Un nuevo capítulo de la historia de la Iglesia católica en los Emiratos Árabes Unidos

'Abouna Ferran' viaja desde Beirut a Dubái cada mes para atender espiritualmente a personas del Opus Dei y cooperadores que viven en los Emiratos. Esta vez, sin embargo, el vuelo fue a Abu Dabi: era uno de los sacerdotes que participó en la Misa celebrada por el Santo Padre. Esta es su crónica en primera persona.

El altar, antes de empezar la Misa, desde el sitio del sacerdote autor del artículo.

En el avión de vuelta de Abu Dabi intento escribir algo sobre la visita del papa Francisco a la capital de los Emiratos Árabes Unidos. No sé muy bien por dónde empezar, o cómo plantearlo, y seguramente las condiciones no sean las mejores para conseguirlo (por las pocas horas dormidas la noche precedente, aunque en eso he sido un afortunado en comparación con los que no han podido dormir nada debido al viaje desde los otros Emiratos), pero quiero intentarlo antes de que se enfríen las emociones.

Al terminar la Santa Misa a la que han asistido unas 150.000 personas —entre ellas varios miles de musulmanes—, el Santo Padre ha saludado a algunas de las autoridades religiosas: el patriarca maronita, el patriarca armenio, obispos de varios países y ritos, y a algunas autoridades civiles. También a los chicos y chicas que habían ayudado en la Misa.

La última persona a la que ha saludado, sin que estuviera previsto, ha sido Fr. Eugene, un sacerdote capuchino italiano de 90 años, que ha pasado 60 en los distintos países de la península arábiga.

Ha sido un saludo-homenaje; un abrazo del papa a uno de los sacerdotes que llegaron al principio de la historia moderna de la Iglesia en esta parte del mundo. Abrazo silencioso, largo (de más de un minuto, como me señalaba el patriarca armenio), emocionante, en el que el papa Francisco ha besado la mano a Fr. Eugene, mientras los que estaban allí contemplaban emocionados, en un silencio impresionante.

Este encuentro me parece un buen resumen de uno de los dos motivos (el segundo, en principio) del viaje del Santo Padre a Abu Dabi: confirmar en la fe a los cientos de miles de católicos que viven en los Emiratos, y, con ellos, a los varios millones que viven en toda la península de Arabia. Ayudar a darles visibilidad.

El encuentro interreligioso

El primer motivo de la visita fue la invitación a participar en el encuentro interreligioso sobre la paz, con motivo del año de la Tolerancia promovido por el gobierno del emirato. A ese encuentro estaba invitado también el gran muftí de la mezquita del Cairo, al que el papa Francisco se refirió como hermano y amigo. Al final del encuentro firmaron una declaración en la que se recuerdan las bases de la convivencia entre las distintas religiones y culturas.

El Papa no ha sido un invitado más. Lo prueban los muchos detalles por parte de las autoridades civiles (desde la implicación en cubrir las necesidades organizativas, hasta las ceremonias de bienvenida y de despedida). Y lo prueba también la alegría de tantos emiratís (policías, militares y civiles que participaban en la organización de la Misa, a los que saludé al salir del estadio o en el aeropuerto).

El Papa durante la celebración de la Misa. Entre los sacerdotes del fondo se encontraba el autor de esta crónica. Foto: Vatican Media.

El Santo Padre aprovechó la ocasión para recordar la necesidad de vivir, de verdad, en el respeto de la diversidad aun reconociendo las diferencias.

Y en la homilía de la Misa, comentando las bienaventuranzas, animó a los católicos especialmente a ser mansos y sembradores de paz. En referencia a las relaciones con los no cristianos, explicó: “Me gusta citar a San Francisco, cuando da instrucciones a sus hermanos sobre el modo como han de presentarse ante los sarracenos y los no cristianos. Escribe: No entablen litigios ni contiendas, sino que estén sometidos a toda humana criatura por Dios y confiesen que son cristianos”.

Las palabras del papa Francisco

El papa celebró la misa según el rito latino, pero tuvo muy presente la variedad y riqueza de la Iglesia en esta tierra. Saludó a los asistentes con detalle: fieles caldeos, coptos, greco-católicos, greco-melquitas, latinos, maronitas, sirio-católicos, siro-malabares, siro-malankares. Esa diversidad se sintió también en los idiomas utilizados (inglés, italiano y latín por parte del Santo Padre, además del árabe, francés, tagalo, konaki... en la oración de los fieles).

