar el pincel puede costar, pero como ella dice: “lo que hay que hacer se hace sin miramientos y poner el pincel abajo e ir a atender el teléfono, son pequeñas interrupciones y contrariedades que se van ofreciendo como parte de la vida cotidiana. En medio de todo eso hay un esfuerzo para hacerlo con amabilidad, con una sonrisa y luego uno sigue adelante”.

Al final del día, Ana Laura continúa su diálogo con el Señor al preguntarle: ¿qué hice hoy bien? ¿qué hice hoy mal? ¿qué puedo hacer mejor? y de repente también ¿viste que bien el cuadro que estamos haciendo? ¡mañana vamos a empezar otro!

Sin duda Ana Laura entendió que la vida consiste en tratar de santificar cada momento y que dibujar la creación es un acto de agradecimiento a Dios.