Altair: Educar para servir a la sociedad

Altair comenzó su actividad en la planta baja de un inmueble del barrio sevillano de Triana. El barrio era un lugar donde numerosas pandillas de muchachos deambulaban por las calles sin lugar donde estudiar.

Los antiguos alumnos recuerdan que lo más importante que les enseñó Altair fue una educación para la vida, un interés por los problemas ajenos

50 años de historia

Altair comenzó su actividad en la planta baja de un inmueble del barrio sevillano de Triana. En el año 1967 se adquirió un terreno en el extrarradio de la ciudad, junto a la Carretera de Su Eminencia: era un olivar baldío, rodeado de vaquerías. En aquellos años un amplio segmento de la población rural estaba emigrando a las afueras de la capital andaluza.

Los antiguos alumnos recuerdan que lo más importante que les enseñó Altair fue una educación para la vida, un interés por los problemas ajenos

Las precarias condiciones de vivienda de las clases obreras se hacían patentes al considerar la escasa calidad material de las nuevas construcciones; las exiguas dimensiones que tienen las distintas dependencias de las casas ponían de manifiesto las carencias económicas de los nuevos inquilinos. No existía entonces un adecuado equipamiento escolar ni, por supuesto, zonas comerciales, recreativas ni espacios verdes. El barrio era un lugar donde numerosas pandillas de muchachos deambulaban por las calles sin lugar donde estudiar.

En este entorno nace Altair.

Para empezar pronto se instaló una nave prefabricada. Sorprendentemente esa pequeña construcción, con techo a dos aguas y débiles paredes, bien conservada, está en pie al cabo de más de cuarenta años y sigue usándose. «El techo del prefabricado no estaba insonorizado, -cuenta José María Prieto, primer director de Altair- y cualquier conversación pasaba de una sala a otra. Si en un aula se impartían matemáticas, se escuchaba también en la otra donde se daba latín y viceversa. Por eso decíamos en tono de broma que habíamos conseguido realizar por completo el Bachillerato Unificado y Polivalente».

Los comienzos fueron difíciles, pero la ilusión podía más. «Acudíamos a los mercados -explica Jesús Rodríguez, uno de los pioneros del Colegio- a hablar con las señoras que iban a comprar, para que apuntaran a sus hijos. Sólo podíamos dar promesas, porque no teníamos nada, y a veces nos decían: “hemos ido a donde nos dicen ustedes, a ver el colegio, y no hay ningún edificio”».

La zona aún no había sido urbanizada; era todavía terreno agrícola, y bastantes familias subsistían gracias a pequeñas vaquerías. «Las vacas -explica José María Prieto- nos pusieron algunas dificultades. Venían a Altair a pastar, y a veces incluso metían la cabeza por las ventanas: era un problema estar echándolas continuamente. Cuando al terminar la jornada los profesores iban en busca de la lejana parada de autobús, se encontraban con falta de iluminación, caminos de barro y vacas. Estas circunstancias aumentaban el deseo de trabajar para promover la mejor educación posible, de comprometerse a una tarea más profunda. La falta de medios favorece la aparición de ideas…».

El reto de la calidad educativa

El colegio Altair es actualmente un Centro de Enseñanza con más de 1.200 alumnos de edades comprendidas entre los 3 y 20 años. Está situado en el distrito Cerro-Amate (Sevilla), un barrio con más de 90.000 habitantes y que ha sido siempre una zona popular, de amplia tradición obrera. Un 10% de la población tiene estudios universitarios y más del 40% de sus habitantes sufre hoy las consecuencias del paro.

El objetivo de Altair es ofrecer una educación de calidad. Desde el principio se optó porque fuera un centro de educación diferenciada para chicos. «Esta elección –explica Luis María Arto, antiguo director del Colegio- no es de poca importancia, sino que responde a un modelo que busca atender de manera adecuada las características de la evolución y madurez psicológica e intelectual de cada sexo».

Desde el principio, los profesores de Altair se dan cuenta de que muchos alumnos viven en un contexto social adverso, en ambientes que no ayudan a estudiar, y procuran revertir esta situación.

