«La mujer es clave en el cambio social que necesitamos»

Isabel Sánchez Serrano (Murcia, 1969) es la mujer que ocupa el puesto más importante en la dirección del Opus Dei. Desde 2010 es la secretaria central de la Asesoría, el organismo compuesto por mujeres que asesoran al Prelado en el gobierno de la institución. Esta licenciada en Derecho vive en Roma desde 1992 y lidera a más de 50.000 mujeres que forman parte del Opus Dei en 70 países.

Isabel Sánchez. Foto: Paola Gutiérrez

Aceprensa «La mujer es clave en el cambio social que necesitamos»

Sánchez Serrano acaba de publicar en la editorial Espasa Mujeres brújula en un bosque de retos, un libro que recoge las experiencias de 75 mujeres que trabajan en los cinco continentes impulsando proyectos sociales para mejorar su entorno.

— ¿Cómo nace Mujeres brújula en un bosque de retos?

— El año pasado, con ocasión de la beatificación en Madrid de Guadalupe Ortiz de Landázuri –una de las primeras mujeres del Opus Dei–, me entrevistó el diario españolEl Mundo. La editorial Espasa leyó esa entrevista y al poco tiempo me propusieron escribir un libro. Aunque desde muy joven me encanta escribir, nunca había pensado en publicar un libro y tampoco se me pasó por la cabeza que yo tuviera algo interesante que contar. Sin embargo, dándole vueltas a esta propuesta, caí en la cuenta de que, aunque quizás mi vida era muy normal, por mi vocación al Opus Dei y mi trabajo en el gobierno de esta institución, he tenido la suerte de conocer a muchas personas de los cinco continentes, que me han enriquecido y que me han ayudado a afrontar con su ejemplo numerosos retos personales y profesionales. En mi libro, recojo algunas de sus historias que más me han marcado.

— ¿Y el título?

Mujeres brújula en un bosque de retos se podría leer al revés: en un bosque de retos, mujeres brújula. Considero que nos ha tocado vivir una época cambiante, enmarañada y compleja, una época donde no es fácil ver la luz. Esto nos deja a veces desorientados. Por eso necesitamos brújulas, pero de carne y hueso, con existencia real, con historia, con trayectoria, con inicio y conclusión. Ejemplos que nos den luz, fuerza y sentido.

Escenarios cotidianos

— En algún momento califica a estas mujeres de influencers. ¿Por qué?

— Porque son mujeres que han tenido un impacto en mi vida y pueden tenerlo en la de otros. Escuchando y conviviendo con ellas se ha ido ampliando mi mirada sobre el mundo. Me han enseñado que el sufrimiento, la vulnerabilidad y hasta el error pueden ser caminos de aprendizaje y crecimiento. Me han confirmado que, para hacer nuevo el mundo, hay que renovar a las personas, pues a base de ir eligiendo el bien, uno mismo se hace bueno y ese bien se difunde, transformando el entorno inmediato e inspirando a otros.

— Sin embargo, la mayoría de las historias están protagonizadas por gente corriente y no hay protagonistas de grandes gestas…

— Efectivamente, son representantes del liderazgo callejero. Gente de la calle, como Flor, que humaniza los fríos pasillos de su hospital en Moscú; o la mujer argentina, que convierte su cocina en un campo de boxeo donde el perdón y el rencor se enzarzan en una pelea que al final la lleva a acoger al marido que la abandonó. Es la historia de Anna, luchando para aceptar con paz la muerte que le anuncian en la plenitud de su vida, o la de una joven con síndrome de Down que me ha ayudado a mirar la vida con una sensibilidad mayor.

No son historias inasequibles, porque tienen en común los escenarios cotidianos y las pasiones más universales. Quizás nunca protagonicen titulares, pero pienso que sí han protagonizado grandes gestas, porque hacer vencer dentro de nosotros el bien es siempre esforzado.

— El libro se centra en las mujeres, ¿ha querido excluir a los hombres?

— En absoluto. Como se lee muchas veces en el texto, no imagino que podamos moldear un mundo nuevo si no trabajamos al unísono hombres y mujeres. Pretendo evitar el antagonismo en que a veces se suele presentar el binomio hombre-mujer. He aprendido mucho de profesores, amigos, jefes, colegas, pero lógicamente, al ocuparme más directamente de lo referente a proyectos liderados por mujeres, he entrado en un contacto más profundo y constante con ellas, y por eso puedo contar sus historias de primera mano. Por otra parte, desde el inicio la editorial me transmitió que sería muy interesante subrayar el factor femenino en este libro.

Eso no quiere decir que esté dirigido solo a mujeres, ni mucho menos. De hecho, espero que lo lean muchos hombres.

— Mucha gente esperará de usted un libro sobre el Opus Dei y le puede sorprender encontrar un libro calificado de “autoayuda”…

—Eso es una elección de la editorial. Probablemente han querido dar realce a uno de los temas de fondo: si queremos hacer cosas buenas, tenemos que ser mejores nosotros.

