Vienen a Europa a formarse para luego evangelizar en sus países: otra cara de la vida misionera

Reportaje de ReL sobre algunos seminaristas que reciben ayuda a través de la Fundación CARF (Centro Académico Romano Fundación).

ReL Vienen a Europa a formarse para luego evangelizar en sus países: otra cara de la vida misionera

“La mies es mucha, y los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies”. Esta cita de Jesús que recoge el Evangelio de San Lucas sigue teniendo ahora la misma vigencia que hace 2.000 años. Millones de personas no han escuchado hablar de Jesucristo y otras tantas viven en un mundo que le ha rechazado.

Es por ello importante que haya sacerdotes que sigan anunciando esta Buena Nueva por todos los rincones del mundo. Este es el objetivo de la Fundación CARF (Centro Académico Romano Fundación), trabajar de manera incansable para que no falten obreros en esta mies que es el mundo de hoy.

Desde que se fundó en 1989, esta fundación ha ayudado a cientos de seminaristas y sacerdotes a poder formarse y ordenarse. Muchos de ellos, provenientes de países muy pobres y con necesidad de religiosos bien formados.

Sacerdotes que se forman gracias a la ayuda de los católicos

Dos de estos jóvenes son Raymond José Essindi, de Camerún, y Javier Quicaña, de Perú. Ellos están pudiendo formarse gracias a la ayuda de miles de católicos, para luego volver a sus países a ejercer su ministerio.

Raymond José Essindi nació hace 33 años en Yaundé, capital de Camerún, donde creció junto a sus padres y sus cuatro hermanos. Nacido en el seno de una familia católica, cuenta que siempre tuvo muy clara su vocación al sacerdocio: “Desde muy pequeño supe que tenía que servir a Dios a través del ministerio sacerdotal. Aunque para mis padres fue una sorpresa, las abuelas de mi padre, a quienes respetaba mucho, le aconsejaron que me dejaran seguir mi camino”.

Ingresó en el seminario menor a los doce años y a los 20 en el seminario mayor. Asegura que su ordenación diaconal fue un momento inolvidable: “Acabábamos de terminar el seminario y dos semanas después, nos fue conferido el diaconado. En ese momento, fui especialmente consciente del paso que estaba dando, de ese sí que había dado a Dios desde niño. Estaba acompañado de mi familia, de mis amigos y de mis compañeros seminaristas; fue un momento muy especial”.

"Estoy a disposición de Dios para lo que me pida"

Además, cuenta que, a lo largo de este camino, su confianza en Dios siempre ha sido plena: “En mis oraciones, le digo que no soy perfecto, pero que estoy a su disposición para hacer siempre lo que me pida, aunque no entre en mis planes. Nunca me había planteado venir a España, por ejemplo, pero cuando Dios llama, hay que contestar, porque siempre es para un bien mayor”.

Por iniciativa de su obispo, llegó a Pamplona en 2016 para estudiar en la Facultad Eclesiástica de Filosofía de la Universidad de Navarra: “Para los sacerdotes de África, estudiar en Europa es una oportunidad muy grande”.

También cuenta divertido que su relación con España comenzó mucho antes de venir a Navarra: “En 2010, el rector del seminario me dijo que tenía que hacerme el pasaporte, porque nuestro obispo había solicitado un grupo de seminaristas para representar a la diócesis de Yaundé en la JMJ de Madrid. Después de hacer todo el papeleo, al final no pudimos ir, así que la segunda vez que me llamó para ofrecerme la posibilidad de venir a Pamplona a estudiar, no me lo terminé de creer”.

"Una gran experiencia"

Raymond asegura que su etapa de formación en la Universidad de Navarra está siendo “una gran experiencia”, tanto a nivel personal como académico: “Tengo unos profesores estupendos, con unas grandes mentes, que me están transmitiendo todos sus conocimientos en el ámbito de la Filosofía. Eso es una suerte”. Afirma que, en este tiempo, también se ha enriquecido gracias a sus compañeros: “Aunque estoy aprendiendo de todos ellos, tengo una especial relación con los sacerdotes polacos que cursan sus estudios en la Universidad. Procedemos de culturas muy diferentes y tenemos caracteres distintos, pero desde el principio establecí muy buena amistad con ellos. Son fantásticos”.

“El sacrificio de quienes destinan sus recursos económicos a darnos esta oportunidad de estudiar y formarnos, aún sin conocernos, merece toda mi admiración. Son personas excepcionales que están haciendo una gran labor de evangelización”, afirma de quien con su ayuda permite que él pueda seguir estudiando.

Quería ser maestro, y lo será como sacerdote

Un caso similar es el de Javier Quicaña, seminarista de Arequipa, en Perú. Gracias a la Fundación CARF, está estudiando en España, en el Colegio Internacional Bidasoa de Pamplona.

En su testimonio cuenta que siempre quiso ser profesor. Y no olvida lo que le dijo un religioso: “el sacerdote es el maestro por excelencia”. Esto le fascinó y despertó en él esta vocación a la vida sacerdotal. Y entonces cuando entró al seminario pudo ir a los parroquias y trabajar con los jóvenes, tal y como había soñado desde hace tiempo. “Me sentía fascinado”, recuerda.

Cuando sus familiares y amigos le cuestionaban porque había decidido entrar al seminario, él contestaba siempre lo mismo: “porque estoy abierto a la voluntad de Dios, pase lo que pase estoy abierto”.

Entregado a los demás siendo tal y como uno es

Dejar todo e ingresar en el seminario no es una decisión fácil en el mundo actual. Javier afirma que desde su entorno le decían que se aburriría y que estaría todo el día estudiando la Biblia. “Pero esto no es el seminario –confirma él-, es estar con gente súper divertida, gente que busca los mismos ideales que yo, gente que quiere ser santa, que quiere contagiar esta revolución del amor”.

“Quiero ser sacerdote según el corazón de Cristo”, afirma Javier Quicaña, que asegura que "el sacerdote es un hombre que se entrega a los demás de manera desinteresada, tal y como es, con sus debilidades, sus alegrías, es un Cristo en la tierra, y por eso estoy en el seminario”.