De Banquero a Sacerdote

El pasado 7 de marzo, el Eco Católico publicó una entrevista al P. Abelardo Rivera, sacerdote costarricense que en esas fechas celebraba su primera Misa solemne en Costa Rica. El P. Abelardo fue ordenado sacerdote el pasado 31 de agosto por Mons. Javier Echevarría, Prelado del Opus Dei, junto a otros 6 sacerdotes de 5 países.

El P. Abelardo junto con sus padres y hermanas.

Dejar de lado lo que denomina “el mundo apasionante” de los estados financieros, las proyecciones económicas, el comercio internacional y las estrategias empresariales para decir sí a su vocación de servicio a Dios y a sus hermanos desde el sacerdocio es la historia del recién ordenado sacerdote costarricense Abelardo Rivera Sibaja.

Su testimonio es muestra de que efectivamente los cristianos estamos llamados a buscar la santidad en medio de lo cotidiano como el trabajo y la vida de hogar, según promulgó en sus enseñanzas San Josemaría Escrivá, fundador del Opus Dei, Prelatura a la cual pertenece el Pbro. Rivera.

Lejos parecen haber quedado los análisis comparativos entre el mercado comercial norteamericano y el europeo que le dieron su título de Licenciado en Administración de Negocios en la Universidad de Costa Rica y sus experiencias como banquero en Guatemala y Costa Rica: ahora el sacerdote, ordenado el 31 de agosto del 2003 de manos de Monseñor Javier Echevarría, se declara servidor del mensaje del Evangelio y del llamado que Dios le ha hecho, comprometido con aquellos que menos tienen y preocupado por la situación de desintegración y violencia familiar, la juventud, la cultura y el mundo del trabajo.

Oriundo de Sabanilla de Montes de Oca, desde sus inicios como universitario se integró al Opus Dei, declarándose disponible para servir en lo que fuera necesario. Se enriqueció con los espacios de oración, estudio y reflexión, pero sobre todo con los trabajos de campo donde compartió con los pobladores de barrios marginales y rurales, al conocer su realidad y apoyando sus esfuerzos de superación.

Madurando poco a poco la idea de ser sacerdote y servir como tal, no dudó en aprovechar una beca para estudiar teología en la Universidad de la Santa Cruz en Roma, hasta donde viajó. Hizo el bachillerato y la licenciatura, pasado los cuales se enrumbó hacia España, a la Universidad de Navarra, donde se egresó como Doctor en Teología.

El P. Abelardo junto con sus padres y hermanas.

“De mi estancia en Europa recuerdo especialmente las celebraciones durante el Jubileo del año 2000 y los momentos que compartí con otros estudiantes llegados de otras partes del mundo, el intercambio fue y sigue siendo provechoso”, asegura el P. Rivera.

Sobre la pérdida progresiva de valores que se experimenta en la sociedad actual, el sacerdote se remite al Papa Juan Pablo II, cuando afirma que es necesaria una re-cristianización, y hasta una primera cristianización en los países.

Las herramientas que propone son la fe, la oración, el optimismo, el trabajo y la disposición sincera de abrir el corazón para cumplir la voluntad de Dios: “Debemos trabajar especialmente con los jóvenes, de ellos saldrá una generación que renovará la Iglesia y la sociedad, tenemos que trabajar para derrotar la ignorancia y comunicar el Evangelio a todas las personas”, sostiene. “Como decía San Agustín: seamos mejores y los tiempos serán mejores, el cambio empieza por cada uno de nosotros”, agrega.

“El sacerdote debe ser santo al igual que el laico y el religioso, pero el que ha recibido el sacramento del Orden debe luchar siempre por vivir la coherencia entre lo que predica y lo que hace, debemos siempre encarnar en nuestra vida la vida misma de Cristo, es la meta, la meta de todos los bautizados.”

A aquellos jóvenes que se encuentran en duda sobre si seguir el camino del sacerdocio o no, el Padre Abelardo les envía este mensaje: “Hay que pedirle al Señor luces para saber Su Voluntad y disponerse a cumplirla. Deben ser orantes y acudir a los sacramentos, para estar en disposición de saber qué es lo que Dios quiere, para luego decidir asumiendo la responsabilidad que ello implica, lo principal es tener el deseo de conocer cuál es la voluntad de Dios para cada uno”.

Martín Rodríguez G. // Eco Católico