De todas formas, pienso que las enseñanzas de san Josemaría son un referente muy importante en mi vida y están latentes en muchas de las historias que cuento.

— Además de las historias de sus protagonistas, recoge en su libro una gran cantidad de reflexiones personales sobre diferentes temas. ¿Qué fuentes ha utilizado para seleccionar estas cuestiones?

— La primera fuente he sido yo misma, que he tenido la libertad, gracias a la generosidad de la editorial, de elegir las cuestiones de las que quería hablar. Y esas cuestiones nacen de la actualidad, de conversaciones inspiradoras, lecturas, películas, series, de interesarme por algunas tendencias…

En este sentido, estoy agradecida a Aceprensa, que es un medio que suelo leer con mucha frecuencia y que me ha proporcionado también buenas “pistas” para orientarme y profundizar en temas candentes e incluso para descubrir a algunas mujeres brújula.

Buscar lo que une

— ¿Cuál es el propósito del libro?

— Me encantaría que este libro provocase diálogos, que estimulase conversaciones entre amigos sobre temas tan relevantes como la educación, la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, la consecución de la paz, el cuidado del planeta y el deseo de Dios. Son cuestiones universales que nos afectan a todos, de las que todos somos protagonistas.

No es que yo tenga la solución ni las respuestas que, por otro lado, no son únicas ni simples. Más bien quiero abrir interrogantes para mover a escucharnos, a trabajar juntos, superando antagonismos o posturas contrapuestas. Huyo del discurso polarizado; quiero buscar lo que une. Creo firmemente en la amistad como valor social.

— Insiste mucho en el valor del diálogo, ¿por qué?

— Porque es el producto Premium de los seres humanos, y sin embargo lo ejercitamos poco y a veces mal.

El contexto actual se expresa con cierta frecuencia en un tablero antagónico donde juegan todos contra todos: hombres contra mujeres, razas contra razas, culturas contra culturas, religiones contra religiones. Al final, yo contra ti, siempre y en todo, como punto de partida.

El propósito de este libro es tender puentes, no levantar muros. No crear islas. Salir en busca del otro (incluido Dios), sin etiquetas, sin prejuicios, con apertura. Pero si no podemos compartir verdades y acrecentarlas, anulamos el valor del diálogo.

— Son frecuentes las referencias a lo largo de las páginas a personajes públicos o intelectuales que, en principio pueden parecer alejados de una concepción cristiana de la vida. ¿Qué pueden tener en común con la secretaria central del Opus Dei?

— Podemos tener muchísimo en común, partiendo de la base de que todos aspiramos a lo mismo: una vida plena, feliz, un corazón enamorado, un mundo más justo y solidario… Quizá estamos tratando de llegar a estas metas por caminos aparentemente inconexos, pero estoy convencida de que en algún punto las trayectorias se cruzan y es ahí donde quiero enfocarme. Estas personas me han dado claves interpretativas o me han ayudado a formar una opinión sobre diferentes temas que me interesan y que son importantes para mi trabajo. En muchos casos no estoy de acuerdo con todo lo que hacen o dicen, pero considero valiosas algunas de sus ideas y propuestas, y son esas las que quiero señalar.

También aquí pienso especialmente en san Josemaría, que nos animaba a estar siempre abiertos a todos y caminar con e ir del brazo con todos.

Sin clericalismos

— Con cierta frecuencia se critica a la Iglesia por relegar a la mujer ¿piensa que la mujer puede ejercer un liderazgo en el ámbito eclesial?

— El Papa Francisco no deja de repetir que las mujeres en la Iglesia deben ser valorizadas, no clericalizadas. De hecho, pienso que algunas de las críticas a la Iglesia en este campo vienen precisamente del clericalismo de quien piensa que en la Iglesia lo importante son los sacerdotes, la carrera eclesiástica, los aspectos institucionales u organizativos.

Y, en este sentido, la contribución femenina va mucho más allá de la mera funcionalidad en el ámbito eclesiástico. Lo más importante que la mujer, como mujer, puede hacer en la Iglesia, lo hace en el mundo. No tiene entidad mayor ni se convierte en arquetipo de su misión cristiana el trabajo en instituciones eclesiásticas o el servicio del altar.

Esta visión clerical diluye el importante papel de los laicos en la Iglesia, mujeres pero también hombres. Me parece posible y deseable que veamos a muchas más mujeres y hombres laicos trabajando en dicasterios del Vaticano, en curias diocesanas, en consejos parroquiales; que florezcan teólogas, que puedan aportar luces nuevas a esa ciencia; que muchas más santas lleguen a los altares y, sobre todo, que millones de cristianas de a pie hundan las raíces de su día a día en la novedad del Evangelio y logren dejar como legado esos valores a su alrededor.