Como afirma Vicente Rodríguez, con más de treinta años como profesor en el Centro, «procuramos no dejar a la gente por el camino, llevamos a cabo un trabajo exigente con los alumnos que tienen dificultades en los estudios», porque a menudo «ocurre que llegan chicos que antes no han estudiado prácticamente nada, y yo les animo, aunque a la vez les aclaro que tienen que poner esfuerzo». Cada alumno tiene un preceptor con el que puede hablar de sus éxitos y de sus dificultades en los estudios. «Lo que más agradecen -explica Vicente- es sentirse escuchados».

El trato personal, especialidad de la casa

Este centro educativo tiene claro cuál debe ser su estilo: formar a sus alumnos en una libertad responsable. Además de las enseñanzas académicas, la formación que imparte Altair procura poner el acento en el crecimiento de las virtudes humanas, en el trabajo bien hecho, entendido como un servicio a los demás, y tiende a favorecer el libre desarrollo de la personalidad de cada uno.

Altair es una obra corporativa de la Prelatura del Opus Dei. Fue san Josemaría quien impulsó la creación de Altair a principios de los años sesenta. Pidió a miembros y cooperadores del Opus Dei de Andalucía que buscaran la forma de que en alguna zona más necesitada de Sevilla hubiera un centro de enseñanza que ayudara a las familias en la educación de sus hijos. Y cuando en 1964 se imprimió la edición para bibliófilos de su obra Camino, con motivo del veinticinco aniversario de la edición príncipe y de haberse alcanzado la cifra de dos millones de ejemplares vendidos, dispuso que los derechos de autor se destinaran a Altair.

«En el ideario que tiene Altair -explica José Luis Rivera, profesor de Secundaria- es clave la relación personal con los alumnos. Después de treinta años dando clases puedo decir que con bastantes antiguos alumnos sigo manteniendo una gran amistad, y muchos me saludan con cariño. Incluso ya estoy dando clases a hijos de antiguos alumnos, y creo que dentro de poco también a sus nietos. Eso es lo que distingue a Altair: el trato individualizado con cada alumno».

Por eso no sólo se enseña cómo se repara un ordenador o cómo se resuelve un determinado problema matemático, sino que también se educa en valores. «Si tengo que destacar algo de Altair es la formación integral, porque los libros vienen a decir lo mismo en un centro que en otro», señala Daniel Blanco, alumno del Ciclo Superior de Administración de Sistemas Informáticos.

«Lo que se ofrece a los chicos -afirma Rafael Caamaño, antiguo director del Colegio- es un modo de ver la vida, unas habilidades para enfrentarse positivamente con su futuro». Cuando los antiguos alumnos hablan del colegio lo tienen claro: lo más importante que han recibido de Altair es una educación para la vida, una formación humana para llegar a ser personas alegres, optimistas, solidarias con los problemas ajenos. En este sentido, el espíritu del Opus Dei, con su consideración del trabajo como medio de santificación para el cristiano corriente, ilumina toda la tarea formativa de Altair.

La Formación Profesional en Altair

Altair lleva muchos años ofreciendo los estudios de Formación Profesional en sus diferentes niveles. En la actualidad, se imparten cursos de Grado Medio en la especialidades de Electromecánica, Técnico en Instalaciones Eléctricas y Automáticas y Gestión Administrativa, y dos cursos de Grado Superior: Administración y Finanzas, y Administración de Sistemas Informáticos.

«En toda actividad profesional –explica José García, responsable de la Formación Profesional de Altair- existen  unos conocimientos teóricos que hay que dominar para dar fundamento y razón a las prácticas que se están realizando. Esto es lo que diferencia a un buen profesional. Lo explica bien el famoso dicho: “No te estoy cobrando por apretar un tornillo, sino por saber qué tornillo tengo que apretar". En los Ciclos Formativos no basta con aprobar, hay que saber y saber-hacer».

Varios alumnos de Altair con José María, a la puerta de una chabola

«Otro reto que nos planteamos -continúa José- a la hora de formar  buenos profesionales, es que los alumnos adquieran las cualidades que tienen los buenos profesionales: laboriosidad, orden, fortaleza, honradez, etc. Porque puede ocurrir que se dé la siguiente paradoja a la hora de buscar un trabajo: "Usted es apto académicamente porque tiene la titulación; pero no me sirve, pues no tiene actitud para el trabajo"».