“Vosotros aquí conocéis la melodía del Evangelio y vivís el entusiasmo de su ritmo. Sois un coro compuesto por una variedad de naciones, lenguas y ritos [en referencia también al coro que cantó durante la Eucaristía, que manifestaba es diversidad de la que hablaba el papa]; una diversidad que el Espíritu Santo ama y quiere armonizar cada vez más, para hacer una sinfonía. Esta alegre sinfonía de la fe es un testimonio que dais a todos y que construye la Iglesia”, afirmó en la homilía Francisco.

También quiso animar a los fieles. Muchos se encuentran lejos de sus familias, agotados por los horarios laborales, a distancia de la iglesia más cercana (iglesias que suelen estar abarrotadas a pesar de tener una enorme capacidad, por lo que quien quiera seguir la Misa desde dentro, o encontrar un sitio donde aparcar, debe llegar pronto).

“Ciertamente, para vosotros no es fácil vivir lejos de casa y quizá sentir la ausencia de las personas más queridas y la incertidumbre por el futuro. Pero el Señor es fiel y no abandona a los suyos. (...) Frente a una prueba o a un período difícil, podemos pensar que estamos solos, incluso después de estar tanto tiempo con el Señor. Pero en esos momentos, aun si no interviene rápidamente, Él camina a nuestro lado y, si seguimos adelante, abrirá una senda nueva. Porque el Señor es especialista en hacer nuevas las cosas, y sabe abrir caminos en el desierto”, consideró.

El Papa tuvo palabras de agradecimiento a los fieles: “Una Iglesia que persevera en la palabra de Jesús y en el amor fraterno es agradable a Dios y da fruto. Pido para vosotros la gracia de conservar la paz, la unidad, de haceros cargo los unos de los otros, con esa hermosa fraternidad que hace que no haya cristianos de primera y de segunda clase. Jesús, que os llama bienaventurados, os da la gracia de seguir siempre adelante sin desanimaros, creciendo en el amor mutuo y en el amor a todos”.

Al terminar la Misa, los asistentes fueron abandonando el estadio y los puestos exteriores. Quedaba un buen rato de caminar (bajo un fuerte sol que estuvo presente toda la mañana) hasta encontrar un taxi o autobús que los llevaran a sus vehículos.

Yo me fui con un grupo de los que asisten a los retiros en Dubái para celebrar ese día histórico, en que el sucesor de Pedro celebró por primera vez una Eucaristía en la península de Arabia, escribiendo la que promete ser la primera página de un nuevo capítulo de la historia de esta región del mundo. Y lo hacía dando muchas gracias a Dios por haber podido vivirlo, ¡y por haberme dado la oportunidad de encontrarme con el Santo Padre, empujando la silla de ruedas de Fr. Eugene!

Vídeo con motivo de la misa de San Josemaría en Dubai (2016)

Algunos datos sobre el viaje del Papa Francisco

Los Emiratos Árabes Unidos (EAU) están formados por siete emiratos, de los cuales los más conocidos son Abu Dabi y Dubái. Su población se acerca a los nueve millones de personas. Tienen a gala ser pioneros en la convivencia religiosa en un entorno musulmán. Mantienen relaciones diplomáticas con la Santa Sede desde 2007. En 2017 crearon el Ministerio de la Tolerancia y han declarado 2019 Año de la Tolerancia.

La religión oficial del país es el Islam: el 85% de los ciudadanos nacionales son suníes, el resto sobre todo chiíes. Sin embargo, está permitida la presencia y la práctica de otras confesiones religiosas, siempre que no vayan contra la moral y las costumbres públicas.

Los fieles católicos suman aproximadamente un millón entre Emiratos Árabes, Omán y Yemen (que componen el Vicariato Apostólico de Arabia del Sur), todos ellos inmigrantes. Un 80% son de rito latino y el resto de varios ritos orientales, de más de un centenar de países de origen y con una fuerte presencia del sudeste asiático.

La práctica religiosa, a pesar de las dificultades de distancias y horarios, es impresionante: entre viernes y domingo (el precepto dominical se extiende al viernes, día festivo), las iglesias están llenas. Algunas parroquias, como la de Saint Mary en Dubái, celebran más de treinta misas en distintos idiomas y ritos cada fin de semana. Unas 150.000 personas asisten regularmente a misa, y casi medio millón en Navidad y Semana Santa. En el conjunto del Vicariato, unos 30.000 niños asisten a catequesis y se confirman unas 3.000 personas al año.