Esperanza en un suburbio de Chicago

"En una época en la que todo tiende a polarizarse —los hombres, se nos dice, no pueden entender a las mujeres, los blancos no entienden a los negros, los hombres del campo no entienden a los de la ciudad—, la labor de Midtown puede parecer un anacronismo". Artículo de Justin Torres sobre Midtown Educational Fundation, una iniciativa inspirada en las enseñanzas del beato Josemaría.

Midtown ha asumido silenciosamente la responsabilidad del asesoramiento académico de los alumnos de uno de los sistemas escolares más problemáticos de Estados Unidos, por medio de una labor que aspira a potenciar sus capacidades intelectuales, físicas y espirituales. El proyecto ha reunido a personas de diferentes razas, creencias y niveles educativos, sociales y económicos: personas distintas que aprenden unas de otras. Midtown cree en el principio a la vez antiguo y moderno de que la formación de la personalidad es el núcleo de la educación, por lo que la enseñanza en las aulas no puede prescindir de la orientación moral de los alumnos, dirigida a la adquisición de hábitos de conducta positivos.

Contrariamente a lo que cabría esperar en esta era de la polarización, Midtown funciona. Prácticamente todos los chicos de Midtown obtienen el diploma escolar, en una ciudad donde sólo el 40% de la población cuenta con ese título. La mayoría acceden a la universidad o a alguna escuela de formación técnica. Quizá la mayor prueba del éxito de Midtown es que muchos de los que colaboran en esta iniciativa como monitores, encargados de mantenimiento o profesores de educación física son antiguos alumnos. Un ejemplo es el de Jim Palos, hasta hace poco director de MEF, que estudió en Columbia y en la Kellogg School of Business de Northwestern University (donde se responsabilizó de la matriculación de los estudiantes de minorías raciales): antes había sido él mismo alumno de Midtown. Y si la imitación es la más sincera muestra de halago, Midtown puede considerar bien colmada su propia medida, pues su planteamiento ha sido emulado por programas desarrollados en otras ciudades como Washington y Nueva York.

Preocupados por la discriminación que experimentan en esta zona de Chicago algunos jóvenes que quedan al margen de la prosperidad del país, un grupo de profesionales y empresarios de la ciudad fundaron Mindtown en 1963.

Los fundadores de Midtown derrocharon entusiasmo y ganas, porque no tenían mucho más. Gil Kaufman, miembro del grupo fundador, recuerda que "no teníamos dinero ni sabíamos cómo conseguirlo". Sin embargo, las personas a las que se acudió no sólo donaron los 30.000 dólares necesarios para comprar unos locales en un barrio habitado mayoritariamente por mexicanos e italianos, sino que dedicaron su tiempo y esfuerzo a desmontar, lijar, pintar y estucar las habitaciones.

En 1965 comenzaron ya algunas actividades para jóvenes en tres edificios del Near West Side, y entre ellas un conjunto musical, un equipo de fútbol americano y un club de fotografía. En los años 70 se dio inicio al Midtown Achievement Program (MAP), que desde entonces se ha convertido en el producto estrella de Midtown.

Aunque Midtown ofrece varios programas a lo largo del año —uno de tutorías para alumnos escolares, uno de introducción a la informática, los minicampamentos durante las vacaciones de invierno y primavera, etc.—, en el centro de la actividad de Midtown está el MAP, un curso de siete semanas de duración que tiene lugar en verano y que permite a los chicos hacer deporte y mejorar su rendimiento académico.

La filosofía del MAP es fácil de describir. Se forman grupos de ocho o diez chicos cada uno. Estos equipos pasan la mitad del día en clase y la otra mitad en los terrenos de juego, donde alternan dos deportes al día, entre una variedad que incluye béisbol, fútbol, hockey, voleibol y el deporte rey en esta parte de Chicago: baloncesto. A cada equipo se le asigna un tutor, normalmente un chico de dieciséis o diecisiete años que con anterioridad ha participado él mismo en el programa, y un supervisor algo mayor, por ejemplo estudiante de universidad. Hasta aquí, el MAP se parece a otras muchas escuelas de verano.

Lo que distingue al MAP es la importancia que da a la educación de la personalidad. Cada chico recibe una clase de "Desarrollo de la personalidad" en la que se abordan cuestiones como la responsabilidad, la perseverancia, la honestidad, el servicio y las obligaciones religiosas, familiares y sociales. En las clases, los profesores intentan aplicar la teoría moral (no mentir, obedecer a quien tiene autoridad, cumplir con las propias responsabilidades, etc.) al día a día de los alumnos. Para eso, se procura que los enfoques sean siempre variados y adecuados al público.

Pero los chicos aprenden a ser mejores no sólo en las clases. El deporte también ofrece oportunidades para ayudarles a crecer, a mejorar, a poner en juego todas sus potencialidades. Se fomenta el juego en equipo por encima del afán de victoria, se enseña a comportarse con caballerosidad y a perder y ganar deportivamente.

