Guadalupe en tres anécdotas

La vida de Guadalupe demuestra que la santidad está compuesta de pequeños momentos de encuentro con Dios, que se acumulan a sus ojos. Recogemos tres anécdotas que lo ilustran.

Agua caliente para cenar

En mayo de 1945, pocos días después de que finalizase la Segunda Guerra Mundial, Guadalupe se ocupó de la gestión de una residencia universitaria en Madrid. Eran tiempos de escasez de alimentos, por lo que a veces tenían que hacer malabares para dar de comer a tantas personas.

Una noche, a la hora de la cena, Guadalupe llegó a la mesa y el consomé se había terminado. Las que habían llegado antes se habían servido sin calcular que aún faltaba ella. Sin un gesto de reproche, tomó la jarra que había contenido el caldo y fue a la cocina. Cuando regresó, llenó su taza y comenzó a charlar con las demás con su habitual buen humor.

Mientras seguía la conversación, Guadalupe regresó, llenó su taza y comenzó a charlar con las demás con su habitual buen humor

Solo una de las que estaba en la mesa, María Luisa Moreno, se dio cuenta de que lo que estaba bebiendo Guadalupe era… agua caliente.

“No quejarse, cuando falta lo necesario”[1]. Este consejo de san Josemaría era uno de los modos de vivir la pobreza cristiana que Guadalupe había escuchado de labios del Fundador y que así llevaba a la práctica.


“Please, where is the house to speak with God?”

En 1950, san Josemaría preguntó a Guadalupe, Manolita Ortiz y María Esther Ciancas si querían ir a comenzar el trabajo apostólico del Opus Dei entre las mujeres de México. El 5 de marzo las tres despegaban en el avión que las llevaría al país norteamericano. El viaje duró casi 30 horas, pues en aquel entonces los aviones debían pararse a repostar varias veces. Su travesía sobre el Océano no fue nada tranquila, ya que el mal tiempo provocó muchas turbulencias.

Cuando se acercaban a las islas Bermudas, uno de los cuatro motores del avión se averió, así que aterrizaron para repararlo. Como tenían que pasar la noche en la isla, la compañía aérea trasladó en coches a todos los pasajeros hasta un hotel llamado “San Jorge”.

En un inglés improvisado, Guadalupe lanzó una pregunta al chófer: “Where is the house to speak with God?”. No recordaba cómo se decía la palabra iglesia, pero el hombre la entendió perfectamente. Guadalupe, Manolita y María necesitaban saludar al Señor que les había llevado hasta esas tierras.

la ‘casa para hablar con Dios’ estaba muy cerca del hotel

Por suerte, la ‘casa para hablar con Dios’ estaba muy cerca del hotel. Mientras los pasajeros del avión esperaban que les asignaran sus habitaciones, Guadalupe pensó que aquel era un momento tan bueno como cualquier otro para hacer apostolado. Así que recordó en voz alta que era domingo y que cerca de allí había una iglesia. Quien quisiera, podía unirse a ellas para rezar.

Todos los pasajeros asistieron a la misa en las islas Bermudas.


“Me voy a acordar mucho de ti”

En 1975, María Jesús Marín era una joven enfermera de la Clínica Universidad de Navarra. Tras disfrutar de una semana de vacaciones con ocasión de las fiestas de san Fermín, se incorporaba al trabajo en el servicio de Cardiología.

Su jefa de reparto le comunicó que en el turno de noche tendría que atender a Guadalupe Ortiz de Landázuri, una paciente que había sufrido una intervención cardiovascular. La situación de la enferma era grave.


“Para que una persona sea capaz de morir así, tiene que haber algo…”

Durante toda la noche, María Jesús entró y salió de la habitación en numerosas ocasiones. Sondas, termómetro, medicación, control de la frecuencia cardiaca…

En una de las visitas, la enfermera vio que Guadalupe, que respiraba con mucha dificultad, quería decirle algo: “No te preocupes por mí, vete a cenar”. María Jesús se sorprendió: aquella señora se estaba muriendo, y se preocupaba por su cena.

Conforme avanzaban las horas, crecía la angustia de las enfermeras pues se les estaba escapando la vida de la paciente. En un momento, aprovechando que María Jesús estaba cerca, Guadalupe le dijo: “No te preocupes. Estate muy tranquila, porque has hecho lo que has podido. Me voy a acordar mucho de ti”.

Se dice que en la adversidad se conoce a la persona, y qué mayor adversidad que estarse muriendo. Esa batalla, que Guadalupe combatía sola, la quería ganar preocupándose por los demás.

Pocas horas después, a las seis de la mañana, falleció.

María Jesús llevaba un tiempo lejos de Dios y las últimas palabras que le enferma le dirigió se le quedaron en el corazón y en la cabeza. “Para que una persona sea capaz de morir así, tiene que haber algo…”, pensó. Poco después, María Jesús volvió a rezar y regresó a la Iglesia.

Meses más tarde, pidió ser admitida en el Opus Dei.

Juan Narbona es periodista


[1] San Josemaría, Ejercicios Espirituales, Plática «Espíritu de pobreza», Vitoria 20-VIII-1938; guion nº 108, citado por Salvador Bernal, Memoria del beato Josemaría.