Declaración Conjunta

Intervenciones del Papa Francisco durante su viaje a Armenia (24-26 de junio de 2016).

Declaración Conjunta de Su Santidad Francisco y de Su Santidad Karekin II, en la Santa Echmiadzin.

Hoy, en la Santa Echmiadzin, centro espiritual de todos los armenios, nosotros, Papa Francisco y el Catholicós de todos los Armenios Karekin II, elevamos nuestras mentes y nuestros corazones en acción de gracias al Todopoderoso por la continua y creciente cercanía en la fe y el amor entre la Iglesia Apostólica Armenia y la Iglesia Católica, en su testimonio común del mensaje del Evangelio de la salvación, en un mundo desgarrado por la guerra y deseoso de consuelo y esperanza. Damos gracias a la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, por permitirnos reunirnos en la tierra bíblica de Ararat, que permanece como recordatorio de que Dios será siempre nuestra protección y salvación. Nos sentimos espiritualmente gozosos al recordar como en el año 2001, con motivo del 1700 aniversario de la proclamación del cristianismo como religión de Armenia, san Juan Pablo II visitó Armenia y fue testigo de una nueva página en las relaciones cálidas y fraternales entre la Iglesia Apostólica Armenia y la Iglesia Católica. Estamos agradecidos por haber tenido la gracia de reunirnos en una solemne liturgia en la Basílica de San Pedro, en Roma, el 12 de abril de 2015, donde nos comprometimos en nuestra voluntad de oponernos a toda forma de discriminación y violencia, y donde conmemoramos a las víctimas que la Declaración Conjunta de Su Santidad Juan Pablo II y Su Santidad Karekin IIindicó como "el exterminio de un millón y medio de cristianos armenios, en lo que se conoce generalmente como el primer genocidio del siglo XX" (27 de septiembre 2001).

Damos gracias al Señor que hoy la fe cristiana es de nuevo una realidad vibrante en Armenia, y que la Iglesia Armenia lleva a cabo su misión con un espíritu de colaboración fraterna entre las Iglesias, sosteniendo a los fieles en la construcción de un mundo de solidaridad, justicia y paz.

Con inmensa tristeza, sin embargo, somos testigos de la inmensa tragedia que se desarrolla ante nuestros ojos, en la que un sin número de personas inocentes están siendo asesinadas, desplazadas o forzadas a un exilio doloroso e incierto, a causa de los continuos conflictos por motivos étnicos, económicos, políticos y religiosos en el Medio Oriente y en otras partes del mundo. Como resultado, minorías religiosas y étnicas se han convertido en objeto de persecución y tratos crueles, hasta el punto de que sufrir por la propia creencia religiosa se ha convertido en una realidad cotidiana. Los mártires pertenecen a todas las Iglesias y su sufrimiento es un "ecumenismo de la sangre" que trasciende las divisiones históricas entre los cristianos, y que nos llama a promover la unidad visible de los discípulos de Cristo. Oramos juntos, con la intercesión de los santos apóstoles Pedro y Pablo, Tadeo y Bartolomé, por una conversión del corazón de todos los que cometen este tipo de delitos y también de aquellos que están en condiciones de detener la violencia. Imploramos a los responsables de las naciones que escuchen la súplica de millones de seres humanos que desean la paz y la justicia en el mundo, que exigen respeto a sus derechos dados por Dios, que tienen urgente necesidad de pan, no de armas. Por desgracia, también asistimos a una presentación de la religión y de los valores religiosos en modo fundamentalista, que se utiliza para justificar la propagación del odio, la discriminación y la violencia. La justificación de este tipo de crímenes sirviéndose de motivaciones religiosas es inaceptable, porque "Dios no es autor de confusión, sino de paz" (I Corintios 14,33). Por otra parte, el respeto de las diferencias religiosas es condición necesaria para la convivencia pacífica de las diferentes comunidades étnicas y religiosas. Precisamente porque somos cristianos, estamos llamados a buscar y a promover caminos hacia la reconciliación y la paz; y en este sentido, manifestamos también nuestra esperanza en una solución pacífica de los problemas que afectan a Nagorno-Karabaj.

Atentos a lo que Jesús enseñó a sus discípulos cuando dijo: "tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me acogisteis, estaba desnudo y me vestisteis, estaba enfermo y me visitasteis, en la cárcel, y vinisteis a verme" (Mateo 25, 35-36), pedimos a todos los fieles de nuestras Iglesias abrir sus corazones y sus manos a las víctimas de la guerra y del terrorismo, a los refugiados y a sus familias. Se trata del sentido mismo de nuestra humanidad, solidaridad, compasión y generosidad, que sólo puede expresarse adecuadamente a través de un compromiso práctico e inmediato de ayuda concreta. Reconocemos todo lo que ya se está haciendo, pero insistimos en que aún queda mucho más por hacer de parte de los líderes políticos y de la comunidad internacional para garantizar el derecho de todos a vivir en paz y seguridad, defender el estado de derecho, proteger a las minorías religiosas y étnicas, combatir el tráfico de personas y el contrabando.

La secularización de amplios sectores de la sociedad, su alienación de lo espiritual y de lo divino, conducen inevitablemente a una visión desacralizada y materialista del hombre y de la familia humana. En este sentido, nos preocupa la crisis de la familia en muchos países. La Iglesia Apostólica Armenia y la Iglesia Católica comparten la misma visión sobre la familia, fundada en el matrimonio, acto de amor gratuito y fiel entre un hombre y una mujer.

Con alegría confirmamos que, a pesar de las continuas divisiones entre los cristianos, reconocemos con más claridad que lo que nos une es mucho más de lo que nos divide. Este es el sólido fundamento sobre el que la unidad de la Iglesia de Cristo se manifestará, según las palabras del Señor, "que todos sean uno" (Jn 17,21). Durante las últimas décadas, la relación entre la Iglesia Apostólica Armenia y la Iglesia Católica ha entrado con éxito en una nueva fase, reforzada por nuestra común oración y los esfuerzos conjuntos para enfrentar los desafíos contemporáneos. Hoy estamos convencidos de la importancia crucial de fomentar esta relación, comprometiéndonos a una colaboración más profunda y decisiva, no sólo en el ámbito de la teología, sino también en la oración y en la cooperación activa a nivel de las comunidades locales, con vistas a compartir la comunión plena y las expresiones concretas de unidad. Instamos a nuestros fieles a trabajar en armonía por la promoción de los valores cristianos en la sociedad, que contribuyen eficazmente a la construcción de una civilización de la justicia, la paz y la solidaridad humana. El camino de la reconciliación y de la fraternidad está abierto ante nosotros. Que el Espíritu Santo, que nos guía hacia la verdad plena (Juan 16,13), nos sostenga en todos los esfuerzos genuinos para construir puentes de amor y de comunión entre nosotros.

Desde la Santa Echmiadzin hacemos un llamado a todos nuestros fieles a unirse a nosotros en la oración con la plegaria de San Nerses el Compasivo: "Glorioso Señor, acepta las súplicas de tus siervos, y cumple misericordiosamente nuestras peticiones, por intercesión de la Santa Madre de Dios, de San Juan Bautista, del primer mártir San Esteban, de San Gregorio nuestro Iluminador, de los santos Apóstoles, Profetas, Teólogos, Mártires, Patriarcas, Ermitaños, Vírgenes y de todos tus Santos en el cielo y en la tierra. Y a Ti, oh Santa e Indivisible Trinidad, sea gloria y adoración por los siglos de los siglos. Amén".

Santa Echmiadzin, 26 de junio de 2016.

Su Santidad Francisco

Su Santidad Karekin II


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