Opus Dei

El secreto de la felicidad familiar está en lo cotidiano, también en el aprovechamiento de todos los adelantos que nos proporciona la civilización, para hacer la casa agradable, la vida más sencilla, como se señala en este editorial.

Sofía Miguens es maestra de primaria en el Buen Consejo, un colegio que realiza un trabajo de inclusión social de chicas que viven en la villa 21-24 y en los barrios aledaños. Mediante la educación, el colegio busca abrirles nuevos horizontes.

​Una amiga casada y con tres niños me había dicho que quería asistir a unos días de retiro espiritual, también vendría con ella su suegra.​

Carmen Álvarez es voluntaria de la Fundación Promoción Social de la Cultura en Sri Lanka y nos cuenta, desde Colombo, cómo se ha vivido la visita del Papa Francisco estos días.

Hemos obtenido gracias por la intercesión de Dora: pudimos vender unos terrenos y una casa, que desde hace muchos años estaban en venta. Gracias a su intervención ha sido posible.​​

Durante una visita a Suiza, en 1993, Mons. Álvaro del Portillo habló sobre la relación de los católicos con personas de distintas confesiones religiosas.

Las personas que trabajaron junto a Dora recuerdan la seriedad y la ilusión que ponía en lo que hacía; su responsabilidad para aprovechar el tiempo y ser más eficaz. También cómo se interesaba por estar al día en los adelantos técnicos que podían facilitar el trabajo.

Desde hace unas semanas está disponible en Apple Store y en Google Play la nueva versión de la App, en inglés y español.

Dora del Hoyo nació en 1914 en España. En 1946 se trasladó a la capital italiana, donde vivió y trabajó para su familia: el Opus Dei. Como profesional, se entregó en cuerpo y alma a las tareas del hogar en la sede de la Prelatura.

El día 10 de enero de 2004, a las cuatro y ocho minutos de la madrugada, fallecía una mujer, llamada Salvadora del Hoyo, cuando le faltaban apenas veinticuatro horas para cumplir los noventa años de edad. A continuación reproducimos algunos fragmentos del artículo de Ana Sastre “De los Picos de Europa a la Ciudad del Tíber” en el que se describe el lugar donde reposan los restos de Dora.