En la actualidad, «hay miedo a exigir, quizás porque el hecho de exigir conlleva el ser exigente con uno mismo; y sin exigencia no hay posibilidades de éxito. Hay que educar para la vida y para el trabajo. Estaríamos haciendo un flaco favor a nuestros alumnos si no conseguimos que su estancia en el Centro sea como un anticipo de lo que les espera en la vida profesional. Por eso debemos ser exigentes -siempre con tono cordial- en los pequeños detalles que van fraguando su personalidad: vestimenta, trato respetuoso con el profesorado y con sus compañeros, espíritu de servicio, cuidado de las herramientas de trabajo, puntualidad, etc. Cuando la exigencia viene acompañada por el cariño, la paciencia y la amistad, el éxito está asegurado».

Con Raimundo y José María, después de la rehabilitación de la chabola

La Escuela Deportiva: mejores deportistas y mejores personas

«El objetivo fundamental de la Escuela Deportiva de Altair -explica José Emilio del Pino, uno de sus iniciadores y profesor de Educación Primaria- no es tanto la competición federada como la importancia de encontrar, a través del deporte, un complemento para la formación de nuestros alumnos».

«El colegio Altair y la Escuela Deportiva buscan la educación integral de la persona. Mientras que en el Colegio esa educación se transmite por medio de la enseñanza curricular, en la Escuela Deportiva se lleva a cabo a través del deporte. En definitiva, pretendemos inculcar al alumno –en los dos ámbitos- los valores humanos básicos para su día a día», continúa José Emilio.

La Escuela Deportiva dio sus primeros pasos, como el propio Colegio, en el barrio de Triana. Al principio acudían chavales de varias zonas de Sevilla, «pero, poco a poco -cuenta Quino Navarro, otro de los iniciadores y entrenador de fútbol- la gente del distrito fue mayoría. Recuerdo con cariño a algunos jugadores de la EDA que han llegado a ser buenos futbolistas profesionales, como Loren, Francisco, Tevenet o Ruda. Ahora es más complicado ese salto, ya que se los llevan muy jóvenes a los escalafones inferiores del Betis o del Sevilla».

«Nuestra idea básica era educar en el deporte a los chicos. Los formábamos como personas y los sacábamos de la calle. No nos importaba que las instalaciones fueran precarias. De hecho, nos regalaron cuatro focos de un campo de tenis para poder entrenar de noche con algo de luz», comenta Quino.

La Escuela Deportiva de Altair fue una de las primeras de España y un referente para muchas de las que se constituyeron posteriormente. Era tal su repercusión que «hasta el Presidente de la Federación Española de Fútbol de aquellos años setenta visitó las instalaciones en alguna ocasión: de hecho los vestuarios actuales se construyeron con la ayuda de la Federación».

«A través del deporte –explica Quino- se  pueden enseñar muchas cosas En aquella época,  había muchos chicos que tenían cerca el mundo de la droga y la delincuencia. Como ejemplo, yo les decía que si no estudiaban era como si les robaran a sus padres, que estaban invirtiendo tanto en ellos, a veces con una gran cantidad de horas en el trabajo para pagar sus estudios».

Altair en datos (curso 2009/10)

Alumnos de Altair: 1.204.

Alumnos Educación Infantil: 105.

Alumnos Educación Primaria: 317.

Alumnos Educación Secundaria: 364.

Alumnos Bachillerato: 148.

Alumnos Ciclos Formativos Grado Medio y Superior: 210.

Cursos de Formación Ocupacional: 60.

Porcentaje de alumnos de CC.FF. y Cursos FPO que ya trabaja: 70%.

Número de profesores (un tercio son ex alumnos): 73.

Antiguos alumnos: 9.200.

Alumnos de la Escuela Deportiva (el 25% no son alumnos de Altair): 340.

Entrevistas con padres/año: 2.750.

Tutorías profesor/alumno al año: 7.000.

Libros de la biblioteca: 23.217.

Metros cuadrados de zona verde: 8.600.

Metros cuadrados de zona deportiva: 38.000.

Metros cuadrados totales: 67.000.