Carmen anima a usar palabras mágicas como “por favor” y “gracias” porque está convencida de que educar no consiste sólo en transmitir conocimientos, sino en enseñar a vivir. Entiende que el verdadero progreso consiste en sembrar en todos el deseo de ser mejor persona, y es lo que trata de practicar dentro y fuera del aula.
Agradece haberse encontrado con el Opus Dei tempranamente en su vida y la formación humana y cristiana que ha recibido ahí, pues “afianzó mi personalidad, la educación adquirida en mi familia, y me lanzó con paso seguro en el mundo profesional”.
Un día como el de tantos otros maestros de Primaria y Secundaria, Carmen llega al colegio. Saluda a los padres, madres o compañeros que se encuentra de camino hacia el aula. Durante el recreo –aunque no le toque vigilar ese día– no pierde detalle de lo que ocurre en el patio: “Ahí observas al alumno desde otro punto de vista, y le puedes ayudar y atender. Desmontas muchas cosas sin importancia que podrían dejarles heridos o enquistarse”.
Crear un clima de trabajo y respeto
Esta mujer que tiene a sus espaldas una vida dedicada a la enseñanza sabe que primero hay que practicar lo que se dice a los alumnos: “Ir por delante es una buena práctica, según el proyecto educativo que queramos conseguir. Si al niño le dices que no grite, no puedes gritarle tú; y si les pides puntualidad, no puedes llegar tarde, o si alguna vez llegas, es importante pedirles perdón”.
En esta tarea siempre ha procurado involucrar a los padres “brindándoles mi amistad y mi tiempo, y explicándoles mi proyecto de educación, desde la primera reunión con ellos. Distingo lo que es información y lo que es educación. Les hago saber que sus hijos vienen al cole a ser mejores personas; si no, hemos fracasado”.
Junto a las mates y la lengua, inglés y gimnasia, en la tarea educativa es imprescindible “la constancia y crear un clima de trabajo y respeto, hasta que los mismos alumnos descubren las ventajas de trabajar así, aprenden más, están más a gusto”. ¿Cómo conseguir esto? “Implicando a los niños en mis metas; les hago propuestas que no están cerradas, y les invito a asumirlas. Hago notar que la virtud social por excelencia es el diálogo”.
Un pequeño porta fotos muy especial
Diálogo con los padres, con los profesores, con los alumnos, para ir todos a una. Diálogo que implica apertura a los puntos de vista de los demás. “El Opus Dei me ha ayudado mucho en mi vida, en primer lugar, a ver el lado positivo de las cosas y a escuchar. También a amar a cada persona en sí misma”.
Eso implica dedicación a todos, también a los alumnos difíciles. “Tuve un alumno que provenía de una familia desestructurada y tenía muchas necesidades afectivas. Creaba problemas constantemente en el aula y fuera de ella. Pedí ayuda e impliqué a todo el claustro y al consejo escolar, y me apoyaron en mi tarea. Empezamos a ver algunos progresos en su socialización: jugaba con los otros y respetaba las normas del juego, comenzó a sentirse querido por sus compañeros… Íbamos ganando terreno. Al regresar de unas vacaciones me regaló un pequeño porta fotos donde estaba impreso: «Gracias por tu amistad»”.
La historia tuvo un final repentino; el niño dejó de ir al colegio. “Yo sabía que no iba a cambiar a este alumno, pero tengo la tranquilidad de que siempre le tendí la mano. Este niño hizo mucho bien a toda su clase, porque ayudó a los alumnos a valorar todo lo que ellos tenían y su compañero no. Les hizo madurar como personas y preocuparse por el otro. Eso fue lo que sus compañeros se llevaron, y de otra manera no se habría podido conseguir”.
Proyecto de mejora de la escuela pública
Se ve que Carmen no entiende de fracasos. Valora sus años de profesión con una sonrisa: “Sólo lamento no haber sabido hacerlo mejor al principio, por mi falta de experiencia”. Está enamorada de una profesión, que “ha desarrollado en mí la capacidad de servir y de amar”.
Apuesta decididamente por la enseñanza pública en la que siempre ha estado: “Hay un material humano –por decirlo así– muy bueno y valioso entre los profesores. Pero algo desencantado porque el sistema educativo lo propicia; hay un exceso de burocracia, se apoya poco la autoridad del profesor... Estoy trabajando en un proyecto de mejora de la escuela pública; intento inyectar oxígeno para motivar a otros compañeros. Es posible y esto cambiará”, afirma.