Pero todo esto requiere una fina labor de criba sobre qué tareas corresponden al ministerio sacerdotal y cuáles no. Además, se precisa apreciar a fondo la contribución que la mirada femenina puede aportar al enfoque y solución de las diferentes cuestiones. Aquí sí me parece que hay mucho camino por recorrer…

— ¿Qué le ha dicho el prelado del Opus Dei sobre el libro?

Tres cosas que considero muy importantes. Dos de ellas antes de iniciar el proyecto. La primera: “Escribe lo que quieras”. Luego me preguntó: “¿Necesitarás ayuda?”. Y la verdad es que le hice caso: todo lo que he escrito lo firmo en primera persona y la ayuda que necesité fue que me facilitaran “encerronas” y no tener viajes en la agenda durante algunos meses. La tercera cosa me la dijo a los pocos días de imprimirse el libro: “Ya he leído 40 páginas”.

No pueden condensarse en menos palabras las actitudes de consideración y respeto a mis opiniones; apoyo del líder para que otros realicen sus sueños y cariño de padre que lee pronto el libro, aunque el estilo o algunas de mis reflexiones quizás le gusten más o menos…

— ¿Se ha sentido libre al escribir o le ha pesado el hecho de representar a la institución?

He intentado señalar desde el inicio que lo expuesto en este libro son vivencias, recuerdos y opiniones estrictamente personales. Estoy segura de que muchos no las compartirán, al menos totalmente, y eso me gusta. Me da fuerza pensar en ese amplio pluralismo que el Opus Dei ha impulsado desde siempre.

Ante la pandemia

— Afrontamos un nuevo curso marcado por la incertidumbre de la covid-19, ¿podemos sacar algo bueno de esta crisis?

Estamos viviendo tiempos muy duros, de mucho sufrimiento, especialmente para las personas más frágiles: los ancianos, los enfermos, las personas y países con pocos recursos. Pienso, sin embargo, que estas crisis nos pueden enseñar lecciones importantes.

La llamada nueva normalidad nos propone un reto: concentrarnos con pasión en lo posible, cuidar a las personas que nos rodean y acentuar la creatividad para afrontar los nuevos escenarios sin esperar a que la pandemia “pase”.

Además, esta situación de inseguridad nos llena de humildad y nos puede ayudar a contar más con la ayuda divina y a vivir más confiados en Dios.

— ¿Cree que este es el comienzo de una carrera como escritora? ¿Le gustaría dedicarse a esto?

Eso lo tendrán que decidir los lectores. A mí me gusta escribir, pero tiene que haber quien quiera leerme

Por el momento, tengo abundante trabajo de otro estilo, pero procuraré no perder esta afición.


El libro en 10 frases

  1. En la vorágine de la cuarta revolución industrial y en el umbral de la quinta, la transformación del trabajo puede llevarnos hacia una encrucijada vital: o conformamos una sociedad del descarte, o una sociedad del cuidado.
  2. Que la estructura laboral, tal como está concebida, penalice la maternidad o la paternidad no es un problema de la mujer, es un problema de todos, y quizá la primera batalla será lograr ese convencimiento.
  3. Los robots podrán complementar y asistir al cuidado de los humanos hacia humanos, pero nunca los podrán suplantar, porque carecen de los productos premium específicos de las personas: la conversación, la libertad y el amor.
  4. Podemos señalar varios ingredientes imprescindibles para los líderes del día a día: desarrollar un pensamiento crítico, liberarnos del miedo a recibir dislikes, saber acumular fuerza para ir contra lo políticamente correcto y aprender a decir que no.
  5. En esta época, un cristiano puede ser para el mundo un agente ecológico de la dimensión religiosa, que ayude a purificar las ideas contaminadas sobre Dios y cancele las sospechas que aún siguen pesando sobre Él —el tirano, el aguafiestas de los hombres, el acusador continuo, el ladrón de la felicidad jugosa y vital.
  6. Una de las primeras guías para la existencia feliz será aprender a convivir con nuestras propias limitaciones y con las de los demás. Esto supone realismo, buen humor, cultivar una mirada positiva sobre nosotros y lo que nos rodea, y aprender a estar en la cancha del mundo con deportividad, sabiendo transformar los reveses en oportunidades.
  7. Durante la pandemia, nuestra condición común de reclusos urbanos sin control alguno sobre nuestros destinos ha evidenciado lo que realmente somos: humanos vulnerables e interdependientes, capaces de vivir y de gozar con lo esencial.
  8. La gran hilera de desplazados y refugiados forzosos a causa de la violencia forman una gran cicatriz sobre el globo.
  9. El perdón es una gran tabla de salvación de las relaciones. El arte de reparar es lento y costoso, pero nos permite recuperar lo más valioso de nuestra vida: los vínculos humanos profundos.
  10. Cuidar a los que ya cuidaron una vez, cuando eran adultos y plenos, y ya fueron cuidados de niños, es uno de los deberes acuciantes de cualquier sociedad desarrollada.

Ana Sánchez de la Nieta

Aceprensa