Mi historia, una serie de coincidencias

Mary Jane Knight conoció la Iglesia Católica al mismo tiempo que al Opus Dei. En este relato, la sexta protagonista de la serie 9 mujeres en el 90 aniversario de las mujeres en el Opus Dei, nos cuenta su camino hacia la conversión de la iglesia anglicana al catolicismo.

Mary Jane Knight señala que en su conversión “se me hizo más fácil aterrizar el Evangelio gracias a las enseñanzas de san Josemaría”.

Mary Jane Knight quería encontrar a Dios. Cuando se puso a pololear con el que ahora es su marido ella lo acompañaba a misa ‘como un panorama’ más. “Luego decidimos casarnos en una ceremonia ecuménica, ya que yo venía de una familia anglicana y él era católico, pero no resultó. Finalmente nos casamos por la Iglesia católica, aunque yo seguía siendo anglicana”, relata Mary Jane. Agrega que en esa época nadie le había explicado sobre la preparación para recibir los sacramentos y, menos aún, en la posibilidad de convertirse al catolicismo.

“Necesitaba saber más de Dios. Así, poco a poco, las cosas se fueron dando para que yo me acercara más a Él”, cuenta Mary Jane.

Transcurrieron los años, llegaron los hijos y fueron bautizándolos, uno a uno, con el mismo capellán católico que los había casado. “Lo hice porque me daba tranquilidad y quería compartir a mis hijos con Dios”. También iba a misa todos los domingos porque “necesitaba saber más de Dios. Así, poco a poco, las cosas se fueron dando para que yo me acercara más a Él”, cuenta Mary Jane.

Luego de unos años viviendo en Concepción decidió ir a hablar con la señora del obispo anglicano para que le hiciera clases de formación cristiana. Organizó un grupo y durante un año aprendió, según explica, la historia de Jesús, más que su doctrina. Luego hubo una serie de coincidencias que fueron acercándola a la Iglesia católica, como cuando acompañó a clases de ballet a su hija mayor y escuchó a unas mamás conversando sobre unos cursos de religión; se acercó a preguntar y le dieron la dirección de Maitenes, un centro del Opus Dei. Hasta ese momento nunca había oído hablar de la Obra.

De la tercera clase salió molesta, cuenta Mary Jane, “porque me dijeron que la Iglesia Católica era la única fundada por Jesucristo. Pasaron tres semanas de dudas y volvió, porque se dio cuenta de que necesitaba aprender las enseñanzas de la Iglesia. Además de ayudar en el club de niñitas de Maitenes, empezó a recibir clases de formación especiales para ella. “Me fui encantando de a poco, hasta que un día, cuando ya estaba preparada, me hablaron de la posibilidad de convertirme. Ahí caí en la cuenta de que ese era el paso lógico que había que dar”. Añade que “en el fondo, yo conocí el Opus Dei al mismo tiempo que a la Iglesia Católica y pienso que por eso se me hizo más fácil aterrizar el Evangelio, gracias a las enseñanzas de san Josemaría”.

El regalo de la paz interior

Hizo la profesión de fe a menos de un año de haber empezado a ir a Maitenes. Ese día Mary Jane estaba muy nerviosa, cuenta. “No había querido invitar a nadie más que a mi marido, porque para mí este paso y todo este proceso lo fui viviendo de manera más bien ‘oculta’, porque me significaba consecuencias humanas en mi entorno muy fuertes, muy difíciles”. Si bien su mamá la apoyó en su conversión, no fue hasta el día antes de la profesión de fe que la invitó con cierto temor.

“Fue tremendamente emocionante cuando tuve que recitar el Credo; utilicé toda mi energía en concentrarme en cada una de esas verdades de fe”, señala Mary Jane.

Ese día estaba el sacerdote que la preparó, algunas del centro de Maitenes, su marido y su mamá. “Fue tremendamente emocionante cuando tuve que recitar el Credo; utilicé toda mi energía en concentrarme en cada una de esas verdades de fe”, señala Mary Jane. Agrega que “ahí se me revelaron todos los misterios de la fe, que en ese minuto algunos ni entendía, pero en los que creía”. Desde ese día en adelante, explica, sintió una gran responsabilidad en creer y vivir todo lo que el Credo significa.

Al pensar en su conversión, Mary Jane siente que siempre buscó la paz interior, la que viene de Cristo y a pesar del temor y las inseguridades que sintió en el camino, se dio cuenta que tenía que responder a lo que Dios esperaba de ella; pero ya no estaría sola, sino que Él estaba en su camino.

Cinco años después pidió la admisión como supernumeraria del Opus Dei. Y al poco tiempo su marido también lo hizo.

Mary Jane, Rubén Bustos y seis de sus siete nietos.

El cambio de colegio: coherencia de vida

Los padres de Mary Jane son inmigrantes que llegaron a Chile desde Inglaterra y se instalaron en Concepción. Durante su infancia iban al culto anglicano que se daba una vez al mes en Concepción; y si bien aprendió de Dios en su familia, cuenta que se hablaba muy poco, que estaba presente más en la rectitud de vida y en virtudes naturales que “luego yo aprendí a sobrenaturalizar”, explica.

Su papá fue director del colegio St. John’s durante 24 años y su mamá profesora por 50 años. Tres de los hijos de Mary Jane estudiaron ahí, pero durante el tiempo en que estuvo en el proceso de búsqueda de Dios y recibiendo clases de formación cristiana, con su marido decidieron cambiar a los niños a un colegio impulsado por personas de la Obra. “Nos dimos cuenta de que no estábamos siendo coherentes como padres, pero me costó mucho porque sentí que estaba siendo desleal con mi mamá”, explica. Su madre, aunque entendió su conversión, no comprendió el cambio de colegio. “Fue un golpe fuerte para la familia y para la comunidad escolar”, señala.

“Mi camino fue trazado desde el momento de mi conversión, donde al fin pude responderle a alguien que me daba un marco, me daba barandas para el puente”

Para Mary Jane todo este recorrido se entiende gracias a la fuerza del Espíritu Santo. “Mi camino fue trazado desde el momento de mi conversión, donde al fin pude responderle a alguien que me daba un marco, me daba barandas para el puente”, señala. Añade que “nos dio una coherencia de vida que los niños aprendieron de manera natural, apoyados por el colegio, y se criaron dentro de un marco de valores acordes con nuestra fe. Hoy los veo como a grandes personas que están formando con mucha ilusión sus propias familias”, cuenta con orgullo.

Cuando sus hijos mayores llevaban un tiempo viviendo en Santiago por sus estudios universitarios, con su marido conversaron sobre la importancia de reunir a la familia otra vez y decidieron trasladarse. “Gracias a Dios mi marido, médico, consiguió un trabajo en el Hospital del Trabajador y pudimos volver a reunirnos. Estábamos felices: para nosotros la familia es fundamental y no queríamos que pasaran tantos años viviendo separados de los hijos”. Actualmente cinco de sus seis hijos se han casado y tienen ya 7 nietos.

“La vocación me estaba esperando. Agradezco el don de la fe, mi conversión y mi vocación”, relata emocionada. Agrega que “san Josemaría me enseñó a aterrizar el Evangelio; desde que me levanto hasta que me acuesto lucho por vivir con una natural presencia de Dios durante el día”.