Dos intervenciones del Cielo

El 14 de febrero de 1930 y de 1943, Dios intervino de nuevo en el camino del Opus Dei. El 2 de octubre de 1928, Dios había hecho "ver" a san Josemaría que debía abrir un camino nuevo en la Iglesia. “Fue elegido por Dios para anunciar la llamada universal a la santidad y para indicar que la vida de todos los días, las actividades comunes son camino de santificación” (Juan Pablo II, Discurso, 7-X-2002).

El 2 de octubre de 1928, Dios había hecho "ver" a san Josemaría que debía abrir un camino nuevo en la Iglesia. El 14 de febrero de 1930 y de 1943, Dios intervino de nuevo en el camino del Opus Dei.

El 14 de febrero de 1930 Dios le hizo ver que debía difundir el mensaje del Opus Dei también entre las mujeres, y el 14 de febrero de 1943, al acabar de celebrar la Santa Misa, "vió" la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, solución por la que se abría el camino en el Opus Dei para los sacerdotes.

Como explicó Juan Pablo II en un discurso a los participantes en la canonización: “Fue elegido por Dios para anunciar la llamada universal a la santidad y para indicar que la vida de todos los días, las actividades comunes son camino de santificación” (Juan Pablo II, Discurso, 7-X-2002. Plaza de San Pedro del Vaticano).

San Josemaría. 1938

A todos

En un Carta fechada el 24 de marzo de 1930, escribía san Josemaría:

Hemos venido a decir, con la humildad de quien se sabe pecador y poca cosa –homo peccator sum (Lc5,8), decimos con Pedro–, pero con la fe de quien se deja guiar por la mano de Dios, que la santidad no es cosa para privilegiados: que a todos nos llama el Señor, que de todos espera Amor: de todos, estén donde estén; de todos, cualquiera que sea su estado, su profesión o su oficio. Porque esa vida corriente, ordinaria, sin apariencia, puede ser medio de santidad: no es necesario abandonar el propio estado en el mundo, para buscar a Dios, si el Señor no da a un alma la vocación religiosa, ya que todos los caminos de la tierra pueden ser ocasión de un encuentro con Cristo (Andrés Vázquez de Prada. El fundador del Opus Dei: vida de Josemaría Escrivá de Balaguer, p.300).

La santidad no es cosa para privilegiados: a todos nos llama el Señor, que de todos espera Amor: de todos, estén donde estén; de todos, cualquiera que sea su estado, su profesión o su oficio.

Y el año siguiente, en la Carta del 9-I-1932, precisaba: ¡Qué clara estaba, para los que sabían leer el Evangelio, esa llamada general a la santidad en la vida ordinaria, en la profesión, sin abandonar el propio ambiente! Sin embargo, durante siglos, no la entendieron la mayoría de los cristianos: no se pudo dar el fenómeno ascético de que muchos buscaran así la santidad, sin salirse de su sitio, santificando la profesión y santificándose con la profesión (Carta 9, I-1932, n. 91. Citado en "El Opus Dei en la Iglesia". Pedro Rodríguez, Fernando Ocáriz Braña, José Luis Illanes Maestre, p. 155).

Una novedad evangélica

“Es una novedad, antigua como el Evangelio, -le gustaba decir- que hace asequible a personas de toda clase y condición –sin discriminación de raza, de nación, de lengua– el dulce encuentro con Jesucristo en los quehaceres de cada día. Novedad bien sencilla, como son las nuevas del Señor”.(BERNAL, Salvador. Apuntes sobre la vida del Fundador del Opus Dei. Rialp.)

“Si se quiere buscar alguna comparación, ilustraba en la respuesta a un periodista, la manera más fácil de entender el Opus Dei es pensar en la vida de los primeros cristianos. Ellos vivían a fondo su vocación Cristiana; buscaban seriamente la perfección a la que estaban llamados por el hecho, sencillo y sublime, del Bautismo. No se distinguían exteriormente de los demás ciudadanos” (Conversaciones, n. 24)

No le cabía en la cabeza a nadie

La manera más fácil de entender el Opus Dei es pensar en la vida de los primeros cristianos. Ellos vivían a fondo su vocación Cristiana.

Era tal la novedad del planteamiento, que hubo quien consideró a aquel joven sacerdote –tenía 26 años en 1928- como un soñador, como un loco. Alguien quiso cerciorarse muchos años después, en Brasil, con una pregunta bien directa: –¿Por qué, cuándo y quién le había llamado loco? Y ésta fue la contestación:

–¿Te parece poca locura decir que en medio de la calle se puede y se debe ser santo? ¿Que puede y debe ser santo el que vende helados en un carrito, y la empleada que pasa el día en la cocina, y el director de una empresa bancaria, y el profesor de la universidad, y el que trabaja en el campo, y el que carga sobre las espaldas las maletas...? ; Todos llamados a la santidad! Ahora esto lo ha recogido el último Concilio, pero en aquella época –1928–, no le cabía en la cabeza a nadie. De modo que... era lógico que pensaran que estaba loco (...)

–Ahora ya parece natural, pero entonces no era así.

(BERNAL, Salvador. Apuntes sobre la vida del Fundador del Opus Dei. Rialp.)