«Los detalles que nos acercan a Dios de este santo los podemos recibir todos»

Mons. Javier Cremades Sanz-Pastor (Zaragoza, 1946), sacerdote desde 1973, ha desarrollado su labor pastoral en Pamplona, Santiago de Compostela, Madrid y Torreciudad. Confinado estos días en su casa —como todos—, padece una enfermedad pulmonar que le obliga a estar especialmente cauteloso con el coronavirus, pero no le impide teletrabajar. Acaba de publicar un libro titulado “Los planes de los Cremades” sobre la relación de san Josemaría con su familia.

La familia Cremades Sanz-Pastor con san Josemaría, en 1973.

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¿Por qué ha tardado tanto en escribir este libro o, dicho de otro modo, por qué lo publica ahora?

Cuando vi que mi salud mermaba, me di más cuenta de que era una pena no dejar constancia por escrito de tantas gracias de Dios que he recibido a través de san Josemaría y del familión tan estupendo en el que he nacido.

Aunque sobre la vida de san Josemaría hay bastante escrito, me parecía que podía aportar algunas cosas desde el lado más cotidiano y humano. Quieras que no, las biografías tienen un punto de seriedad que hacen que el personaje parezca algo distante. Las filmaciones que conservamos de tertulias con él manifiestan también su cercanía y su alegría, pero no dejan de ser reuniones más o menos multitudinarias.

Javier Cremades Sanz-Pastor

¿No es un poco sorprendente el agradecimiento que San Josemaría demostró a su familia desde el 22 de abril de 1941?

Mi padre facilitó que san Josemaría pudiera besar a su madre (+22.IV.1941) antes de que la enterraran. Estaba predicando fuera de Madrid y necesitaba volver lo antes posible. Mi padre le facilitó un coche y el salvoconducto necesario para circular por las carreteras intransitables, y con los bonos de gasolina suficientes, pues el combustible estaba racionado.

Estamos acostumbrados a ver a los santos subidos en unas peanas en los altares como intercesores ante Dios, como si no fueran de carne y hueso. En muchas de sus biografías se escamotea su lado humano, y más aún sus defectos y limitaciones, como si fueran obstáculos para la santidad. Pero basta abrir el evangelio y ver la vida de los primeros discípulos que elige el Señor, para darse cuenta de que este planteamiento es equivocado. Para ser santo hace falta ser muy humano, y el agradecimiento es una manifestación clara de esto.

¿Alguna anécdota inédita que no salga en el libro?

Se me ocurre una muy pequeña. Un día recibí una carta de mi hermana pequeña, que entonces debía de tener unos 15 años, en la que me contaba sus aventuras.

Me hacía un encargo para el Padre [san Josemaría]: que le dijera que rezara por ella porque había empezado a hacer el examen de conciencia por las noches, y estaba preocupada porque, según contaba, suspendía todos los días. Cuando se lo conté al Padre le hizo mucha gracia y me dijo que le contestara de su parte diciéndole que iba a rezar más por ella, pero que no se preocupara, ya que a él le pasaba lo mismo: que muchas noches terminaba su examen de conciencia diciendo: “Señor, perdona. Hoy tampoco Josemaría está contento de Josemaría”. Y que se quedara en paz después de hacer un acto de contrición, porque Dios es muy bueno.

La familia Cremades con el fundador del Opus Dei, en 1971

¿Algún consejo para los que no hemos tenido su suerte —y su responsabilidad— de haber recibido tantos detalles de un santo?

El consejo lo doy en el libro. Los detalles que nos acercan a Dios de este santo los podemos recibir todos, porque desde el Cielo sigue intercediendo por nosotros, especialmente por la gente del Opus Dei, por los que participan en sus actividades y por un montón de cooperadores y amigos que han descubierto en san Josemaría un gran cómplice e intermediario para aumentar su amor a Dios. Si aquí en la tierra no paraba, en el Cielo se mueve mucho más: Dios le deja hacer. Desde que el libro está colgado en la red estoy recibiendo muchos correos y comunicaciones de gente que confirma esa descarada ayuda de san Josemaría, al que san Juan Pablo II llamó “el santo de lo ordinario”.

¿Se puede ser aragonés y universal a la vez?

Unos ejemplos, entre muchos otros posibles: la Virgen del Pilar se hizo aragonesa en el siglo I. Y, a otro nivel, me salen unos cuantos nombres más: Sender, Baltasar Gracián, Miguel Servet, Buñuel, san José de Calasanz, san Josemaría, mis padres... y, aunque suene a que me echo un farol, yo mismo soy aragonés y universal a la vez: lo digo de verdad.

Portada del libro

La Virgen del Pilar está muy presente en la vida de san Josemaría, como buen aragonés. ¿Algún detalle menos conocido de esa especial devoción?

En una ocasión viajaba yo de Roma a Zaragoza y, antes de salir, me dio la bendición de viaje y me concretó un encargo bien preciso: que fuera al Pilar de su parte, que le dijera a la Virgen que la quería con locura y muchas cosas: todo lo que se me ocurriera. No me concretó más. Ni que decir tiene el empeño con el que cumplí este encargo lo mejor que pude aunque, por mucho esfuerzo que puse, seguro que me quedé corto en mis manifestaciones de cariño a la Madre de Dios de su parte.

Han pasado ya casi 50 años de la muerte de Josemaría Escrivá. Se ha escrito mucho y se ha dicho todavía más. A su juicio, ¿falta todavía alguna faceta de su vida, o algún rasgo de su carácter, por descubrir o que no se ha profundizado?

Esa pregunta es un mar sin orillas. Yo la dejo a los historiadores y a aquellos que han vivido muy cerca con él. Pero puedo asegurar que no hay nada más cercano, más cariñoso, más entrañable y feliz que nacer en una familia cristiana numerosa y convivir con una persona verdaderamente santa. Pido a los lectores que recen por mí porque tendré que dar mucha cuenta a Dios Nuestro Señor.