​Una amistad a primera vista

Hace cinco años Marie Hélène tuvo “la suerte” de conocer a “una gran aliada”: Dora del Hoyo. Se la presentó una amiga: “Me contó su historia y enganché de inmediato”, cuenta.

Marie Hélène -ama de casa chilena, casada y madre de cuatro hijos- recuerda que lo que más le llamó la atención de Dora fue que hubiera alcanzado la santidad en cosas tan cotidianas como las del hogar.

¿Cuál fue su primer impacto al conocer a Dora?

Me cautivó su normalidad. Se preocupaba de lo que se comería en la casa, de tenerla limpia y ordenada, de lavar y arreglar la ropa; de agradar a quienes vivían con ella y de enseñar lo que sabía. Todo lo anterior además, realizado con mucho amor y audacia, porque muchas veces no contaba con los medios; lo hacía para sorprender y alegrar a quienes vivían con ella. Se preocupaba de hacer “hogar”, sin descuidar detalle. Me leí su libro y comencé pidiéndole ayuda para mejorar mis tareas diarias.

Comencé pidiéndole ayuda para mejorar mis tareas diarias

Era admirable. Desde el hecho de irse a Roma, dejando su país, familia, idioma, para partir con todo casi de cero, sin miedo, feliz; hasta su dedicación por cada uno en particular; el modo en que cosía el botón de la camisa hasta cómo preparaba el postre favorito. Eso más que memoria demuestra mucho amor y preocupación por los demás.

¿Cómo es su relación con Dora?

La siento muy cercana, me atrevo a pedirle todo tipo de cosas: le dije que me ayudara a ser mejor ama de casa: en el orden, con los hijos, con mi marido. Su asistencia fue inmediata. Me ayuda a levantarme a la hora, mantener el escritorio ordenado, cosas muy básicas. Ella engrandece mis tareas, por más pequeñas que sean, contagiándome el amor que ella ponía.

¿Algún favor especial?

En julio de 2015, mi hijo Ignacio estuvo grave ingresado en la Unidad de Cuidados Intensivos sin diagnóstico durante 15 días. El primer día llegué a la clínica con una reliquia de Dora. Les propuse a todos que solo le pidiéramos a ella, para tener claro quién había intercedido cuando mi hijo mejorara. Los diagnósticos pasaron de leucemia a sarampión y meningitis. Finalmente, arrojaron un lupus. Nada tan grave, pero de cuidado y para toda la vida. Seguí rezándole a Dora, lo quería sano. Seis meses después, los síntomas empezaron a remitir. Se le hicieron los exámenes y ya no había restos de la enfermedad. El doctor dijo que esperáramos otro mes, y nuevamente los análisis salieron perfectos. Ignacio ya no tiene lupus y desde marzo está totalmente sano.

La idea no es alcanzar hacer todo, sino llegar a hacerlo bien. Hacer lo que te toca y lo mejor posible.

A todas las personas que conozco, les presento a Dora (en el supermercado, peluquería, trabajo, amigas, etc.), les entrego la estampa y me comprometo a que juntas le pidamos a Dora un milagro. Recomiendo la devoción a Dora a todo el que se cruza por mi camino.

En una época en que las tareas del hogar están desvalorizadas ¿sientes vigente un modelo de vida como el de Dora?

Me parece muy actual el ejemplo de Dora porque hoy tratamos de hacer muchas cosas, “llegar a todo”, no importa cómo. Es en ese cómo donde está la diferencia. Lo primero es valorar las tareas del hogar, por simples que parezcan o pereza que nos den. El hacerlas bien, ayudar y enseñar a quienes trabajan con nosotros. La idea no es alcanzar hacer todo, sino llegar a hacerlo bien. Hacer lo que te toca y lo mejor posible.

¿En qué cosas concretas nota la mano de Dora en tu vida?

Sobre todo en el orden. Pasé 20 años dejando el cuidado del hogar en manos de otros, perdí el control y el desorden invadió nuestros clósets, bodegas, despensa... horarios y vida.

Me ha ayudado a darme cuenta de que estoy haciendo hogar en mi casa, un lugar donde todos llegan y están cómodos y felices.

En la comida, ahora soy yo quien compra algunas cosas y encarga otras, prepara menús entretenidos y saludables, hace los aliños y se preocupa de que los horarios de comida sean relativamente ordenados.

¿Qué importancia tiene para usted la palabra hogar?

Soy de una generación de recambio. Empecé a trabajar antes de recibirme, me casé, tuve a mis cuatro hijos, pero siempre conté con ayuda en mi casa para cuidarlos y para realizar las labores domésticas. Incluso en una época tenía a dos personas, de manera que nunca estaba sola. Hace unos tres años mi empleada, que era mi brazo derecho y que me ayudó a criar a mis hijos, volvió a su casa después de 21 años. Fue muy difícil porque tuve que hacerme cargo de mi casa y no me había dado cuenta hasta qué punto había perdido el control. A mis niños les costaba mucho ayudar en las tareas de la casa.

Dora fue mi gran aliada. Me dio calma. Siempre me gustó la cocina, pero para ocasiones especiales, no para el día a día. También eso fue saliendo, pidiendo ayuda. El aseo siempre me ha costado y me molesta que al resto no le importe, ahí ni Dora podía conmigo: eran mis peores batallas. Al principio, alegaba y retaba a todos, de a poco cerrando puertas de los más adultos hasta que volvieran y preocupándome de lo que podía. Después de un tiempo llegó una señora que nos ayuda, de modo que, pasados, 23 años tuve que volver a enseñar cosas muy básicas. En este tiempo siento que he conocido más a Dora. El verla en estas pequeñas cosas, que antes yo sentía bien lejanas, cuando ahora era yo quien las estaba haciendo, me acercó más a ella. Me ha ayudado a darme cuenta de que estoy haciendo hogar en mi casa, un lugar donde todos llegan y están cómodos y felices. Esta es una de mis grandes metas este año, mantener mi hogar "luminoso y alegre", y me di cuenta de que por muchos empleados que uno tenga, si la dueña de casa no está en esto, es muy difícil lograrlo.