Atención personal

Son los monitores, en realidad, quienes hacen que Midtown funcione. Normalmente son universitarios que ofrecen su colaboración en verano. Cada uno se responsabiliza de dos equipos, uno por la mañana y otro por la tarde. Charlan individualmente con cada chaval un par de veces a la semana durante quince o veinte minutos. Normalmente las conversaciones derivan, a partir de comentarios sobre el deporte, las clases y los amigos, a otras cuestiones más personales en torno a la relación con sus padres, a las influencias de la vida en el barrio —donde es fácil el encuentro con la droga, el alcohol o las bandas delictivas— o a la importancia de tener un plan de vida realista. Cada conversación termina con un propósito claro que servirá al chico para mejorar en un pequeño aspecto de su vida, de modo que poco a poco pueda ir labrándose una buena personalidad.

Esta es una conversación normal en Midtown:

—"¿José, cuanta tele viste ayer?"

—"No demasiada."

—"¿Cuánto es no demasiada?"

Medita profundamente, con cara de concentración.

—"No sé, vi tan poco..."

—"¿Quizá... una hora?

—"Siempre hago mis deberes antes de ver la tele."

—"Uh, uh"— dice el preceptor. —"José, la última vez que hablé con tu madre me dijo que te pasas seis horas ante el televisor después del colegio, y que raramente haces las tareas."

¡Asombro! ¡Sorpresa! ("¡Me han pillado!").

Conversaciones como la anterior demuestran que la relación entre Midtown y los padres de los jóvenes es bastante estrecha. Son frecuentes las conversaciones entre padres y monitores durante el verano. Al menos se procura charlar con los padres por teléfono una vez a la semana. Se intercambian pareceres, el monitor confirma si los propósitos del chico dan resultados y los padres informan sobre el comportamiento en el hogar: Jaime se pelea mucho con sus hermanas, la habitación de John es un desastre, Dennard no colabora en la limpieza de la casa...

Los padres pagan una pequeña cuota: más que nada, como prenda de su interés por la educación que Midtown ofrece a sus hijos. Para muchos, incluso este pequeño pago (50 dólares, como media) supone un esfuerzo. Si una familia realmente no puede costear el curso, tampoco se echa al chico. Cada cierto tiempo, los monitores se aseguran durante la preceptuación de que los participantes están a gusto y de verdad desean seguir adelante con el programa.

Por lo general, a Midtown acuden adolescentes. Como todos los chicos de su edad, suelen llevar los habituales andares de "pasota", y tan pronto se comportan como adultos como agarran rabietas propias de un niño. Son a veces independientes, a veces pesados. Pueden ser increíblemente crueles o increíblemente generosos. Predominan los chicos honrados, ahorradores, listos y responsables, pero esos mismos también a veces se muestran mentirosos, perezosos y mezquinos. Es decir, son exactamente iguales que los chicos de su edad de cualquier otro lugar.

Nadie atraviesa la adolescencia sin llevarse algún revés, y nadie espera tampoco que Midtown haga santos de un día para otro. Para los chicos de Midtown, el margen para el error es pequeño y no hay redes salvavidas. No tienen buenos colegios, un vecindario sano o unas actividades extraescolares que les ocupen cuando salen de la escuela. Un mal día, una mala decisión..., y el nombre de cualquiera puede acabar apareciendo en un despacho informativo sobre un homicidio.

—"Bueno, Jason, la última vez que hablamos me prometiste que fregarías la vajilla sin que te lo pidieran. ¿Lo has hecho?"

—"Claro."

Pausa.

—"¿Estás seguro?"

—"Sí, sí, estoy seguro."

—"¿De verdad?"

Desesperación, protestas de inocencia: "¿Realmente crees que no digo la verdad?"

—"¿La dices?"

—"Ummm...no."

Al final, Jason lavó los platos.

Puede parecer una tontería, pero es la filosofía de Midtown: pequeños actos conforman hábitos, y sólo con buenos hábitos somos capaces de resistir a grandes tentaciones como la del dinero fácil procedente de la droga o la del abandono de los estudios. Es más sencillo pedir a un chaval que no cometa un crimen cuando ya ha adquirido el hábito de la honradez a base de cosas pequeñas.

Con las puertas abiertas

Como cualquier institución sin ánimo de lucro, Midtown pelea día a día por mantenerse económicamente. Cuenta con el apoyo de algunas de las más grandes compañías de Chicago. L. Daniel Jorndt, presidente de Walgreens, y Sondra A. Healy, presidente de Turtle Wax, Inc., se han sumado recientemente a la junta directiva de Midtown. Las dos empresas aportan generosas donaciones. Virginia McCaskey, la propietaria de los "Chicago Bears", ha patrocinado desde hace años el equipo "Bears Care Fund", de Midtown.

Cada verano, un entrenador o un jugador de su equipo acude a Midtown. Otros patrocinadores son Kraft, Inc., y Amoco Corporation, y también aportan subvenciones la Aon Foundation, la Kresge Foundation y el William G. McGowan Charitable Fund, Inc.

El edificio original de Midtown, en 718 South Loomis Street, se utiliza ahora para la supervisión de las actividades del MAP, que tienen lugar en una nueva sede, en los bajos de St. Mary of the Angels School, en Bucktown, un antiguo barrio de polacos que está experimentando un rápido proceso de desarrollo.

Publicado originalmente en enero de 1998. Revisado en abril de 2002. Reproducido con autorización del Capital Research Center.

Justin Torres // Compassion and Culture Magazine