El círculo o clase de San Rafael

En la labor de formación cristiana con la gente joven, el Opus Dei dispone de una serie de medios de formación. Entre ellos destacan los Cursos de Formación, que son el elemento esencial. A esos cursos de formación también se les llama círculos, o clases de San Rafael.

Varias chicas. Fotografía para un artículo sobre los círculos o clases de San Rafael, un medio de formación cristiana del Opus Dei

Objeto de la labor de San Rafael

“El fin inmediato de la obra de San Rafael es [...] la formación integral de todos los que toman parte en esta labor”[1], ofrecer a todos ellos “un ideal por el que luchar; que no es otro que un catolicismo bien vivido, que ayude a conseguir también el mejoramiento de la sociedad y la solución de todos los problemas que este mundo presenta”[2]. De un modo muy atractivo formula san Josemaría este ideal, capaz de dar sentido pleno a la vida entera: “que busquen a Cristo, que encuentren a Cristo, que traten a Cristo, que sigan a Cristo, que amen a Cristo, que permanezcan con Cristo”[3].

Los círculos o clases de formación

Para acompañar a cada joven en esta tarea, la labor de San Rafael dispone de una serie de medios de formación. Entre ellos destacan los Cursos de Formación, que son el elemento esencial[4]. A esos cursos de formación también se les llama círculos, o clases de San Rafael. El primer círculo que dirigió san Josemaría, el 21 de enero de 1933, lo impartió en una sala de visitas del Asilo Porta Coeli, en Madrid, al que asistieron tres estudiantes universitarios.

Ese primer círculo significó para san Josemaría el inicio de la labor de San Rafael. Días más tarde escribía en sus Apuntes íntimos: “El sábado pasado, con tres muchachos y en Porta Coeli di comienzo, g.a.D., a la obra patrocinada por S. Rafael y S. Juan”[5]. A partir de entonces, san Josemaría organizó y dirigió personalmente, y durante años, varios círculos diarios.


Enlaces relacionados: Resúmenes de los primeros círculos de la obra de san Rafael (enero – mayo de 1933)   Medios e instrumentos que desarrolla el Opus Dei en la formación de la gente joven


Animaba a los que participaban a buscar nuevos amigos, que iban aumentando el número de participantes, desdoblándose una y otra vez los círculos comenzados. Era el celo apostólico de san Josemaría, su vibración, la que hacía que aquellos chicos entraran en resonancia con el mensaje evangélico. Vibración que todos los miembros de la Obra, entonces, ahora y siempre, procuran mantener.

Actualmente, se imparten círculos de San Rafael en todos los países donde el Opus Dei tiene presencia, dando continuidad a esa labor de formación que pretende alimentar la vida de piedad de tantos jóvenes, además de hacer más honda su formación[6].

Cursos preparatorios y cursos profesionales

Junto con esas clases, san Josemaría impulsaba a los jóvenes a hacer obras de misericordia –con visitas a personas necesitadas, transmitiéndoles ayuda y calor cristiano– y les animaba a dar catequesis. Por eso, lo habitual será que un joven que se acerca a un centro de la Obra, se incorpore a los Círculos después de haber participado en otros medios de formación y de sentirse identificado con el ambiente de estudio, piedad y amistad que se vive en esa casa.

Según la edad y el tiempo que cada uno lleva recibiendo formación en la Obra, puede participar en dos tipos de círculos o clases: uno llamado curso preparatorio, y el otro curso profesional.

El preparatorio procura tener un enfoque práctico, y pretende ayudar a los participantes a incorporar hábitos de piedad, a darles a conocer la doctrina cristiana y el espíritu del Opus Dei: “se habla a los chicos sobre temas de vida interior, haciendo hincapié siempre en la ascética propia de la Obra: el trabajo santificado y santificador”[7].

Además de las oraciones iniciales y finales, las clases de san Rafael se desarrollan de la siguiente manera: entre los que participan en este medio de formación se recapitulan las ideas centrales explicadas en la clase anterior: ese ejercicio permite recordar y formular las ideas aprendidas. Después, se lee y comenta el Evangelio del día. A continuación, se imparte la clase sobre el tema previsto para esa semana. Le sigue luego el examen de conciencia: las doce preguntas del examen de conciencia de la clase de san Rafael plantean luchas en varios aspectos: vida de piedad, estudio y aprovechamiento del tiempo, hábitos de caridad que facilitan la convivencia y vibración apostólica. Al terminar el examen, después de un rato de tertulia -un rato para compartir asuntos y conocerse mejor- y antes de la oración final, uno de los asistentes lee algún texto espiritual que ha seleccionado la persona que dirige el círculo. Una vez finalizado, los que participan en el círculo tienen la posibilidad de contribuir con un pequeño donativo económico a una colecta destinada a tener algún detalle material en la próxima visita a personas necesitadas o para comprar flores para la Virgen.

Para aquellos que han recibido durante años el curso preparatorio, se les anima a incorporarse a los cursos profesionales, que “tienen como fin difundir entre los que asisten criterio católico sobre problemas actuales concretos de naturaleza religiosa, social, profesional, etc.[8]. En ellos, “los chicos vienen a aprender, a adquirir criterio”; se trata “de darles doctrina sólida, profunda y segura, vibración apostólica y más vida interior”[9].

Con los círculos profesionales se procura que los participantes adquieran una comprensión profunda de la doctrina católica para valorar, a la luz del Evangelio, la condición humana y el mundo de nuestro tiempo e incidir, desde el trabajo, estudio, vida familiar y social, en la transformación cristiana de la sociedad.

[1] San Josemaría, Cartas II, carta n. 7, n. 3a.

[2] San Josemaría, Cartas II, carta n. 7, n. 20a.

[3] San Josemaría, Cartas II, carta n. 7, n. 12a.

[4] San Josemaría, Cartas II, carta n. 7, n. 29a.

[5] San Josemaría, Apuntes n. 913.

[6] San Josemaría, Cartas II, carta n. 7, n. 29a.

[7] San Josemaría, Cartas II, carta n. 7, n. 34a.

[8] San Josemaría, Cartas II, carta n. 7, n. 34.b.

[9] San Josemaría, Cartas II, carta n. 7, n. 36.a.